Juana Acosta, una actriz sin límites

Diego Montoya Chica
Un día Juana Acosta encarna a una combativa líder de la ETA; al siguiente, viaja a los años cincuenta para ser Sara Ortega en la serie Velvet.
Luego se pone en la piel de una víctima de los paramilitares colombianos y, más adelante, se convierte en una mujer bipolar para el papel más exigente de su carrera.
Gracias a una mezcla de perseverancia y talento, la actriz colombiana celebra 20 años de profesión como una de las actrices más codiciadas de España.
“Es impresionante. Juana es un metrónomo”

Con esta frase, el director de cine colombo francés Jacques Toulemonde nos sugiere una imagen mental aparentemente desatinada. ¿No es un tanto osado comparar a una actriz con un aparato decimonónico de cuerda cuyo propósito es marcar los compases de una ejecución musical?
El realizador, que dirigió a Juana Acosta recientemente durante el rodaje de Anna –película que se estrenará en salas de cine colombianas a principios de 2016–, explica que “después de encontrar la coreografía y los puntos emocionales de cada escena, ella es capaz de repetirla exactamente igual, con un timing en el que apenas si varían décimas de segundos”.
Una precisión admirable, sí. Pero particularmente en este caso: Anna, el personaje encarnado por Acosta en la segunda película de Toulemonde, es una mujer colombiana bipolar quien, contra viento y marea, regresa a su tierra desde Francia, acompañada de su hijo –producto de una relación rota– y de su novio, un alcohólico francés.
En el rodaje de Juana Acosta
Una bomba emocional, y por lo tanto expresiva, explorada a lo largo de un road movie cuya producción siguió la misma ruta del hilo argumental desde París hasta Bogotá, y de la capital colombiana por tierra hasta la costa caribe. Solo que a ritmo de rodaje: dos semanas en Francia y cuatro de travesía colombiana.
“Al mismo tiempo en que Anna es una muñeca de porcelana, tiene la fuerza de una leona”, sostiene Toulemonde. Con ello, empezamos a ver cuán acertada es la escogencia de Juana para el papel, puesto que su carácter y apariencia física compaginan bien con esa descripción.
“El personaje tiene un rango de emoción y de expresión muy grande. Además, la película reposa sobre sus hombros. Fue todo un reto para Juana y para mí”, concluye.
Experiencia que no se improvisa

Después de dirigir la sesión de fotos para esta revista en un estudio del norte de Madrid –a ver, empecemos.
Mira, ponme un poco más de negro en este ojo. ¡Siguiente vestido! Muéstrame qué tal está quedando. ¡Bonitas!, estas ya las tenemos. Muchas gracias, chicos. ¡Tomémonos una foto!–, Juana respira y se sienta a fumarse un cigarrillo.
“Tengo la sensación de que el personaje de Anna es mi mejor trabajo hasta el momento”, dice. La caleña de 38 años ha estrenado 20 largometrajes, ha participado en 17 telenovelas y series de televisión –entre ellas la exitosa Velvet de Antena 3, una especie de Mad Men a la española con récords de audiencia– y ha actuado en tres obras de teatro. No obstante, su tono reflexivo deja entrever que cree genuinamente lo que ha dicho.
“Ese papel representó para mí uno de los retos más potentes de mi carrera porque es un protagonista absoluto: sale en casi todos los fotogramas de la película. Con la parte de la bipolaridad me ayudó una amiga, que es psicóloga”, sostiene.
“Juana soñaba que algún día le llegara este día. Conmueve profundamente, toca el alma”, asegura desde México su hermana Valentina Acosta, también talentosa, también actriz, también bella, quien se labra sus respectivos aplausos en televisión azteca. “Esa es la actriz que ella ha soñado con convertirse y en la que, finalmente, se ha convertido”, asegura.
¿En qué radica el éxito de este rol?
En la combinación de dos factores: primero, que el guion y la dirección de Toulemonde exigen madurez actoral. Y segundo, que Juana, tras 20 años frente a los lentes, tiene con qué enfrentar el reto.
“Para mí, Jacques hace parte de una nueva generación de cineastas latinoamericanos cuyo trabajo es muy vivo, muy documental. Yo quiero subirme en esa ola”, sostiene la actriz.
Ella sabe de qué habla. Además de su participación directa en producciones latinas, ha sido jurado en dos festivales: en la sección Horizontes Latinos del 62º Festival de Cine de San Sebastián y en Territorio Latinoamericano del 16º Festival de Cine de Málaga.
Juana Acosta en otra piel

María Dolores González Catarain fue una de las pocas mujeres dirigentes de organizaciones terroristas en la historia.
Conocida como la Yoyes, ordenaba en el ala militar de la ETA, la Euskadi Ta Askatasuna, el grupo armado independentista vasco que en 2011 abandonó sus actividades violentas. Asesinada por los mismos “etarras” en 1986 frente a su hijo de tres años, la Yoyes no solamente representa un recuerdo polémico en la historia reciente europea, sino también un ícono sociopolítico para el País Vasco, una de las comunidades culturales más orgullosas de España, allí donde no se habla español sino eusquera
¿Una colombiana encarnando a semejante marca en una enciclopedia ajena?

