Así se vive año nuevo en Pijao, el pueblo más silencioso de Colombia

Claudia Milena González Bernal
Pijao está ubicado a tan solo una hora de Armenia, se encuentra en plena cordillera Central, tiene cerca de 6 mil habitantes y es reconocido por ser uno de los lugares más tranquilos del país.
Es tan calmado que en todo el pueblo solo hay un ladrón, todo el mundo sabe quién es, y los mismos habitantes pagaron su tratamiento para ayudarlo a salir de su problema de adicción a las drogas.
El paisaje para llegar a este lugar es fantástico y enmarcado entre cafetales, montañas, piedemontes y un valle en el que además sobresalen las casitas de colores típicas de la región.
Para el Cittaslow es primordial proteger las realidades locales y las costumbres de lugares como Pijao, cuyo capital cultural le sirve de contrapeso a la homogeneización tan típica del mundo posmoderno.
Pijao: Un pueblo sin afán
La atmósfera de este pueblo es de una tranquilidad pasmosa, allá el afán no se practica, ni se conoce, y existen las discotecas, pero están insonorizadas con vidrios especiales.
Por tanto, afuera solo se escucha un leve sonido y se sienten unas cuantas vibraciones, algo que no pasaba años atrás, según cuentan varios de sus lugareños, cuando el ruido llegaba hasta tres cuadras más allá de estos establecimientos.

Pero ahora llegó año nuevo con su felicidad y a los pijaenses también se les mueve un piecito cuando escuchan la música fiestera de la temporada.
En los bares, por ejemplo, no faltan los empleados que sacan una mesa a la calle para poder conversar con amigos y vecinos, mientras dejan escapar la música, pero a un volumen que sigue siendo moderado.
Hacerlo, sin embargo, restringe la norma, pero pareciera que no importara por ser diciembre. El pueblo entero se suma a una suerte de guiño y de complicidad para alegrar la fiesta. Una de estas discotecas está al lado de la policía y aun así la música sale a pasear, pero entrada la noche, se vuelve a guardar.
La fiesta de Navidad en Pijao
La Navidad en Pijao, sin embargo, queda legalizada el primero de diciembre con actividades como el concurso de la persona que más coma; la que más tome cerveza y en el que participan tanto hombres como mujeres.
La carrera de encostalados y la competencia de halar jeeps entre varias personas a lo largo de dos cuadras. A la media noche, los carros tocan sus bocinas y con esto inauguran las fiestas de fin de año.
No faltan tampoco los concursos de faroles entre el 7 y 8 de diciembre, fechas en las que los vecinos se reparten natillas entre todos y suman una cantidad tal, que a cada uno le queda para comer hasta la misma Nochebuena.
También se destacan los concursos de pesebres y, para el 24 de diciembre, la gente suele viajar en familia hacia las fincas aledañas. Se podría decir que en el ‘Pijao sin prisa’ se hacen unas cuantas excepciones por la temporada y el 30 de diciembre se realizan las famosas cabalgatas de fin de año que iniciaron en el 2001 con cerca de 800 caballos.
El evento se ha ido convirtiendo en el certamen de mayor afluencia en el municipio y, como parte del proceso de cultura ciudadana que se ha venido desprendiendo de la propuesta del Cittaslow, ahora los lugareños se encargan de limpiar el estiércol de los caballos, antes no se hacía y, en general, procuran manejarse con mayor mesura y tolerancia.

Un saludo al Año Nuevo sin pólvora
En cuanto al 31 de diciembre, sobre las 2:00 p. m., se lleva a cabo el concurso de comparsas con los motivos de los personajes y de los sucesos más importantes del año y más tarde, cuando la gente explota de entusiasmo por la maicenada o juego en el que se lanzan entre sí este polvo blanco, van al río a limpiarse y bañarse con jabón Rey para espantar la mala suerte, quitarse la mala energía y quedar listos para recibir bien el Año Nuevo.
Acto seguido, todos se desplazan a sus casas, preparan la cena, queman el famoso muñeco de ‘año viejo’, pero sin pólvora, pues en Pijao por años se han venido adelantado campañas de prevención de niños quemados que se suman a las normatividades del país y lograron así erradicarla.
Finalmente, la noche cierra con broche de oro en el parque principal, mientras otros tantos se lanzan a las pistas de baile de las discotecas.
Así llegó ‘la ciudad sin prisa’ a Pijao
El Cittaslow ingresó a Pijao por iniciativa de Mónica Flórez, una comunicadora e investigadora etnográfica pijaense que vivió cerca de 20 años fuera del país, pero que, al cansarse del acelere de las ciudades, decidió regresar a su terruño con la idea de aportar algo bueno para su desarrollo y así surgió la idea de hacer un turismo rural y sostenible.
En ese camino, alguien le habló sobre el concepto de Cittaslow, e inmediatamente viajó hacia Italia, exactamente a Orvieto, y preguntó por los requisitos para poder ingresar a tan famosa lista y ahí se enteró de que, por ejemplo, los lugares que quisieran ingresar no podrían tener más de 50 mil habitantes, y tampoco podrían ser pequeñas poblaciones con turismos masivos como el de Salento.

