“Dar educación gratuita no puede ser el futuro de la educación”, exdirectivo de Google
Mauricio Jaramillo
Publicado originalmente en Revista Diners de marzo de 2016
Si se compara con íconos del mundo tecnológico como Steve Jobs, Bill Gates, Larry Page o Mark Zuckerberg, Sebastian Thrun es un desconocido, al menos fuera de Estados Unidos o de su país natal, Alemania. Probablemente usted, lector colombiano, no haya oído su nombre, y si ve en su perfil que es el creador de Udacity, una plataforma de cursos en línea de tecnología, piense que no tiene ni tendrá nada que ver con usted.
Piénselo dos veces. Thrun no solo es uno de los visionarios y líderes de la disrupción educativa en el mundo, al lado de figuras como Salman Khan (Khan Academy), Daphne Koller (Coursera), Sugata Mitra (investigador indio) y Liz Coleman (Bennington College). En sus años como directivo de Google, se consolidó como uno de los pioneros de los vehículos autónomos. Esos automóviles que se manejan solos y de los que Google y sus rivales esperan que en la próxima década lleguen a las calles del mundo.
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En el gigante de las búsquedas creó Google Street View, el servicio en línea que presenta imágenes de miles de calles y fachadas de ciudades del mundo. También lideró Google X, el laboratorio de ideas futuristas. Allí surgió, por ejemplo, el proyecto de gafas de realidad aumentada Google Glass, que fue cancelado y que algunos analistas consideran un fracaso, pero que podría “resucitar” en los próximos años.
A sus 48 años, este alemán centra sus esfuerzos en Udacity, su empresa y mayor desafío, pero sigue siendo profesor y director del laboratorio de inteligencia artificial en la Universidad de Stanford.
Democratizar la educación
En enero de 2016, el Banco Mundial publicó el informe Dividendos digitales 2016, el cual indica que internet no ha ayudado a que este mundo sea más equitativo ni más justo. Thrun piensa que sí está generando cambios. “Hoy hay oportunidades fascinantes que no existían hace solo veinte años”, le dijo a Foreign Affairs. “El acceso a la educación de alta calidad es muy limitado. Estados Unidos tiene el sistema de educación superior más admirable del mundo, y aun así resulta bastante restrictivo. Es muy difícil entrar en él”, agregó.
Este punto de vista surgió como una revelación cuando, tras años de dar clases en Stanford, decidió crear para la universidad un curso en línea sobre inteligencia artificial. Las expectativas no eran muchas –hace cinco años no había muchos casos exitosos de e-learning–, pero en pocas semanas se inscribieron 160.000 estudiantes, 1.950 traductores voluntarios ampliaron su alcance a 195 países y 44 idiomas, y 23.000 estudiantes lo culminaron.
Mucho después, en una conferencia que llamó “Democratizando la educación”, haría las cuentas que lo llevaron a volcar sus energías hacia la formación en línea: “En verdad, enseñé a más estudiantes en esta clase de los que podría enseñar en Stanford en cincuenta vidas”.
Esta experiencia lo llevó a crear Udacity en 2012, considerado el año de los cursos masivos en línea (MOOC, por sus siglas en inglés), que permitieron la participación abierta y gratuita de decenas de miles de estudiantes sin límites geográficos y sin costo. Udacity se convirtió en uno de los referentes de los MOOC, al lado de Coursera, edX y otras plataformas independientes de las más destacadas universidades.
Pero no todo fue perfecto: como en casi todos los cursos masivos, en Udacity la tasa de deserción de los cursos era del 90 %, y los estudiantes que terminaban los cursos aprendían, pero no vivían un gran impacto en su formación. Entonces, Thrun empezó a crear el modelo que le ha dado el éxito, en cinco pasos:
1. Tratamos de tener alcance global.
2. Queremos que sea divertido y adictivo como un videojuego.
3. Decidimos que los proyectos son mejores que las tradicionales conferencias.
4. Resolvimos democratizar no solo la parte del aprendizaje, sino también las calificaciones.
5. Nuestra gran oportunidad es aprender de los estudiantes. Cuando publicamos un nuevo video, hacemos un quiz o un ejercicio, tenemos unos mil estudiantes de los cuales podemos obtener datos instantáneos sobre las habilidades de aprendizaje de la gente.
