Tenga cuidado con estos peligros de la vida virtual
Cristina Lucía Valdés Lezaca
¿Tiene más de cuarenta años? ¿Ha escuchado hablar de Rappi, Rocket y Mercadoni? No se preocupe si jamás ha oído de estas aplicaciones diseñadas por colombianos, ni si en su celular solo tiene una plataforma de mensajería instantánea, otra para pedir taxi o Uber y, a lo sumo, la sucursal virtual de su banco, porque no le genera mucha confianza hacer transacciones a través de dispositivos móviles.
Pero si tiene menos de cuarenta, con seguridad utiliza periódicamente Uber, Airbnb, PayPal y Tinder, entre otras plataformas que están cambiando la forma en que la gente se relaciona con su entorno, ya sea para viajar, realizar pagos, consumir, transportarse e incluso enamorarse.
Porque el mundo, como estaba hace un par de décadas, cambió en forma radical. Si usted no es millennial, de seguro no sospechaba que algún día iba a existir el carpooling para ir a la universidad o al trabajo; lo máximo que podía hacer en esa época era ponerse de acuerdo con sus compañeros para viajar en carro, tomar taxi o simplemente transportarse en bus escuchando música en su discman (o en el walkman si es un poco mayor). Tampoco dependía de su celular para estar en contacto todo el tiempo con sus amigos o su pareja. Ni corría a poner fotos en su red social.
Pero las nuevas tecnologías abrieron todo un mundo de posibilidades y es así como la masificación de las aplicaciones móviles –appification se llama esta tendencia– está transformando paulatinamente la experiencia de las personas en actividades cotidianas como comer, trabajar, estudiar, transportarse y comunicarse. ¿Mejor o peor? Simplemente distinto. Aquí es clave destacar el acelerado proceso de penetración de internet que ha vivido el país, pues al cierre de 2015 el número de hogares conectados llegó a 42 %, lo que representa un aumento del 23 % frente al 2010.
Además, el informe Networked Consumption, elaborado por la multinacional Ericsson, que indagó la percepción de 11 millones de colombianos entre los 15 y los 69 años de edad sobre su consumo en línea, encontró que el 42 % de los usuarios de internet en Colombia tienen una cultura digital robusta, lo que fomenta el desarrollo de campos como la “economía colaborativa”, en los que se mueven las plataformas que nos vienen cambiando la vida.
UNA NUEVA ECONOMÍA
“En la primera década del nuevo milenio se ha visto cómo las necesidades económicas de las personas y las ventajas tecnológicas han permitido que los diferentes métodos de consumo colaborativo evolucionen con éxito”, asegura Sergio Villaveces, experto en Marketing Digital y Social Business.
A su juicio, la economía colaborativa (sharing economy) se enfoca en las personas y en lo que verdaderamente necesitan, ya que es un sistema basado en el uso de los bienes y no en su posesión.
Villaveces señala que esta tendencia está impulsada por la transformación tecnológica que vive actualmente la sociedad, “y sin duda Latinoamérica es una de las regiones del planeta que más consume tecnología”. El hecho de que haya más dispositivos móviles que personas y el imparable crecimiento del emprendimiento digital, que ha sido el gestor de plataformas colaborativas, así lo demuestran.
Y, de hecho, otra profunda transformación que se ha presentado es la manera de emprender y hacer negocios. Un ejemplo: usted siempre ha querido escribir un libro o hacer una película, pero lo inhiben muchos factores como el financiero o el cómo recibirá la comunidad en la que usted se mueve este fruto de su intelecto. Pues ahora con plataformas de crowdfunding como Kick Starter, que permiten el financiamiento por medio de contribuciones masivas, ese alejamiento o brecha entre las industrias culturales y los creadores se va difuminando día a día. Son incontables las historias de éxito de películas, documentales y libros que se han financiado con la colaboración de muchas personas que creen en la idea de alguien.
PARA TODOS LOS GUSTOS
“No podemos tapar con un dedo que el ser humano haya encontrado mecanismos colaborativos que de paso se han vuelto un gran mecanismo de subsistencia, con modelos eficaces y eficientes. Y está pasando en prácticamente todas las esquinas del mundo y en casi todas las industrias”, indica el columnista y experto en prácticas de consumo Pablo Londoño. Cita el caso de Airbnb, que rompió los esquemas de la industria de turismo y ya opera en 192 países y 33.000 ciudades. El modelo es sencillo, usted tiene un viaje de negocios o placer y puede alquilar un apartamento o una habitación con todas las comodidades a precios razonables.