Arrancó con un plan para embellecer las fachadas de las casas del municipio y, para disminuir la contaminación visual, crearon todos los letreros publicitarios de los locales comerciales en madera y bajo un mismo concepto.
También crearon huertas orgánicas comunitarias lideradas por mujeres y niños, además de programas de alimentación saludable y de educación ambiental con el respaldo del Sena y otras instituciones; de esta manera, Pijao pudo finalmente ingresar a la lista en 2004, y en 2006 se creó la Fundación Pijao Cittaslow, de la que Mónica Flórez es su presidenta.
No ha sido un camino fácil
Pero esta labor no ha sido para nada sencilla y ha exigido una cuota enorme de transformación cultural que la propia población ha ido comprendiendo y asumiendo con el paso del tiempo. La propuesta no dejó de causar revuelo entre los mismos lugareños y aunque muchos estuvieron y están a favor, otros tantos la critican porque alegan, va contra su propia identidad y espontaneidad.
Para July Andrea Romero, habitante del pueblo, “debería haber más turismo y esto ha beneficiado más a las fincas y a los productores de café que al comercio del propio pueblo.
Pijao además está acostumbrado a sus cabalgatas y a sus fiestas, porque eso llama gente y le da vida. Tampoco estoy muy de acuerdo con el tema del sonido. Lo que sí rescato es que el pueblo es comentado en otros lados por el Cittaslow y ahí la gente se anima a venir a conocer”.
“Por favor, no cierre la puerta”
Jorge Enrique Jaramillo trabaja en la discoteca que queda al lado de la policía y, para él, el Sittaslow le ha traído a la administración del lugar dificultades, pues han tenido que hacer inversiones para ajustarla por el tema del sonido, “además la gente no está acostumbrada a tener las puertas cerradas, porque es un pueblo muy pequeño, acá todos nos conocemos, nos saludamos, conversamos y nos gusta tener todo abierto.
Cuando me toca cerrar me siento asfixiado; tampoco nos beneficiamos del turismo, porque nuestro público es la misma gente del pueblo, entonces directamente no nos favorece la propuesta”, comenta.

