La presentación del aclamado director colombiano que llega a las pantallas de cine del país
Revista Diners
Andrés Orozco camina, cruza un pasillo con la batuta en la mano. Hace una pausa, que es como un suspiro, en el umbral de la entrada, y entonces entra a un escenario que lo espera con una familia de músicos en pie, y un aplauso afinado que antecede a las felicitaciones por el espectáculo que se viene. Orozco sube al podio, un silencio corto tensa los nervios, los brazos del director suben, los músicos arreglan su posición y las primeras notas de la novena Sinfonía de Beethoven, empiezan a timbrar al pulso de la Orquesta Sinfónica de Viena.
Es 31 de diciembre de 2018, la Sinfónica de Viena sigue la tradición de interpretar esta obra en plena víspera de año nuevo y el turno para dirigir esta función es de Andrés Orozco, el director colombiano que ha conquistado los oídos expertos de la música clásica en Europa.
“Cuando escuchas la pieza, la conoces y pones todos estos elementos juntos, es como una forma perfecta de estar en paz, de darte a ti mismo los mejores deseos, de tener tus mejores ideas y eso es lo que quería Beethoven de alguna forma, engrandecer la expresión del ser humano”, dice Andrés Orozco, antes de entrar al escenario del Konzerthaus de Viena (Austria) e intentando explicar los motivos por los que se interpretaría una obra como esta en una fecha como esa.
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Cuando comienza la obra Orozco parece otro. Es como si el sonido de los metales lo hubieran arrojado a una dimensión exclusiva para él. El filo de la batuta, que baila al ritmo de sus brazos, parece que hilaran los torrentes musicales de cada instrumento. Sonríe, abre los ojos, esponja la nariz, cierra los ojos, frunce el ceño ¿qué hay en su rostro? éxtasis, tristeza, alegría, nostalgia, el ecosistema emocional humano que puede desatar una obra como esta.
Orozco cuenta que ya ha tenido la oportunidad de dirigir la obra con diferentes orquestas y en diferentes países, “entonces eso ayuda a que entienda y conozca la obra con profundidad. La semana anterior empecé a abrir la partitura para ver si descubría algo diferente, para ver qué me salía. Con la orquesta igual, se trata de escuchar, de estar muy atento en los ensayos, de ver qué es lo que ellos me estaban ofreciendo y de empezar a moldear eso juntos para ver cómo conseguimos momentos maravillosos”.
Cortesía Cine Colombia
Algo es distinto esta vez. Ese instante por el que de nuevo recorrerá las notas de una obra maestra que conoce, como si fuera suya, quedará congelado en forma de película. Orozco y los músicos saben que, meses después, en las salas de cine colombianas se proyectará esta presentación. Pero además, “en la sala, inclusive, estaban mi esposa y mi hija de seis años, quien por primera vez escuchó un concierto completo. Era la combinación de esas cosas, lo humano, lo emotivo, Colombia”.
Andrés Orozco es uno de esos personajes por los que los colombianos podría inflar pecho y repetir el bonito cliché del patriotismo: criado en el barrio Manrique, en Medellín; formado entre los salones oscuros de la Javeriana; ganador de la beca Mazda para estudiar dirección de orquesta; invitado como director de la Filarmónica de Bogotá; titular de la Tonkünstler de la Orquesta Sinfónica de Euskadi; invitado de la Filarmónica de Berlín; director titular de la Sinfónica de Viena para 2020; y considerado entre los vieneses como el niño milagro de Viena.
Esta es una presentación singular porque “las cámaras han hecho que las orquestas entiendan la importancia sobre la manera en cómo te sientas, cómo te diriges al público, inclusive, para ese concierto hubo un pequeño ensayo con una experta en postura que se estuvo diez minutos frente a la orquesta diciéndoles, ‘señores, cuando estemos en el escenario hay que pararnos así, hay que sonreír, no agarrarse entre ustedes’, y todo eso tiene que ver con que se va a ver en muchas partes”.
Después de una hora de pie, perdido en los sonidos musicales de los músicos, Orozco llega al punto álgido de esta obra. La composición que musicalizó Beethoven a partir de Schiller suena: es el himno de la alegría. El coro se levanta, voces de tenores y sopranos cantan, y esta melodía mueve los hilos de la nostalgia y la memoria hasta dar con un final que cerrará entre un coro de aplausos.
El 22 y el 23 de junio este personaje y la obra de Beethoven estarán a disposición del oído y la vista de los colombianos en las salas de cine de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena, Villavicencio, Ibagué, Manizales, Popayán y Pereira.
Es una oportunidad única, pues como afirma Orozco, “después de un buen trabajo previo, suceden cosas que solo pasan ahí, que quedan registradas como una foto”, en otras palabras, es una experiencia irrepetible que viaja desde Viena a Colombia.