Es hora de volver a ver E.T. El Extraterrestre
Fabio Lozano Uribe
Un Objeto Volador no identificado, en forma de samovar y como si hubiera sido diseñado por cualquier abuelo, se encuentra recogiendo especímenes vegetales en las inmediaciones de un bosque. Son seres extraterrestres, y la Nasa les ha seguido la pista hasta pocos metros de la nave; ellos se sienten acosados y ante la premura de la situación se ven obligados a partir dejando un tripulante, en la Tierra, indefenso, en los alrededores de un pequeño y tranquilo pueblo residencial norteamericano.
Esta es la introducción de la mejor película de 1982, que ha roto récords taquilleros en los Estados Unidos y que se espera haga lo mismo en Europa y Suramérica. Hace más de dos meses la están exhibiendo en Colombia y ya ha conquistado a la gran mayoría de cineaudientes en todo el país. Aunque la ” M.C.A. Universal Pictures” lleva ganados, solamente en entradas, más de 300 millones de dólares, la locura comercial va mucho más lejos.
Con la figura de E.T., el extraterrestre olvidado en la Tierra, se ha llenado al mundo de ternura representando su imagen en afiches, chocolates, chicles, muñecos, figurines, juguetes diversos, camisetas, vajillas, máscaras, naipes, fotos, juegos electrónicos, zapatos, palillos, cortaúñas, jabones, panes, pasas, desodorantes, calzoncillos, cajas de dientes, etc … Sólo falta ponerle una calcomanía al transbordador Columbia, o ver a Nancy Reagan con una piyama de E.T., paseándose por Camp David. El muñeco ha sido pedido también para comerciales de televisión y vallas publicitarias. Willian Kotswinkle escribió un libro sacado de la película y lleva vendidos más de 300.000 ejemplares.
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Distinto a lo que nos ha mostrado el cine siempre, E.T. es un extraterrestre diferente; ni vino a destruirnos con una pistola de rayos cacumín Z24, ni tiene ínfulas de conquistador. Viene de un planeta desconocido, no tiene edad reconocible, puede ser un niño o un adulto.
Tiene la facultad de levitar y transportar objetos en el aire. Se nota que posee gran sabiduría sobre el cosmos y los sistemas electrónicos. Además, al parecer, nunca había tomado cerveza ni visto un perro. Su piel tiene color y textura como la de un níspero y se arruga en todas las coyunturas. Su altura es la de un niño de 4 años y es de tórax amplio, en el que sobresalen las costillas y se descuelga una barriga sin ombligo. Sus piernas son muy cortas, casi inexistentes, terminadas en unos grandes pies que más bien parecen pezuñas; da pasos cortos pero rápidos arrastrando unos brazos largos y flacos con 4 dedos en cada mano, exageradamente disparejos, de los cuales el más largo se ilumina en la punta cuando E.T. se pone sentimental.
La columna vertebral parece ser retráctil y el cuello se le alarga sosteniendo una cabeza en forma de almendra, con una nariz empotrada encima de una boca de vieja chismosa, lo cual contrasta con unos ojos de vaivén, decorados por unas cejas gruesas y carnudas, sin pelos. El cráneo se divide ligera mente en dos y se alarga hacia atrás como un bulto de yuca. No podemos decir que es irrevocablemente feo, sólo por su gran similitud con el hombre. Aunque es un poco más buen mozo que “el hombre elefante” o Pacheco, esa amalgama de formas humanas que componen a E.T. tiene una impresionante capacidad para transmitir una fuente inagotable de ternura.
El gran mago creador
Steven Spielberg produce, dirige y edita esta película que lo hace, sin duda alguna, el mejor, el más famoso y cotizado director de los Estados Unidos. Él dice que E.T. es el juguete que todo niño sueña tener durante su infancia y parte de esa base para hacer de esta película una historia de alguna manera autobiográfica. Nace en un pueblo igual, en que todas las casas son del mismo estilo y la piscina, común para todo el mundo. Sus padres se separan cuando él tiene 17 años y 3 hermanas menores que se aguantan sus continuas bromas. En el colegio no sobresale en nada y es un soñador empedernido, tanto que en las noches con estrellas salía a gritar desaforado: “por favor, ayúdenme a contar una historia”.
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Nunca tuvo un juguete comparable a E.T, hasta el día en que, esculcando en una esquina del garaje, encontró una cámara de 8 m.m. con la que empezó a contar historias. Conocemos a Spielberg por producciones anteriores como “Tiburón”, “Encuentros cercanos del tercer tipo”, “Cazadores del arca perdida” y “Poltergeist”, que fue presentada, un poco antes que E.T., el verano pasado, y que también tiene mucho de autobiográfica.
