1963-2013: carros icónicos que celebran 50 años
Elkin Chávez
“Yo tengo un sueño: que mis cuatro hijos pequeños vivirán un día en una nación donde no serán juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter…”. Mucha gente cree que estas palabras las pronunció por primera vez el reverendo Martin Luther King el 28 de agosto de 1963, en su inolvidable discurso Yo tengo un sueño, dirigido a cerca de 250.000 seguidores en una marcha en Washington. Sin embargo, esa famosa sentencia ya la había usado el caudillo un par de meses atrás en Detroit, cuna de la industria automotriz estadounidense.
Traigo a colación este comentario porque justo el año en que Luther King inflamó el espíritu de la fraternidad y la comprensión con su célebre oratoria, nació la Revista Diners y es justo esa efeméride la que inspira este especial conmemorativo, que incluye una selección de los autos más emblemáticos que estaban de moda en Colombia y en el mundo en ese lejano 1963. Para apreciar la evolución que ha tenido el sector automotor a lo largo de estos años en términos de diseño, innovación y tecnología, presentamos también el modelo más representativo hoy de las marcas invitadas.
En 1963, los grandes fabricantes estadounidenses comenzaban a imponer sus diseños y propuestas; modelos como el Chevrolet Impala, el Chevrolet Bel Air y el Ford Galaxie eran los grandes referentes. Como a principios de los años sesenta un carro norteamericano típico podía medir 5,1 metros de longitud, pesar cerca de 1.700 kilos y estar animado por un motor V8 de 5,2 litros de desplazamiento y 200 HP, fue oportuno que por esa época comenzara a desvirtuarse la popular frase de bigger is better (mientras más grande, mejor). En consecuencia, los diseñadores estadounidenses apropiaron el concepto del auto compacto y así nació el carro intermedio (mid size), con carrocerías en torno a los 4,8 metros.
Si bien las ideas de carrocerías más livianas venían de Europa, las mayores innovaciones tecnológicas a las que podían aspirar los usuarios promedio eran quizás un motor de aluminio, tracción delantera y frenos de disco. Sin embargo, también había espacio para soñar, como lo demostró el Chrysler Turbine, un concept car (modelo prototipo para exhibir en salones internacionales) que causó sensación hace medio siglo.
En realidad, era un automóvil de dos puertas y cuatro plazas, diseñado por la empresa italiana Ghia, que se impulsaba con una turbina de combustión interna que funcionaba con una variada gama de combustibles; el ruidoso propulsor de 130 HP de potencia se gestionaba con una caja de tres cambios, no requería sistema de refrigeración y tampoco necesitaba un período de calentamiento. Aunque se hicieron 50 prototipos y se rotaron entre 200 clientes de la marca para ser probados, el proyecto fue abandonado por lo poco práctico y por no ser compatible con las normas de emisiones contaminantes.
Finalmente, otro de los acontecimientos más significativos del mundo automotor en 1963 y que demuestra la perseverancia de “tener un sueño”, como diría el reverendo King, fue el nacimiento de la marca Lamborghini. A principios de la década de 1960, Ferruccio Lamborghini –un próspero constructor de maquinaria agrícola, a quien le apasionaban los autos deportivos, en particular los Ferrari– se cansó de que los técnicos no pudieran arreglar las constantes fallas que presentaba el embrague de su Ferrari 250 GTB. Ante eso, decidió decirle a uno de sus mecánicos que lo revisara y descubrió con sorpresa que se trataba de un dispositivo exactamente igual al que él instalaba en sus tractores.
Molesto por el hallazgo decidió llamar a Enzo Ferrari y le manifestó su queja, pero Il Commendatore lo menospreció y le dijo que “un fabricante de tractores no podía entender sus autos”. A partir de esa afrenta, Ferruccio se empeñó en crear una saga de automóviles deportivos que pudiera competir con los modelos más reputados de Ferrari. Medio siglo es mucho tiempo para resumirlo en unas cuantas páginas, pero la evolución de las marcas que hoy presentamos es una muestra más de los grandes logros de nuestra civilización.