Así las cosas, Mónica también se ha visto vilipendiada en varias oportunidades y hasta su casa ha sido grafiteada. Tampoco faltaron los que, por su convicción de no querer tener hijos la tildaron de amargada y “solterona”.
“Soy una mujer independiente, preparada, y disfruto mucho de mi espacio, eso es todo”, y eso rompe, de alguna manera, con los esquemas tradicionales de Pijao.
De hecho, a inicios de 2013 la Fundación Pijao Cittaslow ganó una tutela contra las discotecas, logrando que adaptaran sus espacios y pusieran los vidrios adecuados para aislar el sonido.
El resultado tampoco fue del agrado de muchas personas y una que otra vez, algunos se dispusieron frente a la casa de Mónica con sus carros y equipos de sonido a todo volumen, en una especie de afrenta.
El proceso ha sido arduo y, sin embargo, varios de los detractores iniciales ya ven los resultados positivos del Cittaslow, lo reproducen y hasta lo defienden y, en general, la comunidad ya preserva el patrimonio ecológico y cultural del lugar.
El que mucho se despide…
En otra oportunidad, cuenta el mismo Jhon Jairo, “arribó un canadiense que vino a quedarse supuestamente por poco tiempo a Pijao, luego se quedó quince días más.
Luego un mes, después consiguió novia, compró una finca y terminó quedándose 6 meses. Y cuando finalmente decidió irse, todo el mundo en el pueblo le tenía tanto aprecio que en la alcaldía le hicieron una fiesta y le dieron las llaves del pueblo”.
“Pijao es tan tranquilo -continúa- que acá la vía no la llevan los carros, sino el peatón y son los conductores los que deben estar más atentos porque acá hay muchos viejitos y niños corriendo por todas partes”.
Entre risas, Jhon Jairo también comenta que el puente de asfalto que hay para atravesar el río Lejos, que está dentro del pueblo.
Es muy ancho, porque al construirlo le preguntaron a la administración del lugar cuántas mulas cabrían por allí y dijeron una determinada cifra, pero al momento de inaugurarlo preguntaron nuevamente por las mulas refiriéndose a los carros, pero los pobladores habían señalado las mulas tipo animales y así quedó construido un puente más ancho de lo que en realidad se necesitaba.
¿Qué hacer en Pijao?
En Pijao uno de los planes más sencillos y lindos para hacer es darle la vuelta al parque mientras se conversa con amigos, familiares.
Ese misticismo y aire romántico, son los que le dan un toque de no sé qué y no sé dónde al pueblo, siendo así también un pasaporte de ingreso a un tiempo más pausado y tranquilo.

Y claro, tienen diversos atractivos turísticos como el plan de avistamiento de aves, las rutas para ir a ver palmas de cera y demás.
También tienen esos rinconcitos especiales como La Casa de los Recuerdos de doña Pastora Llano Riaño, una residente que decidió reconstruir las memorias de su abuelo Apolinar Llano, quien murió hace más de 38 años.
La casa es una suerte de museo que narra cómo se vivía en el Eje cafetero hace unos 40 o 50 años atrás.
Un viaje por la memoria
Al llegar, al visitante lo recibe el sonido de una película del Llanero Solitario que se transmite en una televisión vieja a blanco y negro. Luego sobresale la colección de planchas antiguas de más de 80 años de su abuela.

Las habitaciones están custodiadas por un cordón en la puerta que impide el paso y que cuida con recelo las camas antiguas elaboradas en cedro negro y talladas de una manera que ya casi no existe.
Hay lavamanos antiquísimos con vasijas y donde se aseaba su abuelo; sus gafas, las cantinas de leche, los tocadiscos, sus carrieles, maletas, muebles, una colección de cámaras fotográficas, lámparas.
También los juegos de la época como los yoyos tallados y baleros, la libreta militar de don Apolinar que data de 1942, sus calificaciones de segundo de primaria y cientos de detalles y fotografías que doña Pastora ha ido coleccionando como una forma de rendirle un homenaje a su querido abuelo.
La casa se suma a ese viaje por el tiempo de Pijao, y las personas que llegan pueden evocar su historia. Recordar la casa de sus propios abuelos, sentarse y escuchar música en acetato y disfrutar de los manjares que doña Pastora tiene para ofrecer y que son elaborados siguiendo al pie de la letra las recetas y preparaciones de las abuelas.
Un bar para el recuerdo
En el parque principal también se encuentra el llamado Bar de los Recuerdos, atendido por su propietario, Gonzalo Tor. Cariñosamente llaman ‘Tobita’, un abuelito muy amable y lleno de historias para contar.
Su lugar también es una suerte de museo con más de 10 mil long plays y al que tampoco le cabe una sola fotografía más.
Tobita trabajó en el teatro del pueblo (actualmente abandonado), donde se desempeñaba proyectando películas que llegaban con fotografías y con las que él armaba letreros para exhibir las cintas de moda.
De allí sacó material para decorar su bar. También de su colección de la revista Somos de México y de las fotografías que también ha recibido por parte de los visitantes.

En ese tiempo, recuerda, “salió un caramelo, un dulce que por dentro traía fotos de americanos y mexicanos que también usé… es muy lindo porque a todos esos personajes recuerdo haberlos proyectado en aquel cine del teatro”.
Esa atmósfera de Pijao es única y esto no significa que se haya quedado atascado en el pasado. De hecho, se convirtió en el refugio de una conciencia que brilla por sí misma y dialogan sin problema con las bondades de la modernidad.
También le puede interesar: Así sobrevivieron los pijaos de Colombia