Pero como este caso hay otros cientos. Está Wheels, una red social criolla pensada para la movilidad, en la que las personas comparten sus vehículos o servicios de taxi para transportarse con seguridad. ¿Cómo? La aplicación nunca interactúa con extraños, sino con el entorno del usuario, llámese amigos importados de los contactos de Facebook o de su celular, colegas y contactos de plataformas como WhatsApp. Uno de sus creadores, Wilber Jiménez, dice que el invento de él y tres socios ha tenido éxito gracias al auge de las aplicaciones “que mejoran nuestras vidas, aportándonos información que nos entretiene, nos educa o nos mejora la movilidad”.
Rappi, por su parte, otra plataforma creada por colombianos, goza de gran aceptación y está presente en Medellín, Barranquilla y Bogotá, donde ha alcanzado un promedio de 130.000 pedidos mensuales. Su filosofía es, según Simón Borrero, uno de sus fundadores, facilitar la vida por medio de la innovación en procesos simples para tareas cotidianas como hacer mercado en minutos, pedir comida a domicilio de los restaurantes de la zona de influencia del usuario (incluso aquellos que no tienen domicilios) en un tiempo que no pasa de los treinta minutos, conseguir efectivo o satisfacer un antojo.
Si bien los principales usuarios de estas y otras plataformas basadas en economía colaborativa son los millennials y una pequeña parte de la generación Z, “de a poco se irá permeando a las generaciones anteriores, pues es cierto que ellos están acostumbrados al sistema económico tradicional, pero también es verdad que son generaciones mucho más racionales, así que al igual que con la adopción digital, a medida que los jóvenes les enseñen las ventajas y beneficios de los métodos de consumo colaborativo, las personas mayores entenderán y se apropiarán de este sistema”, dice Villaveces.
LO BUENO Y LO IMPERFECTO
Las bondades del modelo colaborativo saltan a la vista. Acercan a oferentes y demandantes y eliminan intermediarios. Ahorran tiempo y dinero, generan empleo, aprovechan elementos infrautilizados (carro, vivienda, herramientas) para que puedan ser compartidos. De acuerdo con el reporte Ventajas de la economía colaborativa para el ahorro, realizado por el BBVA, entre los principales beneficios se destacan la mayor eficiencia en la utilización de los recursos, caso plataformas que permiten compartir vehículos, con lo que se agiliza la movilidad y se reduce el gasto energético; mejoramiento de la competencia, que obliga en muchos casos a sectores tradicionales a innovar, estrechar márgenes y ser más competitivos, y mayor oferta para los consumidores, donde muchas veces no es solo cuestión de precio, sino de poder acceder a otras alternativas.
Pero tampoco es un sistema perfecto. Arun Sundararajan, profesor del Stern School de Nueva York, experto en el tema y quien estuvo recientemente en Colombia para participar en un foro de economía digital, expuso que la economía colaborativa constituye la nueva forma de hacer negocios, pero alertó sobre la fragilidad de las relaciones que se crean en torno a esta, porque se interactúa de forma digital y mostró cómo hoy conocemos digitalmente a alguien antes de hacerlo en persona. “La tecnología digital nos separa, nos aísla. Interactuamos con gente en Facebook en vez de verlos cara a cara. Esta generación está tan digitalizada que en muchas ocasiones ve primero en la web el restaurante que va a visitar, antes de ir”, lamenta el profesor Sundararajan.
Otro peligro potencial consiste es que cada vez hay más datos personales diseminados en diferentes dispositivos, lo que incrementa la posibilidad de robo de información, tanto de tipo financiero como de carácter personal, que es una prioridad para los hackers. Los expertos indican que el cifrado y la encriptación de datos serán otras de las fórmulas que habrá que tener muy presentes dentro del panorama de riesgo que abre esta economía.
Estamos viviendo una nueva era y aunque muchos sienten nostalgia por el tiempo pasado, hay que abrazar los cambios que nos faciliten la vida. Pero tampoco podemos olvidar que el digital es un mundo que tiene sus propias reglas y también presenta riesgos. Infórmese, navegue desde plataformas seguras, esté atento a las deficiencias para reportarlas y no olvide que no todo en la vida está en su celular.