Snowden, la historia real detrás de las cámaras
Juliana Uscátegui
Ver Ciudadano Cuatro (Documental ganador de un Óscar)- de Laura Poitras- ya es una situación sentimental muy comprometedora en la que nos solidarizamos totalmente con un hombre que se cansó de hacer parte de un sistema corrupto en el que se vigila a sus ciudadanos y sus intimidades bajo la mentira ¨blanca¨ de que esa vigilancia es por el bien de todos.
Ahora llega esta película de la mano de un grande, Oliver Stone, quien siempre ha tenido una manera peculiar de narrar a su país y de criticar lo dañado que hay en él. Es un poco su regreso, a Stone no lo veíamos con un largometraje desde 2012 – sus últimos trabajos han sido desde el documental- con Salvajes. La trayectoria de Stone en el cine histórico, a su manera, tienen muchos matises que ha recorrido a través de JFK, Platoon, Nixon entre otras. En donde hay una posición política narrativa y la expresa casi siempre a través de un personaje, en este personaje recae toda la conciencia y la reflexión. En Snowden pues es el mismo y es muy real.
Entonces es Edward Snowden, el exconsultor de la NSA y la CIA quien en Junio de 2013 hizo públicos varios documentos clasificados (que probaban esta vigilancia extrema a los ciudadanos) a través de los periódicos The Washington Post y The Guardian mientras se escondía en una habitación de hotel en Hong Kong.
Sobre esto reza la historia del director, casi fiel al mismo documental de Poitras, pero el valor agregado son estos flashbacks en los que conocemos la humanidad de Snowden y vamos contruyendo poco a poco un personaje del cual no sabíamos nada en pasado.
La película va y viene sobre el tiempo, sobre ese momento de ancla que es una habitación de hotel en donde nuestro personaje prinicipal empieza a revelarle a Laura Poitras, a Glenn Greenwald (The Guardian) y a Ewan MacAskill (Washington Post) en manos de los actores Melissa Leo (The Fighter), Zachary Quinto (Heroes, Star Trek) y Tom Wilkinson (Selma, Hotel Marigold) respectivamente toda la historia.
Poco a poco empezamos a conocer a Snowden, sus principios como un hombre adulto que quería servir a su patria, primero intentandólo en el ejército y después como consultor de seguridad; un “espía informático”. Según se esboza, Snowden es un prodigio muy valioso al que no desperdiciarían decodificando mensajes en Afganistán.
Es aquí, en este mundo personal en donde se nos revela la vida sentimental de Snowden, su novia Lindsay Mills, quien lo ha acompañado por años a pesar de todo lo que le ha tocado pasar. Mills es para Snowden un puerto seguro.
Snowden está en manos de Joseph Gordon-Levitt (Inception, 500 Days Of Summer) quien le puso todo el esfuerzo a la interpretación modulando su voz casi como el personaje original, ese que conocemos poco pero que habla entre dientes con una voz gruesa pero suave y con frases cortas.
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Shailene Woodley (Divergente) es la encargada de llevar a la pantalla a Lindsay Mills, la novia de Snowden. Woodley, como es costumbre, lleva un peso dramático emocional fuerte, debido a que la mayoría de los personajes “reales” que interactúan en la vida de Snowden son militares, espías, consultores, geeks, nerds, muy parcos y de pocas palabras.
Mills, quien en la vida real es bailarina y maestra de pole dance, además de artista y fotógrafa, ha llevado la peor parte en los medios: la han pintado como una stripper. En la cinta, ella es el lado humano y real de Snowden. Juntos dibujan una perfecta historia de amor llena de confianza y lealtad.
Otras cosas dan fluidez a la película como Nicolas Cage – regresando a lo serio- en su papel del mentor de Snowden. Puede ser imaginario, pero sabemos que le enseñó a manipular el Rubik por ejemplo y refresca dentro de la CIA tanto protocolo.
Como notas están las escenas personales que no son morbosos ni de intimidad excesiva en su vida de pareja con Lindsay. Conversaciones, caminatas, sus diferencias políticas.
El actor Rhys Ifans (Notting Hill) descifra al protector de Snowden, en un personaje – ficticio- que lo va guiando por las instancias de poder que van labrando un laberinto casi sin salida. Obvio era imposible mencionar al real, seguramente. A lo mejor él son muchos.
En cuanto a tecnicismos de la producción, la fotografía y el arte van fluyendo, no son los protagónicos, pero si no se sienten es porque están haciendo su trabajo bien hecho.
Desaciertos obviamente los hay pero son licencias si partimos del hecho que es una historia real con algunas adiciones ficticias que para enriquecer la trama y poder construir un relato. Hay huecos sin llenar por ejemplo de los padres o la familia cercana de Snowden no se dice nada más allá de su abuelo trabajando para el FBI.
El casting muy bueno pero una oveja negra muy brava de esconder es Scott Eastwood (Hijo de Clint) es perverso como en otras ocasiones, ¿en qué momento se coló en este elenco? ¿Hay alguna deuda por pagar entre Stone e Eastwood? Tres apariciones cortísimas y este delfín logra llevarse el galardón de la peor actuación en medio de tanta rigidez.
Por lo demás, la cinta es entretenida, informativa y refrescante, a pesar de tener que llenar los zapatos del documental Citizenfour, que como está pasando el tiempo tan rápido sentimos que fue ayer que estuvo en las salas.
Pero aún así, ver la historia con insertos de vida es enriquecedor el final y desenlace ya lo sabemos. A nadie le quita saber más de un personaje que se condenó al exilio para ser fiel a los principios que irónicamente el mismo país que lo condena le enseñó.