Seaspiracy: lo que debe saber sobre el documental del que todos hablan

Explicaciones, controversias, verdades y mentiras sobre Seaspiracy, el documental de Netflix sobre la pesca insostenible.
 
Seaspiracy: lo que debe saber sobre el documental del que todos hablan
Foto: Netflix
POR: 
Maria Camila Botero

Si quiere salvar a los océanos, la única manera es dejar de comer pescado. Al menos eso es lo que propone Seaspiracy, el nuevo documental de Netflix que habla del nocivo impacto de la pesca industrial para el planeta y que asegura que la pesca sostenible no siempre es lo que parece.

Este documental fue producido por el mismo equipo de Cowspiracy, que en 2014 mostró lo que sucedía en las granjas industriales y lo contaminante que es el consumo de carne.

Ali Tabrizi es el director de Seaspiracy, un cineasta británico apasionado por la vida marina desde que era un niño, que pasa gran parte de su tiempo recolectando plásticos y otros residuos de las playas. Siempre pensó que el mayor problema para los océanos eran los pitillos, cubiertos desechables y demás implementos que usamos a diario, pero una vez se metió de lleno en esta investigación, encontró fuentes aún más contaminantes.

 

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¿Cómo empezó todo en Seaspiracy?

Las primeras imágenes de Seaspiracy muestran coloridas criaturas marinas nadando libremente en la inmensidad de los océanos, que albergan el 80 % de toda la vida en la Tierra. Y también se puede ver a un pequeño niño (el director) que disfrutaba asistir a parques acuáticos para ver a sus animales favoritos hacer piruetas: las ballenas y los delfines. Pero luego las escenas de delfines y tiburones atascados en redes que inundan los barcos de sangre desdibujan ese paisaje perfecto. Cuando la crueldad y las cifras se manifiestan, la visión romántica de los océanos cambia.

La preocupación de Tabrizi llegó cuando comenzó a ver en noticias ballenas varadas en las playas con el estómago lleno de plástico. “Proteger a estos animales significa proteger a todo el planeta. Si los delfines y ballenas mueren, el océano muere. Y si el océano muere, nosotros también”, explica en el documental.

Foto: Sea Shepherd


Los océanos generan más oxígeno que la selva amazónica

Esta afirmación se debe a que son las ballenas y los delfines quienes fertilizan pequeñas plantas marinas llamadas fitoplancton que cada año absorben cuatro veces más dióxido de carbono que la selva amazónica y que generan hasta el 85 % del oxígeno que respiramos, según National Geographic.

Y aunque menciona cifras devastadoras, como que el equivalente a un camión de basura lleno de plástico es arrojado al mar cada minuto para unirse a las más de 150 millones de toneladas que ya están flotando ahí para luego convertirse en microplásticos que superan en número a las estrellas de la Vía Láctea al menos 500 veces, el mayor problema no estaba allí.

Seaspiracy: un viaje a Japón

Tabrizi y su equipo viajaron a Taiji, Japón, para seguir de cerca los barcos pesqueros. Allí se encontraron con que más de 700 delfines y pequeñas ballenas son capturadas al año. Algunos son vendidos a parques marinos, pero la mayoría son asesinados porque los ven como una competencia. “Creen que si se deshacen de ellos habrá más peces para atrapar”, asegura Tamara Arenovich, de Sea Shepherd Conservation Society, en el documental.

A medida que la investigación avanza, las cifras siguen en aumento, pero esta vez a causa de la captura accesoria, que son todas las especies marinas (no deseadas, sin valor económico y/o protegidas) que quedan atrapadas en las redes cuando el objetivo es pescar una clase diferente.

 

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Frente a esto el documental explica que hasta el 40% de la vida marina capturada es justo por esta razón y luego es arrojada al mar, donde la mayoría muere antes de llegar al agua. Otro dato que mencionan es que mientras los tiburones matan en promedio a 10 personas por año en el mundo, los humanos matamos entre 11 mil y 30 mil tiburones por hora. La mitad de estos son asesinados a causa de la captura accesoria.

¿Por qué es tan destructiva la pesca industrial?

