Crónicas desde Rusia: la pasión del hincha en el estadio

A veces son los aficionados, y no los jugadores, los que le dan la emoción a un partido de fútbol. Adolfo Zableh, nuestro corresponsal en Rusia, narra todos los estados de ánimo por los que pasó un hincha islandés al ver el primer partido de su equipo en un mundial.
 
Crónicas desde Rusia: la pasión del hincha en el estadio
Foto: Pexels CC BY 0.0
POR: 
Adolfo Zableh

Fui a ver Argentina vs. Islandia al estadio del Spartak, mi motivación: Lionel Messi. Más allá del amargo debut del equipo argentino, a ese señor toca verlo porque ningún ser humano ha hecho en una cancha de fútbol lo que él es capaz de hacer, y desde ya se sabe que va a hacer mucha falta cuando se retire…

Con un partido intenso, pero un Messi eclipsado, la tarde la salvó un hincha islandés, a quien le tocó en suerte una silla junto a la tribuna de prensa. Empezó con toda, cantando el himno con fervor y celebrando cualquier cosa que hiciera su equipo. Y no era para menos: con su país debutando en un mundial, el señor en cuestión fue uno de los 30.000 hinchas que llegaron a Rusia; más o menos el diez por ciento de la población total del país.

Su equipo no tenía que hacer una buena jugada para que él se emocionara. Con que bloqueara un avance rival, despejara una pelota o tirara un centro a nadie o ganaran un saque de banda, gritaba palabras inentendibles. Se entusiasmaba con tan poco que me hizo recordar a Gustavo Dezotti, delantero argentino subcampeón en el mundial de Italia 1990, que en alguna ocasión rememoraba que el Cremonese, club donde jugó en Italia a comienzos de los 90, era tan modesto que los jugadores celebraban los tiros de esquina como si hubieran anotado un gol.

Sentado al lado de jóvenes que probablemente eran sus hijos y a poco más de dos metros de mi puesto, decidí grabarlo y tomarle fotos a escondidas. Por cuenta de ellos no vi lo que pasaba en el partido. El gol de Agüero me tocó verlo en repetición. Cuando el gaucho anotó, el señor de esta historia casi se bota de la silla. A su lado, dos jóvenes no le ponían demasiada atención, y dos sillas atrás, un grupo de hinchas mexicanos se lo gozaban: si un islandés hacía una falta, le gritaban “Red card”, y cosas así. Siempre que le decían algo, él se volteaba y miraba rayado, pero no hacía nada.

En la cancha, Argentina naufragaba y Messi no solo tenía que luchar contra los rivales, sino contra sus propios compañeros: en un par de jugadas de ataque, Banega y Tagliafico se le atravesaron y cortaron su avance. Y no solo eso: falló el cuarto de los últimos ocho penales cobrados entre club y selección.

Mientras Cristiano Ronaldo le marcó tres goles a España, Messi confirmaba una vez más que en la selección no es ni la sombra de lo que es en Barcelona y que no con este equipo no hay manera de que gane un mundial. Mi motivación para ver este partido fue Messi, pero al rescate llegó este hincha islandés anónimo que dejó en el estadio todo y hasta más. Y aunque se fue diluyendo con los minutos, nunca dejó de pararse y gritar, celebrar, emputarse, reclamar, brincar y bailar.

Si en muchas ocasiones los hinchas son los que dañan el espectáculo que es el fútbol, él y sus compatriotas lo embellecieron e incluso le dieron mayor emoción al partido.

Lo único malo es que el gol de Agüero (que puso a Argentina por delante del marcador), fue un golpe tan grande que decidió salirse un rato de la tribuna, por lo que se perdió el gol del empate de Islandia. Verlo en esas, seguro, habría pagado el viaje a Rusia.

Porque una imagen vale más que mil palabras, acá les dejo varias. Son de diferentes momentos del partido, porque en realidad yo no vi mucho de lo que pasó en la cancha del Spartak; todo el show se lo llevó este señor.

         

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junio
20 / 2018