Grandes logros, mayores desafíos
“Aún vivimos en un sistema educativo desarrollado en los siglos XVII y XVIII”, le dijo Thrun a The Guardian. Estas palabras revelan un Sebastian Thrun inconforme con sus logros, pese a cifras contundentes como los cuatro millones de usuarios registrados y su valoración financiera, que supera los mil millones de dólares, lo que lo convierte en el primer unicornio de la educación (los unicornios son las empresas de base tecnológica que han superado los 1.000 millones de dólares de valoración).
El alcance global, el primero de los cinco pasos de Udacity, pese a que tiene usuarios en más de 200 países, aún es incipiente: el planeta tiene más de 7.000 millones de habitantes, la mayoría en regiones pobres o en desarrollo. Las universidades no son ni serán capaces de suplir la demanda y los empleadores ya están sufriendo para encontrar talento, al menos en campos como la tecnología. Así que los cursos en línea podrían ser la respuesta para brindar acceso a la educación económica y de calidad a cientos de millones de personas.
Las nanocarreras: la mayor disrupción
El nombre Udacity resulta de la mezcla de dos palabras, audacity, audacia, y university, universidad. Y audaci a no les ha faltado a Thrun y su equipo. Si todo lo descrito de Udacity hasta ahora no resulta suficiente, crearon un modelo llamado nanodegrees, que es no solo el que más lo diferencia de otras plataformas, sino que lo ha convertido en un negocio explosivo.
Hoy, 60.000 de los 4 millones de usuarios son alumnos inscritos en las nanodegrees, que son cursos que valen 200 dólares al mes y, según la velocidad de aprendizaje, pueden tomar entre 2 y más de 12 meses.
¿Dónde está la magia? Primero, rompen con el estereotipo de los MOOC gratuitos
“Dar educación gratuita es realmente una buena idea, pero no puede ser el futuro de la educación. Debe haber un modelo de negocio alrededor que funcione”. Gracias a esos ingresos, Udacity se puede dar el lujo de tener profesores muy bien pagados solo para calificar los trabajos. Thrun destaca que un profesor de Sudáfrica es el que más ingresos obtiene en la plataforma: 11.500 dólares al mes, colaborando a tiempo parcial. “Gana más que yo”, dice.
Pero en realidad la magia está en una conexión directa entre los cursos y el mercado laboral. Estos cursos son construidos en alianza con firmas como Google, Amazon, Facebook y AT&T, así que cubren los conocimientos requeridos por estas y las demás empresas del mundo tecnológico. Los estudiantes que terminan los cursos –más del 60 % de los inscritos– obtienen el “nanogrado”, una credencial que no tiene mayor peso académico, pero que es tanto o más valorada por la industria que un título formal.
Así que la relación entre graduarse en una “nanocarrera” de Udacity y obtener empleo muy bien remunerado en alguna gran empresa tecnológica es directa. Freddy Vega, cofundador de Platzi, una startup latinoamericana de educación en tecnología que llegó a Silicon Valley –un naciente competidor de Udacity–, destaca que “creó una interesante innovación con las ‘nanocarreras’. Un concepto de aprender solo lo necesario para acceder a empleos de Silicon Valley. Cobran tan caro como los sueldos y el estilo de vida de la bahía en California, pero sus alianzas con Google y otras empresas hacen que muchos estudiantes obtengan empleo”.
Costoso o no, Thrun, como el propio Vega y otros líderes de la educación en línea y de la disrupción, sueña con transformar el mundo más allá de la formación en un área del conocimiento o de la generación de empleo. ¿Será Udacity su gran proyecto, como afirma? Puede ser. Pero Thrun, que ya ha dado saltos grandes en su propia carrera, no cierra ninguna posibilidad: “Me gusta tener cuidado con mis expectativas y, además, estoy convencido de que la vida tiene gratas sorpresas para mí”.