Karol G: la historia de la Bichota y el reguetón libre de culpas

Carolina Giraldo Navarro, más conocida como Karol G, pasa por su mejor momento en la industria del entretenimiento. La periodista musical Laura Galindo explica las razones de su éxito arrollador.
 
Karol G: la historia de la Bichota y el reguetón libre de culpas
Foto: Juan Naharro Giménez, Getty Images
POR: 
Laura Galindo M.

Antes de la existencia de Karol G, veinte años atrás, nació el reguetón. Una música sentenciada desde el primer momento: por machista, misógina, básica, vulgar y de mal gusto. Un género descalificado en voz alta, que se disfrutaba a escondidas, en fiestas y a poca luz. Un ritmo que le hablaba al cuerpo con impulsos primitivos y que la erudición rechazaba con vehemencia. Una contracultura que, como todas las anteriores, revolucionó su tiempo.

Creció rápido. En la década siguiente, ya dominaba el mercado y había creado una industria capaz de permear a las otras. Estaba en el pop, en la salsa, en la música latina, en las baladas. Unos años más tarde, era la esencia de lo que hoy conocemos como música urbana. Otro par más, y apareció Karol G.

La Bichota, como la conocemos todos, tiene 33 años, nació en Medellín y estudió Música en la Universidad de Antioquia. Ha grabado cuatro discos y recibido más de 70 premios, entre los que se cuentan American Music Awards, Billboard, Grammy, Premios Juventud, Lo Nuestro, MTV y Nuestra Tierra. Y, por encima de todo lo anterior, ha exonerado al reguetón de cada una de sus culpas. Vayamos en orden:

Del machismo al feminismo con Karol G

Karol G
Una de las colaboraciones más exitosas fue la que hizo con Shakira. La canción TGQ se convirtió de inmediato en un éxito global. Foto: Jaume De Laiguana, cortesía Universal Music.

El teórico estadounidense Murray Rothbard afirma que “el axioma fundamental del derecho absoluto de cada hombre es la autopropiedad”; en otras palabras, ser dueños de nuestro cuerpo es lo que nos hace humanos. Cuando esa condición desaparece, como ocurrió, por ejemplo, durante la esclavitud, nos quedamos a mitad de camino y, según Rothbard, nos convertimos en infrahumanos.

En ese orden de ideas, el patriarcado despoja a las mujeres de la autopropiedad del cuerpo. La idea, por suerte ya obsoleta, de llegar virgen al matrimonio para entregarse al marido implica que ese cuerpo deja de pertenecerle a ella para ser de él.

O el hecho de usar las mujeres del enemigo como botín de guerra y tratar su cuerpo como una posesión que se roba es, en palabras de Rothbard, la infrahumanización de la mujer. De ahí que la lucha feminista de la primera ola comenzara por reclamar sus derechos sobre el cuerpo: de lo personal a lo político y de lo doméstico a lo público.

En el reguetón suele ocurrir lo mismo: una voz masculina reclama la propiedad de un cuerpo femenino: “Ese culito es mío, ya yo tengo los papeles”, como dice Poblado, la canción de los cartageneros Nathan y Shander, versionada en 2021 por J. Balvin, Nicky Jam e, incluso, la misma Karol G.

Sin embargo, en un tiempo más reciente el mensaje de la Bichota es otro: mi cuerpo es mío y yo decido sobre él. Existo como ser sexual, me permito el erotismo y el derecho al placer. 

Salgo acicala’ de pie’ a tope, 

porque puede ser que con el culo mío te tope’, tope’. 

Me siento bichota sin salir del bloque, 

to’ me quieren partir y no tienen con qué.

Canción BICHOTA del álbum KG0516 de 2021.

De la misoginia al empoderamiento femenino

Karol G
La Bichota se mueve como pez en el agua en un género musical que era mucho más masculino. Aquí junto al puertorriqueño Maldy. Foto: cortesía Universal Music.

“Karol G es identificada como una mujer que invita a otras mujeres a ser independientes. Sus letras van en contravía del amor subordinado que nos han inculcado”, dice la feminista Merarit Viera, profesora investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, en Xochimilco  (México). 

Usemos la música como ejemplo: Agárrala, pégala, azótala, pégala. Sácala a bailar que va a to’as, cantaban los puertorriqueños de Trébol Clan en  2003. Son versos llenos de violencia, que invitan imperativamente al maltrato, al abuso y al menosprecio. Ahora, Yo también tengo una Jeepeta, la tengo fuletea’ con to’a mi’ shortie’. Dejamo’ el miedo en la gaveta, cuida’o con lo que sube pa’l story, canta Karol G.

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“Cuando la artista menciona que ella también tiene una jeepeta, quiere decir que ella no necesita a nadie para hacerse responsable de sí misma y sus emociones. El jeep es la representación simbólica masculina de poder, Karol G se apropia de él y, además, lo enuncia en femenino”, explica Viera.

