Briela Ojeda: “Soy una viajera que toma fotos acústicas mediante la composición”

Zamira Caro Grau
Briela Ojeda ha construido un camino en la escena de la música de autor en Colombia, tanto así que ha sido parte de importantes festivales del país como el Estéreo Picnic o el Festival Cordillera.
Ahora, a puertas de sacar nueva música, Diners le comparte esta entrevista que le realizamos en búsqueda de cuatro voces femeninas que usted debe conocer. Le compartimos la entrevista.
¿Cómo comenzó su relación con la música?
Empezó desde que nací, seguramente desde la panza, porque a mi familia le gusta mucho interpretar y escuchar música. Por parte de mamá, mi abuelo toca guitarra y siempre estuvo esa presencia. Sin embargo, últimamente lo considero como una energía, una entidad, una cosa mucho más grande, porque también le he entregado esa misma energía.
Siempre fue para mí una manera de expresarme, me gusta mucho el teatro pero la música se me ha dado. Tiempo después llegó el Factor X a Pasto y esa fue la primera vez que intenté algo así y nos presentamos mi hermano y yo, fue una esperanza no sé de qué pero creo que mi camino ha estado marcado por muchos fracasos que han sido importantes, porque son errores generosos que solamente han redireccionado el camino por donde mi alma encontrará felicidad.
Ya en los últimos años empecé a combinarlo con toda mi dedicación, mi habilidad y mi talento, con una manera de mirar el proyecto mucho más integral, y se ha convertido en algo grande en mi vida.
Parte de su éxito se debe a su sonido diferente, que viene también de una composición muy distinta. ¿Cómo es su relación con la composición?
Todo ha sido un camino y poco a poco una va desarrollando esas habilidades y esos músculos que requiere la composición. Antes tenía miedo pero me atreví y empezaron a pasar cosas lindas.
Hay un dato que me gusta contarlo y es que una vez estaba en Medellín con una parcera y había un gitano, él nos pidió dinero y nos dijo que nos podía leer la mano, y mi amiga dijo que sí. Cuando empezó a leerme a mí dijo muchas cosas, y entre todas ellas fue que tenía mano de bruja, que tenía el 13, el 6 y el 9, que son los números del arte, la música y la escritura, y ese man fue como de esas personas que son simplemente cachetadas en la cara que te dejan pensando mucho. Desde entonces empecé a componer mucho más, a sentir mucho más.
Ya después de Templo Komodo, mi primer álbum, empecé a conocer otro tipo de cosas en cuanto a la composición, y no únicamente con la simplicidad o la complejidad de las estructuras, y que no sean cuatro acordes o una melodía repetitiva a la que después le pones letra, sino que hay muchas otras partes en cómo se puede llegar a crear un ambiente sonoro y no necesariamente acaba siendo una canción de tres minutos radiable.
Además, también tiene que ver con lo que estás decretando. Por ejemplo, yo pienso qué quiero para mí en el futuro y lo que necesito repetirme a mí misma para poder atravesar alguna cosa. Si yo tengo que estar cantando esas canciones en cada concierto pues estoy manifestando mi propia realidad, creo que le pongo una carga que tiene que ver mucho con manifestación y cómo manejar energías para poder abrir caminos.
Yo lo he querido ver así, pero no significa que sea la realidad para las demás personas que componen.
En varias de sus tarimas se ha visto rodeada de mujeres de la música, ¿qué papel cumplen ellas en quien es usted como artista?
Es como una cosa del flujo que quiero tener con los círculos que me rodean y cómo quiero manejar la manera de funcionar con el proyecto.
Hay muchos despertares que como persona, como músicos y como consumidores de música se debe reconsiderar para no dejarse llevar por esa inercia, porque si no vas a ser un artista relleno de entrevistas, y después vas a una sesión, grabas, en fin, terminas sin ánimo de nada, y siento que eso ha sido lo importante de todas las conversaciones que tengo alrededor mío, de todas las personas que comparten música conmigo, porque creo que es importante estar en la misma página para crear y saber para donde uno quiere mandar la música.
Entonces, creo que ha sido hermoso con ellas poner en común todas las perspectivas de cómo se puede vivir la música de maneras diferentes, siendo únicas y especiales. En la música hay mucho goce entonces hay que aprovecharlo, son aventuras muy hermosas, esto abre unas puertas mucho más abundantes de lo que podría uno pensarse y creo que es una dicha poder gozarla en todas las intimidades posibles: en una tarima con la amiga que se sube menstruando y todas estamos ahí también sabiendo que necesitamos subirla. Esto es para que uno no se sienta sola en la existencia.
Yo tenía mucha rabia con mi energía femenina por todas las desventajas que me podía llegar a traer porque claro, si vos tienes raye con tu vagina o con tu útero y te da culpa tu sexualidad pues obviamente te vas a enfermar, entonces es importante aceptarla aunque sea un proceso largo. Me cansa un poco quedarme en esa situación de ‘pobrecitas nosotras las mujeres porque la tenemos difícil’. Sabemos que ha sido muy injusto y que hay muchos espacios en los que todavía no podemos hablar, pero lo que necesitamos es tener fuerza y aprender a valorarnos, porque el talento es lo que habla.
Encerrarla en un género musical es muy difícil, ¿cómo describiría su sonido? ¿En dónde encaja?
Yo agarro de toda parte, pero creo que va muy pegado a donde voy recorriendo. Mis canciones rítmicamente y melódicamente parten de cosas que aprendo del territorio. Por ejemplo, Doña Justicia, inspirada en bambuco sureño, sí o sí va a traerme de vuelta a Pasto, pero yo estaba en la Patagonia cuando la compuse con la intención de que estaba extrañando mi territorio.
Para mí habitar la música también es descubrirse en la samba, el mambo… En fin, yo quiero conocerme en todos los ritmos. Yo nací en Londres y al año y medio después me fui a vivir a Nariño, entonces creo que sí influyó mucho en esa vaina de las raíces y me permite ver todo como si fuese ciudadana del mundo y los territorios me llaman. Soy una viajera que toma fotos acústicas mediante la composición.
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