Colombia: ¿Bandera blanca para la madre tierra?
Andrés Elasmar
Las imágenes son esperanzadoras: las Farc renuncian a las armas y un líder nos persuade de que ha hecho todo por la paz. Conmovidos por su postura estoica, vemos apartes de su presentación en la cumbre de premios Nobel en Bogotá y nos sentimos un ejemplo para el mundo. Colombia podrá, por fin, reconciliarse y hacer “buen uso” de sus recursos naturales.
Así comienza Colombia: una bandera blanca para la madre tierra (2017), documental francés presentado en el pasado festival Planet On. En este, su directora, Christine Oberdorff, se pregunta si con la paz podremos aprovechar la riqueza natural del país, y enfrentar, al mismo tiempo, los retos del calentamiento global.
El presidente Juan Manuel Santos, todavía con el recuerdo de Mocoa presente, le da a entender que sí, que hay voluntad política, a pesar de los conflictos entre las comunidades y los proyectos de explotación. Por su parte, Sandra Bessudo, con el caño del Parque el Virrey como escenario de fondo, le dice que hay que aprovechar el posconflicto para promover el turismo “de biodiversidad”.
A medida que Oberdorff se adentra en la “otra Colombia”, sin embargo, queda en entrelíneas el mensaje que de cara a un manejo sostenible de los recursos naturales y de lucha contra el desastre ambiental, seguimos enfrentando la fragilidad del estado y la ilegalidad que lo permea, el apetito de las multinacionales y las consecuencias de satanizar la coca e idealizar la minería y el petróleo.
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Christine Oberdorff/Foto: Cortesía Planet On
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“Se les llena la boca (a los políticos) hablando de ecología y no hacen nada”, le dice Ingrid Betancourt a Oberdorff en un restaurante, mientras observa en una tableta las tanquetas que hoy en día hacen presencia en la carretera donde fue secuestrada. Soldados emergen de estas para expresar sus dudas frente al proceso de paz. Comienza uno entonces a preguntarse si “bandera blanca para la madre tierra” no debería ir entre signos de interrogación.
Pero antes de contagiarnos de negativismo, surge una luz de resistencia y resiliencia en los testimonios de gente común y corriente del Meta, Caquetá y La Guajira. La fortaleza de las mujeres wayuu frente a los problemas sociales, económicos y ambientales de sus comunidades, por ejemplo, es otra cara de la moneda, y su lucha condensa el mensaje central de Oberdorff: la esperanza está en la gente.
Las entrevistas clave de Colombia: una bandera blanca para la madre tierra no son las de Betancourt, Santos o Sandra Bessudo, sino las de estos indígenas y campesinos, exguerrilleros o excombatientes conscientes de que sus esfuerzos de reconciliación deben ir de la mano del cuidado de los recursos naturales. Así como también los testimonios de líderes ambientales que Oberdorff va encontrando en el camino, firmes en su labor así los estén matando (105 han sido asesinados entre 2010 y 2015, recuerda el documental).
La directora, no obstante, no busca culpables o ahondar en las heridas. Su proyecto destaca, en medio una tensa transición a la paz, iniciativas como las de quienes antes se ‘echaban plomo’ y ahora reciclan juntos, o de los desmovilizados que buscan la oportunidad de enseñar a otros colombianos lo que saben de la tierra, como Federico Montes, un excomandante de las Farc.
Con el nacimiento de estas iniciativas, gracias a la dejación de armas, la conclusión del documental es que lo que hace falta para apostarle a un futuro de desarrollo y conservación de la naturaleza es un acercamiento entre estos personajes del común y los poderosos del país.
Oberdorff da en el clavo de un problema que lleva siglos: La dualidad perenne entre la Colombia urbana y la selvática, entre la desarrollada y la ilegal, entre el país violento y el “echado pa’lante”.
Esas dos caras también las refleja el artista Pedro Ruiz, protagonista del inicio del documental. Con su obra Oro, mezcla pictórica de naturaleza, “colombianidad” y tradición, quiere desmontar la imagen negativa del país y mostrar de forma sublime la cultura de esas poblaciones que se encuentran “escondidas” bajo paisajes selváticos y ribereños, como los del Meta o el Caquetá que Oberdorff filma con el ojo de un dron.
Cada uno, a su manera, nos recuerda, otra vez, que más allá de la violencia la riqueza humana y natural que siempre nos han dicho que tenemos, ahora aparece como oportunidad inagotable de conservación y progreso. Pero, ¿sabremos aprovecharla?