Las tasas más elevadas de captura accesoria se asocian a la pesca de arrastre, y el documental The end of the line (2009) -basado en el libro del mismo nombre del periodista de investigación Charles Clover, que fue presentado con el apoyo de la fundación MarViva y Greenpeace-, explica el porqué.

Según este, la boca de las mayores redes de arrastre del mundo son lo bastante grandes como para alojar 13 aviones Boeing 747. Por lo tanto, la pesca de arrastre sobre el fondo marino arrasa con todo lo que está a su paso: desde esponjas marinas y corales hasta delfines y tiburones.

“1.500 miles de millones de hectáreas son arrastradas por año a nivel global, de acuerdo a los documentales The end of the line y Seaspiracy. Esto equivale al 10 % de la superficie total de la Tierra y es casi como talar mil veces el área de bosque que se pierde cada año”, explica Néstor Ardila, biólogo marino y jefe de Investigación y Consultoría de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

El mayor depredador de los oceános

Ardila agrega que el grado de alteración de la pesca de arrastre es altamente variable. Según una publicación realizada en octubre del 2018 en la revista académica Proceedings of the National Academy of Sciences, se presentaron intervalos entre el 1 al 80 % en las 24 regiones que fueron objeto de estudio. Tan solo en esos lugares, 1.1 millones de kilómetros cuadrados fueron arrastrados (siendo los mares europeos algunos de los más afectados).

 

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Así mismo, los investigadores y científicos entrevistados en Seaspiracy aseguran que la mayor amenaza para las ballenas y los delfines es la pesca comercial, pues más de 300 mil mueren cada año a causa de la captura accesoria. Además, la organización Sea Shepherd descubrió recientemente que en la costa atlántica francesa, hasta 10 mil delfines mueren anualmente por este motivo. Diez veces más que la matanza de delfines en Taiji.

Este problema, que según Sea Shepherd lleva ocurriendo por lo menos 30 años, no es el escenario más desafortunado. “Lo que lo hace todo aún peor es que esta pesquería destructora fue galardonada por sus prácticas de pesca sustentable durante años”, menciona Tabrizi en el documental.

Dolphin Safe y las etiquetas de pesca sostenible

La principal labor de Sea Shepherd es vigilar de cerca a los barcos pesqueros para controlar la pesca ilegal. Han visto “miles de tiburones asesinados por barcos atuneros que son llamados ‘amigables con los delfines’”, según explica Alex Cornelissen, CEO de la organización, en su página web.

Además, en el documental resaltan un caso donde atraparon a un barco pesquero que mató 45 delfines por pescar ocho atunes. Ese barco trabajaba para un fabricante de atún con el sello Dolphin Safe.

Respecto a esto, la Marine Stewardship Council (MSC), organización que otorga estos sellos y que fue creada por WWF y Unilever hace más de 20 años, se pronunció a través de su página web: “queremos dejar las cosas claras sobre algunas de las afirmaciones engañosas de la película”, dicen.

“No es fácil conseguir la certificación”

En el comunicado explican que la certificación no es un proceso fácil y algunas pesquerías requieren muchos años para mejorar sus prácticas y alcanzar sus estándares. Por lo tanto, aclaran que todas aquellas certificadas según el estándar MSC deben proporcionar evidencia de que están minimizando activamente las capturas no deseadas.

 

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“Las que necesitan mejorar deben establecer metas para mantener sus certificados o corren el riesgo de ser suspendidas. Creemos que la pesquería islandesa mencionada en Seaspiracy entra en esta última categoría. Fue suspendida del programa debido a problemas de captura accesoria y solo se le permite regresar cuando lo haya resuelto”, puntualizan.

Sin embargo, cuando Ali Tabrizi entrevistó a Mark J. Palmer, vocero de Dolphin Safe Tuna, admitió que es imposible garantizar que la pesca no perjudique a ningún delfín. “Una vez que están en el mar, no hay forma de saber qué hacen. Tenemos observadores a bordo que pueden ser sobornados”, fue su respuesta.

Cabe aclarar que Palmer aseguró que sus comentarios fueron sacados de contexto, algo que Tabrizi negó. “La etiqueta no dice 95 % Dolphin Safe, afirma que protege a los delfines. En palabras de Palmer: ‘un delfín y estás fuera’. No fue sacado de contexto”, aseguró Tabrizi al diario británico The Guardian.