Sin embargo, no es la primera vez que una mujer se muestra fuerte e independiente en la música; pasa con la de despecho desde hace por lo menos treinta años: letras llenas de rabia que invocan venganza en lugar de tristeza lastimera. Pero esas son letras escritas por hombres para voces femeninas, es el mismo discurso de la masculinidad hegemónica
—fuerza, poder, venganza, rabia— en boca de una mujer, una por la que hablan otros.

Por el contrario, Karol G transforma esos preceptos emocionales de subordinación y dependencia, les da la vuelta y pone a la mujer en el centro como sujeto de acción, capaz de decidir sobre sus emociones. Es un discurso propio, que apela a la autoestima y el autocuidado, al empoderamiento y la sororidad. Esta noche voy a cumplir con mi misión, es que tú repitas “el pedazo ’e mierda es él y no soy yo”.

Karol G: de lo básico a lo académico

Karol G
El pasado 4 de febrero, la artista paisa obtuvo su primer Grammy anglo en la categoría de mejor álbum de música urbana. Foto: Kevin Winter, cortesía The Recording Academy.

Después de viajar a la reserva de Masai Mara, en Kenia, y de conocer la música tradicional a cappella del lugar, Karol G quiso hacer una canción con arreglos enteramente vocales. Buscó referencias e, inevitablemente, dio con la famosísima Don’t Worry, Be Happy, de Bobby McFerrin. Se puso en contacto con Linda Goldstein, manager y productora de McFerrin desde hace más de cuatro décadas, e indagó por un posible trabajo colectivo. Goldstein le aconsejó que hablara con otro colombiano, el músico, productor y director Andrés Ospina, a quien había conocido en Circlesongs, un encuentro de improvisación vocal con cantantes de todo el mundo.

Ospina recibió una maqueta de piano y voz con la melodía de lo que luego sería Mientras me curo del cora, y sobre ella grabó 43 voces organizadas en ocho grupos, con los que formó una suerte de orquesta vocal en la que emulaba sonidos de percusión, bajo, efectos sonoros e instrumentos melódicos. Trabajó de cerca con Linda Goldstein, que se encargó de supervisar los arreglos, y con Karol G, que todo el tiempo estuvo revisando y sugiriendo ajustes. “He escuchado mucho que es un sample de la canción de Bobby McFerrin —dice Ospina—, pero no es así; esta es una grabación enteramente nueva que yo hice, y que no tiene ni la misma tonalidad, ni la misma armonía, ni el mismo acompañamiento, ni la misma velocidad de la canción original. Es algo hecho desde cero y no un extracto del tema de McFerrin”.

De lo vulgar y de mal gusto a la conciencia de clase

Karol G
Karol G participó en la serie Griselda, producida y protagonizada por la barranquillera Sofía Vergara. Foto: cortesía Netflix.

El reguetón responde a la estética de lo popular. A una imagen, un lenguaje y un sonido en el que se ven representadas las clases bajas y que, como consecuencia, son fuertemente condenados por la élite. En el caso particular de Medellín, se habla de “lo narco”, una identidad asociada al comercio ilícito de drogas que existió en Colombia entre la década de los noventa y los años dos mil, determinada por la exageración, el brillo, lo exuberante y lo ruidoso. Esta asociación no resulta del todo correcta, ya que lo que se reconoce como estética “narco” no es más que la emulación aspiracional de las tendencias globales de la moda para entonces: lo kitsch.

La Bichota se apropia de esa estética condenada y la dignifica. “Su forma de hablar, de verse, de perrear en tarima, de interactuar con su público, así como sus fans llenos de brillo y la descarga de pólvora en su show, son un recordatorio de mi pertenencia, de mi identidad y de mi clase social. Lo que en algún momento fue motivo de desprecio, vergüenza, rabia y resentimiento, hoy es mi conciencia”, dice Elizabeth Otálvaro, periodista ganadora de un CPB en la categoría opinión por su columna “Mutante sobre la Bichota”.

El requinto brilla en una de esas típicas vueltas melódicas de la música de cantina, y sobre el escenario, Karol G, con el pelo rojo encendido y un vestido rosa muy corto, de escote pronunciado y cintura entallada, levanta una copa de trago hacia el público. Aprieta el micrófono: La veo sufriendo sola aunque lo niegue, se muerde los labios pa poder ser fuerte. ¿Cuántas horas de llorar son suficientes pa entender que no es amor? Así que suerte.

El requinto contrapuntea y la Bichota aprovecha para conversar con su público: “Uy, servime otro y salud”. Se manda un trago y deja el vaso vacío sobre una mesa auxiliar. El requinto contrapuntea de nuevo, el público grita y luego todo Viña del Mar canta: Y nos tomamos las doscientas copas que haya en la barra y nos subimos a cantar la tusa hasta que todos se vayan. Esta noche voy a cumplir con mi misión, es que tú repitas “el pedazo ’e mierda es él y no soy yo”. 

Marica, ya… 

         

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abril
3 / 2024