Oberdorff cree que si se logra la conexión que propone entre la gente corriente y los que nos gobiernan, todo es posible. Ella ve su documental como una oportunidad para llamar la atención y comenzar a hacerlo.
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La periodista francesa habló con Diners sobre este propósito y los desafíos que ve para Colombia frente al cambio climático en el posconflicto, luego de la premier en Bogotá de Colombia: una bandera blanca para la madre tierra.
¿Cuál espera que sea el impacto de su documental?
Espero que este documental haga un vínculo entre la gente poderosa del país, Santos y los demás, con los campesinos, indígenas, los exguerrilleros de las Farc, y en fin, todos lo que quieran construir esta paz para Colombia. Es muy importante que nuestro trabajo audiovisual sea útil para eso, para hacer ese vínculo.
¿Porque escogió a Colombia para hacer este documental?
Tengo muchos amigos periodistas colombianos que me han contado mucho sobre este hermoso país. Sin embargo, cuando llegué, me dije: será un documental más, pues hago tres al año”. Pero no fue nada como los otros. Colombia es un ejemplo para todo el mundo por su diversidad, su gente y por las consecuencias de una guerra de 60 años de sufrimiento. Es increíble.
¿Tenemos en Colombia una estrategia frente al cambio climático?
Todo el mundo piensa que es solo política, un discurso, pero no estoy segura. Falta mucho, sí, y hay una ausencia muy importante de diálogo entre la gente del común y los poderosos. Por eso necesitamos hacer algo para lograr ese puente y los políticos que haya una estrategia que refleje realmente la realidad del país. Además, por qué creemos que ya Colombia necesita, con magia, solucionar todos sus problemas medioambientales. Si Europa, que está en paz hace muchos años, no lo ha logrado tampoco, hay que ser realistas con que Colombia hasta ahora está saliendo de la guerra y no sucederá tan fácil.
¿Qué tan serias ve a las Farc con su discurso del cuidado del medio ambiente?
No he vivido tanto tiempo en Colombia como para decir con certeza cómo son las Farc. Pero lo que sí he visto es que se están dando cuenta de que tienen una oportunidad política y una para vivir mejor. Ahora que ya están en el proceso de integración y reincorporación, tienen que ver qué van a hacer y participar en el futuro de Colombia. Son campesinos que vienen del mundo rural, no de la ciudad, por eso se dan cuenta de que necesitan la tierra para reincorporarse y tener un futuro para ellos y sus familias.
Orlando lo dice: es ser útiles para la sociedad. Pienso que ellos saben de su conocimiento de la tierra, que es supremamente importante, pues no todos los colombianos lo tienen, e igual tienen mucho que aprender y enseñar a los otros. Siento que poco a poco tenemos que mostrar en los medios que hay que hacer un enlace importante y que las Farc pueden aprender de los demás y nosotros de ellos también.
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¿Cuál es el desafío más grande frente al cambio climático que nos espera?
No lo sé. Lo que sí sé es que todo el mundo en este país ama la naturaleza. Hay un vínculo muy cercano entre la gente y el medio ambiente, y todo el mundo quiere la paz. Así que espero que la relación entre estos sea una forma de construir la paz, pero no estoy segura, porque el proceso de paz cuesta mucho.
¿Comparado con otros países que ha recorrido, cómo estamos en términos de ese desastre ambiental?
La catástrofe de Mocoa es algo que demuestra lo que está pasando y puede pasar con el cambio climático en Colombia. Demuestra que este afecta y hay una incidencia. El país necesita actuar. Eso también despierta la conciencia política y social, y le da una importancia más importante al cambio climático en el discurso político.
¿Qué zona del país le llamó más la atención?
La Guajira, pues ella concentra la crisis ambiental y las consecuencia de la guerra, con el cambio climático y la sobreproducción que le imponemos a la tierra. He visto a sus mujeres y soy muy sensible a su lucha contra el calentamiento global. Estas mujeres de hasta 90 años luchan contra las consecuencias de la sequía y saben que sin educación no hay futuro. Han creado un nexo educación-lucha que está claro y eso me conmovió mucho
¿Su documental, a quién está dirigido originalmente?
El documental está pensado para un programa de Ushuaia TV en Francia, el único canal dedicado a la preservación de lo humano y de la naturaleza. Será presentado el 24 de octubre en televisión en Europa.