¿La pesca puede ser sostenible?

En Seaspiracy no diferencian entre pesca industrial y pesca artesanal, solo dicen que la pesca sostenible es prácticamente imposible. En relación con esto, Néstor Ardila destaca un buen ejemplo de lo que no se debe hacer en la pesca, como fue el caso del bacalao en Terranova: durante décadas, este pez que abundaba en las aguas canadienses, fue la principal fuente de ingresos de la población, pero debido a la sobrepesca, a duras penas se se encuentra en la actualidad.

Sin embargo, el experto aclara que hay algunos ejemplos exitosos en el mundo. Por solo mencionar uno de ellos está el caso de la pesca de merluza en el Mar Mediterráneo que implementó un avanzado sistema de exclusión al permitir que entre el 50 % y el 90 % de los individuos jóvenes pudieran escapar de la red. “Las rejillas resultaron eficaces y útiles para la exclusión de la merluza en fondos ubicados a profundidades entre 50 y 300 metros”, explica un artículo publicado en el 2004 en la revista académica Scientia Marina.

 

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Ejemplo colombiano

De hecho, en Colombia existen varios ejemplos de pesca artesanal sostenible. Uno de ellos fue llevado a cabo por la fundación MarViva, cuyo objetivo es la conservación de la biodiversidad marina.

“El proyecto consistía en identificar comunidades con miras a destinar actividades responsables de pesca artesanal donde se capacitó desde el pescador hasta los restaurantes que compraban y los comensales”, explica Juan Manuel Díaz, biólogo, doctor en Ciencias Naturales, asesor científico de MarViva y profesor de la Universidad Nacional de Colombia.

Éxito con WOK

Una de sus experiencias más ilustrativas fue con la cadena de restaurantes WOK, con la que vincularon pescadores de Bahía Solano. El papel que cumplía la fundación era supervisar que los pescadores respetaran unas reglas a los largo del juego: utilizar artes responsables y selectivas (como atarrayas y líneas de anzuelos específicas), no pescar por debajo de la talla de madurez, no atrapar especies amenazadas, entre otras.

 

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Así mismo, los restaurantes debían pagar un precio más justo por el pescado, ya que el pescador estaba presentando un producto de mejor calidad y que no afectaba de la misma manera a los océanos. Además, a los comensales y a los restaurantes les enseñaba a identificar las especies y a verificar que las reglas se estuvieran cumpliendo. Incluso, llevaban al chef hasta Bahía Solano para que conociera de dónde salía el pescado y el pescador iba hasta Bogotá para ver dónde terminaba el mismo.

“Logramos formar una relación muy bonita porque se creó conciencia en ambos lados. Sin embargo, llegó un punto en el que todo el mundo quería vincularse y se nos terminó volviendo una cosa un poquito inmanejable porque la capacidad de la fundación no daba para tener supervisores por todo el país, así que decidimos parar el programa”, comenta Díaz.

Retos en la vigilancia

MarViva paró antes de que las cosas se salieran de control y se desviaran del objetivo principal de la fundación: conservar los mares. “Estaban sacando más pescado que antes porque la demanda seguía creciendo y todos querían estar dentro. Además, de eso se valieron algunos comerciantes que se disfrazaban de responsables ambientalmente solo para vender más. Así que se nos volvió muy difícil de controlar”.

Ellos aportaron su granito de arena hasta el momento en el que pudieron, pero luego, según relata Díaz, necesitaron de una autoridad que estuvo ausente. “Es un control que debería ejercer la autoridad ambiental y pesquera, y al no estar respaldados sólidamente por ellos, la vigilancia se volvió muy complicada porque no se puede abarcar a todo el país con ese sistema”.

Foto: Cortesía de Sea Shepherd


El papel de las ONG

Esta misma situación la denuncia Seaspiracy con la pesca industrial, pues hace falta control de las autoridades. Según el documental, hay 4 millones 600 mil barcos comerciales de pesca en el mar y los gobiernos no dan abasto para vigilarlos.

