Todo sobre el longboard en Colombia, el arte de surfear en el asfalto
Daniel Zamora
“Te sientes en el presente, no estás pensando en la tarjeta de crédito, el problema, la llamada que no llega. Te concentras porque sabes que tu salud está en riesgo, pues estás bajando por una montaña a 60 u 80 kilómetros”, cuenta Mauricio Rodríguez, uno de los primeros corredores de longboard en Colombia.
La modalidad que practica Rodríguez se llama Downhill skateboarding, y consiste en rodar por una pendiente a la mayor velocidad posible, manteniendo el cuerpo estático y logrando los mejores derrapes en las curvas.
“Para rastrear el origen del longboard hay que seguirles la pista a las culturas ancestrales hawaianas. Ciertas jerarquías de las tribus se definían de acuerdo con la capacidad de los hombres para dominar el mar a través del surf”, explica Rodríguez. Cuenta que antes de la tabla longboard existió el monopatín o skateboard, creación de surfistas californianos para encontrarle sentido y quehacer en la ciudad durante aquellos días sin olas. Al principio tomaron unas tablas pequeñas y les pusieron ruedas para “hacer surf sobre las calles”.
La popularidad del skateboard era intermitente y a finales de 1970, en Estados Unidos, aparecieron algunas publicaciones como Cult of the Longboard (1978), que empezaron a desligar el longboard del skate, movimiento que por entonces, y a pesar de las mejoras en diseño, materiales y competencias nacionales no podía desprenderse de la noción underground que no le daba buena fama. Fue a mediados de los noventa, gracias al surgimiento de los X Games, la competencia que reúne algunos deportes de alto riesgo en categorías como bicicleta, autos, motocicletas, que tuvo un impulso positivo con la aparición de estrellas mundiales como Tony Hawk.
Aunque toda tabla, independientemente de su modalidad, es una skateboard, existen varias diferencias con la de longboard. “A nivel competitivo hay bastantes cambios. Primero, es más larga, además, las ruedas tienen un diámetro mayor, con diferentes tipos de dureza que dependen del clima y del asfalto. Correr en Bogotá no es lo mismo que hacerlo en Medellín. También está la lija, para longboard necesitas una que agarre mucho los pies”, explica Rodríguez, quien describe que el kit se complementa con un traje de cuero, parecido al que usan los competidores de MotoGP, con protecciones internas para codos, rodillas, espalda y un casco, guantes y una maleta con piezas de repuestos, cauchos y amortiguadores.
Los primeros longboarders del país
La primera vez que Mauricio Rodríguez montó en longboard ocurrió en Montreal, Canadá. Era 1999 y un compañero de clases –estudiaba ingeniería industrial–, tenía un taller de tablas en su casa. En 2005 regresó a Cali, su ciudad natal, con el título y dos tablas bajo el brazo. “Lo usé como transporte hasta 2007 cuando conocí en una fiesta a Simón Ramírez; lo llamamos ‘el Máster’, tenía 22 años, pero era el primero en descender por la colina de San Antonio. Se tiraba y bajaba a 60 kilómetros y nos empezó a enseñar a todos”.
Mauricio Rodríguez, uno de los primeros longboarders del país. FOTO DAVID RUGELES/PRODUCCIÓN LUCY MORENO
Poco a poco se fue formando el primer grupo de longboarders. “Comenzamos a hacer cosas dementes, sin casco, sin buenas tablas (porque no había quién las vendiera en Colombia), les vertíamos aceite de oliva a los rodamientos, solo queríamos bajar más rápido. Montábamos desde las ocho hasta medianoche, el clima era perfecto y cada vez buscábamos más altura”, recuerda Rodríguez.
Gracias a YouTube, que para entonces cumplía dos años, Mauricio y su grupo conocieron cómo se hacía longboard en otras partes del mundo, incluso, descubrieron que a la par de ellos, en Bogotá también había unos pocos que lo practicaban.
No eran más de treinta los longboarders que se reunían en Bogotá, cuya base de operaciones encontró lugar en el Parque Nacional. En ese entonces Mauricio era profesor en la Universidad de los Andes y no quería que sus estudiantes ni colegas se enteraran de que montaba tabla. “Aún no estaba bien visto”, confiesa. Actualmente tiene una empresa llamada Longboard Colombia, donde diseña, produce y distribuye sus propias tablas (elaboradas en guadua laminada). Sin embargo, acepta que para una parte muy tradicional de personas, la percepción sobre el deporte no ha cambiado mucho. “Hay un parchecito de gente que se sienta a fumar, entonces pasa mi suegro diciendo: ‘¡Uy!, yo pensé que esos eran sus clientes, es que todos esos patineteros son así’”.
Para Mauricio, durante la década de finales del 2000, la escena de Bogotá estaba un paso delante de la de Cali, pues tenían mejores tablas y protección (que se traían de Canadá y Estados Unidos), y se formaron dos grupos: Estrellas Negras (llamados así por la publicidad vial de esa época), y el Combolongboard, del que hacía parte Mauricio.
Hora de competir
El primer campeonato nacional se llamó El primer rey del pistón, y se disputó en Cali durante 2010. Llegaron participantes de diferentes partes del país. “A los bogotanos nos decían los gomelos, porque llegábamos con buenas tablas y protección; los paisas, por ejemplo, no tenían tan buen equipo, pero eran puro talento”, explica Mauricio, quien para entonces tenía 33 años.
