20 minutos con Carmen Maura
Gabriela Sáenz Laverde
¿Cómo fue la experiencia de rodar La Vanité (la película inaugural de Eurocine)?
Los tres actores tuvimos muy buen rollo, con todo y que éramos completamente diferentes. Porque hice esta película un poco por casualidad; en ese momento tenía tres personajes en la cabeza. Una cosa de teatro en Francia, un papel en otra película, y cuando llegó este, pensé que no podía meterme otra película en la cabeza. Pero el director, que es muy listo, vino a Madrid y me convenció. Dije “la hago, y que sea lo que Dios quiera”.
Y me alegro tanto de haber ido a Lausanne, porque lo pasé… era verano, y él es el director de la escuela de cine de Lausanne. Conocí Suiza, que es un reino diferente. No tiene nada que ver con el resto de los países que conozco. La escuela de cine es tan bonita, llena de colorines… estábamos el equipo solos en la escuela de cine. Un equipo que no éramos más de una docena de personas. Un equipo reducidísimo. La nieve era falsa. Hicimos algún exterior, pero toda la nieve fue falsa. Yo me llevaba a mi perrita, que por cierto siempre está ahí en el decorado calladita, sentadita. A ella ese decorado no le gustaba mucho porque estábamos casi siempre a oscuras, y luego la nieve esa soltaba un poco de polvo en cuando nos movíamos. Y además, bueno, era verano, y nosotros íbamos con bufanda, con gorro… era un calorazo.
En esta película sobresale el tema de la compasión humana, de ayudarle a una persona a irse en un mundo en el que nos obligan a ser optimistas…
Yo creo que la eutanasia debería ser aceptada en todo el mundo. Pienso que se ven tantos casos de gente que está sufriendo hasta el último momento. Hombre, con unas reglas, con unas normas, esto debería ser libre. Y además en el fondo, pasa. Sabemos perfectamente que es una cosa que se hace sin que nadie se entere. Hay montones de casos, y montones de casos de gente que hace el viaje hasta donde está permitido, como Suiza.
Entonces es curioso, de Suiza llama la atención que hay un porcentaje alto de suicidios, en un país que lo tiene todo: el sueldo mínimo es increíble, todo es tan limpio… no sé, es una cosa muy curiosa. No sé si sería el país ideal para vivir, porque creo que la gente se aburre de no tener problemas. Ellos no han tenido las cosas que conocemos nosotros de terrorismo ni de crisis económica…
Como en Colombia, que en cambio se supone es el país más feliz del mundo.
Pues no me extraña. Mi primera vez en Colombia fue absolutamente sorprendente. Yo venía completamente preparada para tener cuidado, con el peligro, no sé qué y no sé cuántos… y viví muy tranquilamente. Iba sola por la calle, iba a los sitios, al cine, al súper… y luego la gente es súper simpática, los restaurantes y todo. Y además la gente es muy guapa, que me encanta. Lo que creo es que hay una imagen de Colombia equivocada, hay que trabajar eso.
Me acuerdo que cuando estaba aquí salió un anuncio que decía como “no te puedes ir si vienes a Colombia”…
“El riesgo es que te quieras quedar”
Me encantaba esa frase. Hay que cuidar esa frase porque no es la real. Yo me he dedicado a contarle a la gente que Colombia es uno de los sitios donde me he sentido más a gusto de toda América Latina. Por la gente, por como me trataron todos los actores… no conocía a nadie, ni al director ni a los actores, y desde el primer día me sentí tan bien, tan a gusto…
¿Cuál es la película que la hizo querer ser actriz?
No quise ser actriz por una película. Porque yo cuando decidí ser actriz tenía ya 25 años. Lo que me hizo querer ser actriz fue que mi grupo de aficionados se acabó porque todos entraron a ejercer sus carreras. Si yo hubiera seguido teniendo un grupo de aficionados como el que tenía, que me gustaba mucho, probablemente no hubiera sido actriz. Fue una especie de casualidad que doy gracias al cielo porque es la cosa que mejor se me da. No soy ejemplo de madre ni de abuela ni de cocinera ni de esposa. Lo de actriz se me da muy bien desde pequeña. Es verdad que la vida se me complicó mucho, porque no era normal en mi familia, yo ya estaba casada, tenía un hijo y otro en camino… lo decidí en un momento un poquito complicado pero es la mejor decisión que he tomado en mi vida.
Pero no fue una película porque yo creía que iba a ser actriz de teatro. Entonces las actrices de cine eran más altas, más rubias, con más pinta de actriz. Y yo tenía un físico que no era ni chicha ni limoná, entonces no pensé nunca en eso. Hice café teatro, cabaret, fotonovela… cuando empecé estaba acostumbrada a vivir con mi marido, con mi familia, a tener dinero, y ahí empecé a aprender el valor del dinero. Hice de todo, traducciones… y con los cortometrajes que hice en esa época, que hice como una veintena, aprendí a ser actriz.
Desde que tenía siete años hacía funciones en mi casa con mis amigas. Yo era la directora, me daba generalmente el papel de la mala porque me parecía más lucido, y cobrábamos una peseta a los papás que nos iban a ver. Siempre tuve esa cosa pero nunca había pensado ser profesional. Y me ha ayudado no tener ambiciones, yo empecé a ser actriz y ya me parecía una maravilla poder vivir de eso. Entonces lo de hacerme actriz de cine fue sorpresa absoluta. Ser conocida por fuera de España, sorpresa absoluta. Todo me ha venido de sorpresa. Ya me sorprendo cuando de repente me encuentro una japonesa en París y me dice “ay, cómo te quiero”.
La verdad es que tengo un ángel de la guarda muy listo y poderoso que me ha puesto donde tengo que estar.
Y lo otro es que por poco importante que fuera lo que tenía que hacer, siempre he hecho todo como si fuera lo más importante que me va a pasar. Desde los cafés teatros hasta los cortometrajes, todo. Entonces las cosas se me van dando de sorpresa. No ambicioné nunca llegar a ningún lado y eso me ha ayudado a mantenerme más o menos equilibrada. Porque esta profesión es muy fácil volverse loca. Y hacer cada vez una cosa distinta, porque te puedes quedar colgada de un personaje.
¿Esa sorpresa es la que le ha hecho trabajar con directores jóvenes?
He hecho muchas primeras películas porque me da una excitación especial. Reconozco que yo leo todo lo que me mandan. Y me gusta involucrarme porque cuando un director va a hacer su primera película, el pobre sufre tanto: que respeten su guión, que los productores no le den vueltas cambiando esto y lo otro: son capaces de hipotecar a la abuela. Siempre les digo “no hipoteques tu casa, no pongas tu dinero”. Siento una emoción especial. Y una de las cosas que me gustó cuando empecé a hacer mi nombre un poco de peso para las producciones es que podía ayudar a hacer primeras películas. Y no es para mí ningún riesgo, además. Porque una primera película mala no la ve nadie, pero una película mala con un señor muy famoso la ve mucha gente. Digamos que es una satisfacción especial. Como yo esto me lo tomo como un juego y en eso no he cambiado, no me lo he tomado demasiado con enjundia, nunca he pensado que con tal papel voy a llegar a tal parte…