Le pregunté a Néstor Ardila qué pensaba respecto al caso de Dolphin Safe que mencionan en el documental y comparó la situación con MarViva. “Si ellos estaban tan comprometidos con la defensa de los delfines y eran conscientes de que no podían hacer la verificación, entonces no otorguen el sello. Ahí uno empieza a dudar qué es lo que los mueve. En cambio MarViva fue clara: ‘No podemos verificar, mejor retirémonos’. Eso me parece muy honesto”.

Además, resalta que después de ver el documental uno queda con el mensaje de que las ONG “no sirven para nada y que todas están compradas, pero creo que tampoco debemos ser tan extremistas porque hay entidades que están haciendo bien las cosas”.

¿Qué nos motiva a conservar una especie?

“No podemos tener un océano saludable que sustente la vida en la Tierra, incluyéndonos, si no se controla con urgencia la sobrepesca”, precisa WWF en un comunicado publicado en su página web. A su vez, el documental The end of the line explica que creemos que el océano es tan inmenso que podemos sacar recursos infinitos de este. “Tenemos que retroceder 200 años para recuperar la abundancia de vida de nuestros océanos”, apuntan.

Pero la pregunta es, ¿vemos a los océanos como algo lejano a nosotros?, ¿qué es lo que nos motiva a querer conservar una especie o un ecosistema? La familiaridad, la biofilia (sentido de conexión con la naturaleza) y lo carismática que nos parezca un animal determina nuestra preocupación por protegerlos, según explica un artículo publicado en el 2007 en la revista académica Biological Conservation.

Seaspiracy

“La gente está más interesada en animales que en plantas y, dentro de los animales, están más interesados en vertebrados que en invertebrados (…) A pesar de que muchos grupos insignificantes (como microorganismos o algas) juegan un papel importante en el funcionamiento de los ecosistemas, no son bien valorados por el público en general”, explica la pesquisa, lo que quiere decir que sentimos más conexión con un tigre que con un bacalao, por ejemplo.

¿Nos importa el cultivo de zanahoria?

La revista científica PLOS ONE publicó en el 2017 una investigación acerca de qué ecosistemas y animales podrían recibir mayores donaciones. Algunos de los aspectos relevantes que encontraron fue que los animales más grandes son más valorados que los pequeños, que las especies ocupan un lugar más importante en la mente de las personas que los biomas y que lo ‘linda’ que sea una especie está relacionado con la intención de conservación.

“Si a uno le dicen vamos a sacrificar un cultivo de 10 hectáreas de zanahoria, pues nadie se siente mal. Y si son animales que se alimenta de lo que cultivamos, tendemos a tener poca afinidad con ellos y pocos motivos para conservarlos. Así que me parece que los productores del documental explotaron mucho esa psicología humana al mostrar los daños colaterales”, agrega Ardila.

Curioso, ¿no? Porque tanto el oso de anteojos tierno como el pez pequeño experimentan miedo y dolor, de acuerdo con la European Food Safety Authority. De hecho, según menciona la reconocida activista y oceanógrafa Sylvia Earle en el documental, “los peces poseen un sistema nervioso, así que tienen la capacidad de sentir en un nivel que no puedo imaginar que podamos. Sentimos dolor, pero ellos tienen una línea lateral que detecta los pequeños movimientos en el agua”. Igualmente, asegura que decir que un pez no siente es una justificación “para hacer cosas horribles a criaturas inocentes”.

Polémica por Seaspiracy

Seaspiracy ha recibido excelentes críticas e incluso logró que celebridades como Bryan Adams instaran a sus seguidores a ver el documental y dejar de comer pescado. Sin embargo, algunos de los entrevistados aseguran que sus declaraciones fueron tergiversadas y que hay estadísticas erróneas.

La profesora Christina Hicks, una científica ambiental entrevistada para el documental, aseguró a través de Twitter que era “desconcertante” descubrir un cameo suyo en una producción que critica la industria “que amas y con la que has comprometido tu carrera”.


A su vez, Oceana, una ONG que hace campaña por la protección de los océanos y que también aparece en el documental aseguró a través de un comunicado que “optar por abstenerse de consumir productos del mar no es una opción realista para los cientos de millones de personas en todo el mundo que dependen de la pesca costera, muchas de las cuales también enfrentan la pobreza, el hambre y la desnutrición”.

¿Qué tan exactas son las cifras dadas en Seaspiracy?

