Beatriz Camacho: “Mis colecciones no están basadas en emociones”

Rocio Arias Hofman
Un vitral proyectado sobre el fondo del pabellón de los desfiles parecía apenas un recurso estético para dar inicio a la colección de la tercera diseñadora de la noche. El turno, después de haber visto el trabajo de Andrés Otálora y de Ricardo Pava, era para Beatriz Camacho. Cuando irrumpió la Toya Montoya con la primera salida esa gran ventana de catedral cobró sentido. Un vestido en seda cuya impresión digital mezclaba piel de serpiente en tonos azules, figuras geométricas y fragmentos de un vitral colorido.
Un verdadero rompecabezas para armar pero que, Beatriz Camacho, logró ir mostrando, pieza por pieza, cómo imaginó y produjo una composición aguerrida para el ojo y el espíritu. La firme decisión de no descuidar los complementos con bolsos elaborados con el mismo textil de los vestidos y cuyas solapas aparecían remachadas con piezas artesanales de cobre, así como las sandalias y las botas gladiadoras de tacón elaboradas en piel de serpiente fueron esenciales para mostrar una colección contundente por su personalísimo estilo retro, evocador de los 60 y 70.
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Desde que en 1992, Beatriz Camacho iniciara su carrera en el mundo de la moda colombiana, muy pocos obstáculos han arredrado a esta creadora formada en Boston (New Bury School of Fashion Desing) y en Roma (Escuela Callegari). La creatividad y el pragmatismo parecen haber mezclado sus cargas al punto de lograr que su nombre sea hoy una marca con ancla propia en almacenes en Bogotá, su natal Cartagena y Barranquilla, su ciudad adoptiva donde vive con su marido y tres hijos.
Diners conversó con la diseñadora Beatriz Camacho:
Le llovieron abrazos y aplausos con una colección arriesgada para el ojo común que se resiste a las mezclas y a las superposiciones de diseño, ¿se esperaba la avalancha de felicitaciones?
La verdad es que no. Siempre pienso en hacer el trabajo y que venga lo que venga. A veces no quedo tan contenta. Esta vez logramos un conjunto total, conseguimos amarrar muchos cabos en un solo bloque aunque nunca quedo satisfecha por completo. Esa es mi manera personal de vivir lo que hago.
Me encantó que un editor de moda me dijo que se había sentido en Milán. Otro me dijo que ya había visto todo en Cali, que ya tenía suficiente.
¿Cómo es su proceso creativo?
A mi me gusta que la gente capte de la colección lo que tiene relación con sus vivencias. Por eso, no bautizo ni titulo ninguna de mis colecciones. No me gusta encasillar previamente. Este trabajo tiene que ver con visitas que he hecho a museos muy variados.
Desde el museo de antropología de México hasta el MET de Nueva York he encontrado que, a través de los símbolos y de la geometría, se construía la comunicación en las culturas. Me intrigó esto y comencé a investigar. En todo momento, la geometría es la que nos rige. A uno se le van acumulando pedacitos de vida que impactan tanto que, en algún momento, aparecen y salen las colecciones.
¿Se sintió creando ya algo para el mundo del vintage?
Sí tuve cierta influencia de la situación de la población negra en los años 30 y 40. Encontré música de esa época y quizá eso me remita con esta colección al pasado. Me gusta cierta severidad, masculinidad en mis colecciones para mujer. Lo ultrafemenino no riñe con las líneas rectas y tranquilas. Jugar con esas diferencias de estilos y épocas es lo que más disfruto.
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¿Es intimidante el proceso de usar tecnología para la moda?
Dejo que todo vaya cogiendo su curso natural. No me estreso y todo se va acoplando. Mi trabajo lo hago pensando como si fuera un niño que combina y mezcla. Con mi equipo de trabajo y mi biblioteca de libros y de imágenes logro hacer el proceso de investigación. La impresión digital, luego de la prueba de color, es como hacer una fotocopia. Tengo menos problemas con la tecnología que con lo artesanal.
Rematar mangas sisas, bajos y dobladillos con brocados es una tradición de costurera tradicional, ¿así se siente?
Sí, y me da pesar que se pierda el arte de la moldería. Rematé con flecos de rafia negra, con bordados elaborados en resina y con listones bordados en lentejuelas y canutillo. Se están yendo estas tradiciones. En un documental que vi el otro día sobre Valentino me di cuenta que todas las mujeres eran mayores de 50 años.
En el almacén de Cartagena todavía está una de las costureras que inició conmigo en 1991. Ojalá tuviera habilidad en las manos. Me divierte mucho el patronaje y el manejo de los materiales. El tacto es fundamental para mí, permite que nos consintamos.
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Las botas concebidas como sandalias le dan un vuelco a la noción que se tiene de este tipo de calzado, apto al parecer solo para tierras frías. ¿Son ganas de una costeña que no quiere perderse nada y adapta lo que más le gusta?
Eso hace parte de la tendencia de moda. Yo asisto a los seminarios que hacen grupos especializados y de ahí obtengo la información necesaria para mis colecciones. Así voy mezclando estas indicaciones del mundo de la moda con mi creatividad. +
Aunque como diseñadora no me siento artista. Un diseño se consagra en cuanto la gente se siente identificada con la prenda y la quiere comprar. Como diseñadora debo ir en la línea de hacer cosas originales pero que no se pierdan del gusto del público. Eso es muy difícil.
Hacer cosas geniales está muy bien pero lograr que haya identificación y que además sean comerciales es otro asunto muy distinto. No puedo diseñar a la loca prendas de 10 mil dólares. Tengo que ubicarme en el espacio que yo vivo, dónde y a quién le voy a vender lo que yo hago.
Mis colecciones no están basadas en emociones, sino en un concepto de diseño pero con un pensamiento muy claro en relación con el consumidor.
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¿En qué situaciones y lugares imagina que sean utilizadas estas prendas?
Cualquier mujer puede utilizarlas. No tiene que ser alta ni delgada, es una silueta muy fácil que no se ajusta. Ahí está el truco: una colección que funcione. El cuento del día y de la noche, ¿quién lo inventó? Funciona perfecto el negro de día. Hay que saberlo manejar. Un zapato plano de noche también funciona.
Beatriz, usted ya lleva un buen tiempo en el oficio, pensando y creando para mujeres. ¿Puede describir a los lectores qué tipo de mujer la ha ido convenciendo más?
Yo le diseño a una mujer que sea libre, que no se sienta atada a la moda, que se sienta segura con su cuerpo. Quiero que se sienta feliz con lo que se pone. Hay muchas mujeres que me inspiran por ahí en su búsqueda de identidad. Las mujeres están rompiendo muchos esquemas.
El artículo Beatriz Camacho: “Mis colecciones no están basadas en emociones” fue publicado originalmente en Revista Diners de octubre de 2012