“Yo creo en la inspiración del momento, así como en la crisis de la inspiración”, dice Spielberg cuando cuenta cómo se le ocurrió E.T. Pensaba en esos tiempos en una película musical o en hacer la segunda parte de los “Cazadores del arca perdida”, le daba vueltas al tema y pensaba en que Indiana Jones podría proseguir el duelo heroico iniciado con un guerrero árabe en los bajos fondos de El Cairo. Le tocó hacer un viaje y cuando el avión despegó, dejándole contemplar una estupenda vista de Hollywood iluminada, él pensó: “Esta misma visión tendría un extraterrestre si se asomase a la Tierra una noche así”. Y empezó a imaginar a E.T. en lo alto de la colina, cuando su nave desapareció y lo dejó solo. Pensó en un ser frágil, que podría sufrir una bronquitis. Que podría venir de otro planeta, pero tan simple y sencillo como cualquiera de nosotros. Cuando el avión aterrizó en Nueva York, ya Spielberg tenía su fantasía en la mente.
El Gepetto de E.T.
Carlo Rambaldi es aquel en el cual Spielberg confió para hacer realidad su fantasía. Rambaldi es el padre de E.T., lo diseñó y construyó en 5 meses; pensaba hacerlo en 9 meses pero Spielberg no podía esperar porque en el fondo sabía que su idea sería un hit”. Rambaldi llegó a California en 1975 como consultor de King Kong”, se amañó, y puso un pequeño almacén en Los Angeles. Se volvió uno de los técnicos en efectos especiales más pedidos de Hollywood y lleva más de 400 películas y dos Óscares en su carrera.
Cuando tuvo el diseño final, después de muchas correcciones de Spielberg sobre bocetos y esculturas en barro, Rambaldi empezó a construir en aluminio un esqueleto y después laboriosamente le puso musculatura en fibra de vidrio y poliuretano. Cada músculo, electrónicamente controlado, es responsable de movimientos faciales y articulares, para un total de 150 acciones posibles para el muñeco. Rambaldi entregó tres muñecos, uno mecánico para los movimientos articulares largos de los brazos, manejados por cables a una distancia de 5 metros. Otro de control electrónico para las
articulaciones cortas de los ojos, por ejemplo, y en general de la cara. El tercero se hizo combinando los dos sistemas.
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Rambaldi con su mejor creación. Foto: Archivo Diners
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Spielberg analizó el trabajo de Rambaldi y llegó a la conclusión de que con estos tres muñecos se limitaba la película a escenas de pequeños angulares, en las que apareciera E. T. Para poder verlo en grandes espacios abiertos hubo que construir un cuarto muñeco, que no era más que un perfecto disfraz que permite, a alguien de pequeña estatura, ponérselo.
Las almas secretas y los amigos terrestres
Pat, Tamara y Matthew le permitieron caminar y moverse como un verdadero ser humano. Tarea difícil porque bajo la piel de E.T. el calor era insoportable y entre cada escena era necesario quitar la cabeza del muñeco y dispararles aire frío con un secador de pelo. Pat Bilon, enano, de 34 años, era empleado de un sheriff y desgraciadamente, o mejor digamos, paradójicamente, acaba de morir como consecuencia de una pulmonía. Tamara de Treaux, enana, de 22 años, actriz en San Francisco. Matthew de Merritt, joven californiano de 12 años, que nació sin piernas, y durante la producción se enamoró de la monita, coprotagonista, Drew Barrymore. Fascinado por esta primera experiencia en el cine, el joven Matthew, que se desplaza en su casa por medio de un mono patín, decidió ponerse a trabajar fuertemente para volverse director.
Elliot (Henry Thomas), es el niño curioso y soñador, que suponemos que el mismo Spielberg fue, y que en la película descubre y cuida a E. T. en compañía de Michael (Robert Mac Naugton), su hermano mayor y su hermanita (Drew Barrymore). La madre de ellos (Dee Wallace) está demasiado ensimismada en sus problemas para darse cuenta de lo que sucede y en cierto momento confunde a E.T. con un juguete más.
Durante el desarrollo de una gran amistad entre Elliot y E.T., éste aprende a decir algunas cosas y entre todos colaboran para que él logre llamar a casa y que lo recojan. Suceden toda clase de situaciones deliciosas hasta que la Nasa descubre el paradero de aquel ser extraño, venido de quién sabe dónde, y que siembra algo que sin la menor duda debe estar esparcido por todo el universo: cariño… en fin… El único que supo de antemano la existencia de E.T. fue José Arcadio Buendía porque Melquiades se lo contó cuando llegó para curar la peste del insomnio y se quedó para ser el primer muerto que hubo en Macondo.
Publicado originalmente en Revista Diners de febrero de 1983. Edición Número 155