“Me parece que este documental es un poco más de lo mismo que muestra The end of the line, pero más exagerado. No me gustó que hay unos datos poco creíbles como las cifras de pesca incidental, que no mencionan de dónde las sacaron. Pero en términos generales cumple con su objetivo de crear conciencia y a mí lo que me interesa es que la gente cada vez se preocupe más por el mar, así sea con numeritos exagerados”, comenta Juan Manuel Díaz.

Por su parte, Néstor Ardila opina que “tocan un tema sensible y es real la degradación a la que estamos llevando al planeta. Pero de alguna manera, después se empieza a distorsionar la información e inclusive se llega a rotular que los asiáticos son lo peor”.

Océanos vacíos en el 2048

Seaspiracy Foto: Cortesía de Lucy Tabrizi


Empecemos a desglosar algunos de los puntos. ¿Los océanos estarán prácticamente vacíos para el 2048? Ardila asegura que ya hay muchas investigaciones que han probado que eso no pasará. De hecho, el autor del estudio que citan en el documental, Boris Worm, le dijo a la BBC que se refirieron a una investigación del 2006 que ya no tiene la misma validez.

Es falso que los océanos no tendrán casi peces en el 2048 como lo mencionan en Seaspiracy. Lo que sí es cierto es que “le estamos causando mucho daño al océano y en algún punto se quedará vacío. No importa si es en el 2048 o en el 2079, la pregunta es: ¿vamos en la dirección correcta o en la incorrecta?”, se preguntó el reconocido profesor Callum Roberts para The Guardian, quien también fue entrevistado para el documental.

Las redes son la principal fuente de contaminación en los mares

En cuanto a la afirmación de que casi el 50 % del plástico en la Gran mancha de basura en el Pacífico son redes de pesca, la BBC explica que es un dato real que requiere contexto, ya que si bien el estudio citado en el documental dice que la mayor parte de los desechos visibles son boyas, jaulas y redes de pesca, esto se debe a que se demoran mucho más en fragmentarse. Por otro lado, las bolsas y los pitillos se desintegran fácilmente y se hunden en el fondo del mar.

“En el documental dicen que la mayor fuente de plástico son los desechos de las redes de pescas y sí, realmente hay muchas, pero la principal fuente de contaminación son los plásticos y demás elementos que generamos en las costas. La mala gestión de eso es el principal problema”, agrega Ardila.

En conclusión, ¿dejar de comer pescado es la solución?

“El veganismo no es la solución porque no podemos convertir al 100 % de la población. Aunque me encanta la comida vegana, las soluciones extremistas siempre han mostrado que no son la mejor manera para proteger al planeta”, dice Ardila.

Inclusive, Callum Roberts explica en el documental que dejar de comer pescado no es la mejor forma de mitigar el daño, ya que los impuestos que pagamos seguirán promoviendo la pesca industrial porque muchos gobiernos la subsidian.

Así que, ¿qué podemos hacer para mitigar el daño? Juan Manuel Díaz cree que la mejor manera es conocer lo que se está comiendo y Ardila agrega que se deben implementar artes de pesca menos destructivas y ser muy selectivos en cuanto a la talla de madurez para así permitir que las especies se sigan reproduciendo.

Seaspiracy

Posibles soluciones

“Si se controla el tipo de red, se hacen cierres de pesquerías y se implementan reservas marinas se puede lograr que la pesca no sea tan destructiva. Además, es importante que se definan cuotas de captura (límites en la pesca), que se haga gestión con las comunidades y que las políticas de Estado promuevan la pesca sostenible para que sea este quien tome las decisiones y no se lo deje a pequeñas instituciones”, puntualiza Ardila.

Para él, a pesar del mal manejo que se pudo dar por parte del documental en algunos momentos, lo más importante es que llamó la atención de la gente porque la sobreexplotación pesquera es real. “También me gustó que abrió el debate científico porque solemos ser muy cerrados y creo que eso debe cambiar porque nos dimos cuenta de que alguien puede coger una verdad y tergiversarla”.

Bien lo dijo la bióloga marina Sylvia Earle en el documental: “Las cosas positivas y negativas que provocan cambios en la humanidad empiezan por alguien. Y ninguna persona puede hacer todo, pero todos podemos hacer algo”.

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abril
26 / 2021