Con una movida importante, con más gente entrenando y hasta haciendo del longboard su propia opción de transporte, entre 2012 y 2015 Colombia llegó a ser una de las paradas del circuito mundial con el Festival de la Bajada, que hace parte de la International Downhill Federation, la organización que agrupa a los profesionales del longboard.
Las principales carreras nacionales se realizaron en Cali, Bogotá y municipios aledaños como Sibaté. A la de 2012, que tuvo lugar en el Parque Nacional, de la capital, llegó Harold Moreno, uno de los longboarders de la nueva generación. “Encontrar a toda esa gente con cascos, chaquetas de cuero, vías cerradas, público y un circuito en el centro de la ciudad fue tremendo. Montaba tabla por hobby, pero verlos me hizo encontrarle sentido y pasión a mi vida. Luego conocí a Mauricio Rodríguez y entré a Longboard Colombia. Este es un estilo que me cambió la vida, que te hace sentir vivo, rompe la rutina y por esos minutos que dura la bajada sientes felicidad a la par que entrenas la mente, el cuerpo. Se está tan concentrado que no piensas en nada”.
Harold Moreno, representante de las nuevas generaciones. FOTO DAVID RUGELES/PRODUCCIÓN LUCY MORENO
Marco Vidales fue uno de los principales organizadores de carreras de longboard. “La primera en la que competí fue en el 2009, organizada por Manuel Rivera, uno de los líderes del longboard en Bogotá.Me eliminaron en la primera ronda y lo comencé a ayudar con la organización. Luego arranqué para Canadá para ver cómo las hacían allá, en Vancouver; posteriormente montamos la Copa Colombiana de Longboarding, que se realizaba en diferentes partes de Colombia. Después de 2015 bajó mucho la afición a las carreras, disminuyeron los patrocinios y se volvió más complicado; además, la subida del dólar afectó la organización, pues un evento bien hecho no bajaba de cien mil dólares”, reconoce Vidales, quien viajó con la IDF para organizar competencias por toda Suramérica.
Caídas y retos
El diagnóstico fue fractura de peroné y esguince en uno de los ligamentos de la rodilla. Había que operar. Era 2012 y Mauricio Rodríguez recorría una pista en Subachoque, Cundinamarca, como parte de uno de los protocolos de seguridad. “Nos rozamos con un compañero y me fui contra una roca que la alcaldía no había quitado”, recuerda. Sin embargo, ante una segunda opinión médica, logró evitar la cirugía y recuperarse de manera natural.
De las caídas tampoco se salvó la primera mujer en hacer longboard profesional en el país. Carolina Ortiz, chef y bailarina contemporánea, practicaba uno de los movimientos de dancing (la modalidad en la que realiza pasos sobre la tabla a manera de baile y trucos que dan una sensación armónica de danza), se rompió el músculo más fuerte del cuerpo: el tendón de Aquiles. “Me costó un año recuperarme, pero en ningún momento pensé en dejarlo. Regresé sin nervios, sin miedo. Los golpes son parte del deporte, hay que pararse y ahora monto mejor que antes de romperme el tendón, lo hago todo más calculado, tengo mejor preparación corporal”, dice.
Una rutina de entrenamiento de Carolina incluye preparación específica con un entrenador personal, gimnasio y tres horas diarias de longboard. “Utilizo la balance-board, hago ejercicios de fuerza en las piernas y abdomen todos los días. En cuanto a la dieta, paso por comer bastantes verduras y ensaladas”.
Carolina Ortiz fue la primera mujer que lo practicó a nivel profesional en Colombia. FOTO DAVID RUGELES/PRODUCCIÓN LUCY MORENO
La participación de las mujeres en este deporte es pequeña, cuenta Carolina. Para ella la explicación pasa porque no tiene tanta visibilidad como otros y no tiene el golpe de opinión que tuvo, por ejemplo, el BMX, que llegó a ser parte de las competencias olímpicas y de las que surgieron figuras como Mariana Pajón. Además, “cuando las chicas lo ven dicen: se ve increíble, pero debe ser superdifícil, porque tienen la mentalidad de que es para los hombres, incluso las mujeres que llegan lo hacen a través de sus amigos o novios que hacen skate”.
Recientemente se realizó la cuarta edición del Festival La Leonera, que tuvo lugar entre el 10 y el 13 de octubre en ese corregimiento ubicado al occidente de Cali. Es la competencia más importante que se lleva a cabo en la actualidad, en donde se hace un ranking de longboarders nacionales. A diferencia de La Bajada, por ejemplo, esta carrera no hace parte de la Copa Mundo, pero sí del circuito de la IDF en la categoría de World Qualifying Series, que entrega premios y puntos de clasificación para ubicarse en el ranking internacional, tal cual como sucede en la Fórmula 1. Actualmente, los primeros lugares los ocupan Emily Pross, de Estados Unidos (en la categoría abierta y la de mujeres); Mason Shin, también de Estados Unidos (en la categoría junior); y Cornelius Kaup, holandés (en la categoría masters).
Eventos como estos buscan cautivar a una nueva generación de longboarders, con miras a fortalecer la demanda y formar un entorno que posibilite crear una federación que reúna a los deportistas de esta modalidad. “Un primer paso, que nos podría ayudar en el futuro, es que el skateboarding ya fue aceptado como deporte olímpico para los próximos juegos de Tokio 2020. Puede que el longboard en un futuro se le pueda unir como modalidad y así se crearía una federación nacional, con recursos, eso lleva a crear clubes y hacer crecer este deporte”, resume Mauricio Rodríguez.