Paulina Dávila: transgresora y rebelde

La actriz samaria quiere interpretar a mujeres “que me den escalofrío, que vayan más allá en su sexualidad, que tengan algo oscuro”.
 
Paulina Dávila: transgresora y rebelde
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POR: 
Sandra Martínez

Tras más de cuatro horas de una intensa sesión de fotos para la portada de esta revista, Paulina Dávila se desenfunda de un traje largo escarlata, se quita los tacones y se pone un jean, una camisa blanca y una chaqueta. A la calle sale perfectamente maquillada y arrastra consigo una maleta gris pequeña. Camina de prisa. Decide entrar en una librería, se sienta en el café del fondo, pide un latte helado.

Son las 3:06 de la tarde de un viernes lluvioso, nublado, típicamente bogotano. Mientras habla con un acento particular –es una mezcla entre samario y mexicano– mantiene una toallita húmeda entre las manos y, poco a poco, se va quitando el maquillaje de la cara.

Paulina nació el 18 de diciembre de 1988 en Medellín, porque su familia materna es de allí, pero se crio en Santa Marta. Desde pequeña, reconoce que su madre fue quien tuvo una gran inquietud audiovisual. “Le interesaba la fotografía, estaba a la vanguardia y hay un gran registro de muchos momentos de la familia (…) En otra vida, creo que mi mamá podía haber sido como la artista francesa Sophie Calle”.

A los trece años –aunque una y otra vez asegura que no tiene buena memoria– recuerda que rodó lo que podría considerarse como su primer cortometraje. Estaba en Miami y la actriz Isabella Santodomingo buscaba una niña para grabar. Gracias a una amiga de su mamá, ella terminó allí, feliz, frente a una cámara, interpretando a una niña rebelde, con un cigarrillo en sus labios, sintiendo que eso era lo que quería hacer algún día en su vida.

Sin embargo, de vuelta en Santa Marta, el camino hacia el cine parecía inalcanzable. “No se sentía tan cercana a esa idea. Era como un camino abstracto”, reconoce. En sus últimos años de colegio fue buena estudiante, pero siempre con problemas de indisciplina –“si hubiera un rector en mi vida, todavía me daría reportes de disciplina”–, asegura entre risas. En ese momento encontró un refugio en el dibujo. “Pintaba todo el tiempo, mis cuadernos siempre estaban rayados de atrás para adelante”. Así que la opción más natural fue estudiar Artes Visuales en la Universidad Javeriana, en Bogotá.

En la capital se dedicó de lleno a su carrera, aunque nunca dejó de lado su inquietud por la actuación. Tomaba talleres cada vez que podía, tenía amigos actores y ese camino tan abstracto empezó, poco a poco, a dilucidarse. Curiosamente, su tesis de grado decidió enfocarla en la vergüenza. “Ese tema me parece muy interesante, porque para mí es un miedo inexplorado, que no tiene una razón real, es una tontería y una cuestión de desconexión”, explica. Así que empezó haciendo ejercicios para perder este sentimiento, que incluyeron cosas como vestirse de hombre en un centro comercial y hacerse pasar un día entero como Shakira. “Sí, es un tema recurrente en mi vida. La gente me encuentra muy parecida a ella, así que decidí tomar su rol durante un día. El experimento fue tan exitoso que casi se me sale de las manos”, explica.

Luego realizó una serie de desnudos en lugares públicos, como en el lobby de un hotel, una barbería y una tienda de barrio, para ver la interacción de la gente frente a ese acto trasgresor. El resultado fue publicado en una revista de hombres de circulación nacional. “Al final, lo disfruté mucho (…) Logré que se publicara en un medio de comunicación y no solo me tuve que enfrentar a la gente que me veía en la calle, sino a mi familia y a mis propios compañeros de clase. Me atrae mucho la mirada del otro, cómo te comportas frente a alguien, qué haces y qué no. Y eso se conecta con actuar e interpretar personajes que no soy yo”, afirma.

La oportunidad

[diners1]la_hermandad_620x460 Aquí en su papel de Andre Chávez en la serie ‘La hermandad’.[/diners1]

En 2011 el director mexicano Fernando Frías andaba buscando a una colombiana para su ópera prima Rezeta. Por casualidad, Paulina le envió su casting. A Frías le encantó. Se conocieron por Skype. Hicieron de nuevo otro casting. Y la eligió. Paulina estuvo dos meses en México grabando la cinta.

“Empecé haciendo cine independiente. Estaba nerviosa, pero me fue muy bien. Además, me encantó la ciudad y pensé que algún día viviría allá”.

De vuelta en Bogotá trabajó durante un año en producción con el objetivo de ahorrar e irse de viaje por cinco meses al sudeste asiático y la India. De regreso surgió la propuesta de ser la protagonista de ‘Que viva la música‘, una película dirigida por Carlos Moreno e inspirada en el libro de Andrés Caicedo.

“Hay ciertos personajes que lo conquistan a uno. Y eso me pasó con María del Carmen Huertas. Me metí tanto como pude, fue intenso, difícil, le saqué el gusto. Y lo que le entregué ha sido directamente proporcional a lo que ella me ha dado. Me abrió puertas, me enseñó a tomar riesgos, a no tener miedo, a ser más libre en el camino de mi carrera y a pensar que hay mucho por explorar a través de la empoderación sexual femenina”.

Comandante en camino

[diners1]paulina_texto_460x620 En 2017 Paulina Dávila particiàrá en Comandante, una serie inspirada en la vida de Hugo Chávez.[/diners1]

El director mexicano Fernando Frías volvió a llamar a Paulina para que participara en la serie de televisión ‘Alguien más’. Ella, recién llegada de su periplo por Asia y que había grabado en Cali Que viva la música, empacó sus maletas de nuevo para radicarse en Ciudad de México.

Desde entonces ha participado en las películas ‘Tres idiotas’ y ‘Carroña’ y en las series ‘Amor Sin reserva’ y ‘La hermandad’.

A Bogotá volvió por un par de meses para grabar ‘Comandante’, la serie de Sony inspirada en la vida de Hugo Chávez, que protagoniza Andrés Parra y que se estrenará en 2017.

“En la serie interpreto a Isabela Manrique, una universitaria que estudia traducción e interpretación, pero la vida le cambia de un día para otro, y le toca trabajar en un mundo que la relaciona directamente con Chávez”. Sin embargo, no revela muchos detalles. Asegura que ha sido interesante trabajar con actores de la talla de Andrés Parra y Julián Román; que el rodaje ha sido intenso, pero emocionante, y que es un proyecto ambicioso, que seguramente generará controversia.

Por ahora sueña con interpretar papeles de mujeres fuertes. “Que me den escalofrío, que tengan una trasgresión en su sexualidad, que tengan algo oscuro, que me toquen algo interno”.

Música y ecología

[diners1]foto_texto_620x460 en la película Que viva la música, dirigida por Carlos Moreno, interpretó a María del Carmen Huertas, una joven caleña de clase alta que decide explorar nuevas realidades.[/diners1]

Pero mientras le llega a su vida ese papel, Paulina sigue indagando en más cosas. La música es una de ellas. Dice que podría reconstruir su vida a punta de canciones. Así que con el actor mexicano Andrés Almeida comenzó hace poco un proyecto musical que aún no tiene nombre. “Es pura diversión, no estoy buscando un destino profesional en esta industria”. Almeida produce y ella compone y canta. “Es un trabajo experimental a partir de la improvisación, con sonidos electrónicos, muy indie”, explica y continúa, emocionada: “Me gusta, lo disfruto, cuando más libre me siento es cuando canto, pero a la vez es cuando más vergüenza siento, porque uno expresa demasiado. ¡Es una gran ironía!”. Sin embargo, vencerá de nuevo sus miedos y cantará Corazón, de Titán, la canción de la película Amores perros, por primera vez en público en la ceremonia de los Premios de Cine Fénix, en México, el próximo 7 de diciembre (después del cierre de esta edición).

Otro de sus grandes intereses es la ecología. “Ocupa un porcentaje importante de mi tiempo. Espero hacerme cargo de esto, más pronto que tarde, para iluminar conciencias, leo mucho acerca del tema”. Y esa es la otra mujer, que a ratos surge, cuando su cara queda completamente limpia, y recoge su pelo rubio en una moña y saca de su maleta Antes del fin, de Ernesto Sábato. Ella misma lo reconoce, porque el tema de las identidades fragmentadas la seduce. Desde niña se siente dual, una en Medellín, en medio de un matriarcado, otra en Santa Marta, cerca del mar; una que se visualiza en la industria del cine y otra que se imagina que vive en una finca, pintando y viviendo de un proyecto sostenible. “Siempre tengo posiciones muy duales frente a las cosas, tengo muchas dudas, pero creo que en el fondo es porque soy como una golosa de la vida, quisiera tener todo a la vez”.

Por ahora, espera tener tiempo suficiente para viajar a Japón y Nueva Zelanda, dos destinos que sueña por conocer; y regresar pronto a su casa en México para continuar con su rutina –vive entre La Condesa y La Roma, anda en bicicleta, practica yoga y es pescetariana–; espera participar en una obra de teatro que escribió con unos amigos, y actuar en una comedia de mujeres. Y luego mirar la posibilidad de vivir en Estados Unidos y ver qué podría pasar allá. Es solo una opción entre las múltiples que pasan por su cabeza cada minuto. En unos años lo veremos.

         

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diciembre
26 / 2016