Por su papel como la Yoyes en la película Le Sanctuaire (Santuario) –dirigida por el belga Olivier Masset-Depasse, quien se concentró en la perspectiva francesa del conflicto–, Juana recibió en enero el premio a la mejor interpretación femenina del Festival Internacional de Programas Audiovisuales (FIPA) de Biarritz.
“Vencer prejuicios y demostrar que eres un actor más allá de tu físico, tu apariencia, tu acento, tu voz y tu mirada es algo que todos intentamos hacer”, dice Alex Brendemühl, el catalán que hace de alias Txomin en Santuario. “Juana lo logró. Me recuerda la canción de Marvin Gaye, There’s No Mountain High Enough: lo que quiere lo consigue, no tiene límites”.
Al hablar de esta producción, Juana deja entrever que ve su oficio como una especie de ciencia social: “Los actores tenemos un trabajo antropológico. Cuando se ahonda en otras épocas, debemos investigar el entorno sociopolítico del momento y su efecto en los personajes para, de alguna manera, justificar su accionar”, dice, y relata:
“Antes de rodar, hice un viaje de diez días por el País Vasco. Estuve donde la Yoyes nació, fui a su casa de cuando era niña, leí su diario, busqué su tumba y le pedí permiso con ese ritual”.
Una líder insurgente en tierra ajena
Al interrogarla acerca de cómo es encarnar a una líder insurgente siendo nativa de un país donde las guerrillas han tenido tanta incidencia en la vida pública, dice que su experiencia le aportó entendimiento.
“Una parte del casting implicaba improvisar acerca de mi primer contacto con ETA en la vida –comenta–. Recordé que el día que yo llegué a España por primera vez, en 1997, hubo una manifestación porque ese grupo había asesinado a un periodista.
Me quedé impactada, pues venía de Colombia, donde ocurrían todos los días esas atrocidades y nadie salía a la calle a protestar”.
Aún hoy, 15 años después de haberse radicado en Madrid, Juana tiene el radar abierto a las noticias de su país, al que acude dos o tres veces al año para estar con su familia.
“En Colombia están todas las raíces de mi hermana. De Cali, por ejemplo, añora la salsa”, explica Valentina desde el DF. “Separarse de la tierra da una profunda nostalgia en el corazón”.
Juana Acosta: por todo o nada
Los actores suelen dejar su pellejo en cada rodaje. Ocurre con la gran mayoría de los trabajadores en una producción cinematográfica:
Entre decorados, cables, luces, trípodes y gente frenética, renuncian a las rutinas normales de la vida para entregarse a meses consecutivos de horarios extremos, arduo trabajo físico y desgaste mental.
¿Cuántas filmaciones al año aguanta una persona? ¿Y, sobre todo, cuántas aguanta Juana, que es madre de la pequeña Lola, esposa del actor argentino Ernesto Alterio y amiga de muchos en varios países?
“No sé cuántas, pero estos dos años han sido una locura”, asegura. En 2014, además de haber encarnado a Anna y a la Yoyes, Juana representó en Tiempo sin aire a María, una mujer colombiana que viaja a las Islas Canarias para vengar el asesinato de su hija a manos de un antiguo paramilitar.
“Estuve dos meses conectada con el odio, la venganza, la rabia, el dolor profundo”, asegura la actriz, a quien en esa oportunidad la dirigieron Samuel Martín Mateos y Andrés Luque Pérez. “Terminé en la clínica. Todo eso lo somaticé y, después de ese rodaje, estuve cinco días en el hospital”.
2015, un año hiperactivo

Primero, Juana participó en El contenido del silencio, una adaptación literaria realizada por Helena Taberna. Casi simultáneamente lo hizo en The Last Panthers, una serie rodada entre Inglaterra y Serbia bajo la batuta de Johan Renck, uno de los más celebrados directores de Breaking Bad y The Walking Dead. Y, finalmente, Acosta se convirtió en una cubana amante del saxofón para Vientos de Cuaresma, del español Félix Viscarret, rodada en La Habana junto al mítico actor Jorge Perugorría.
Como en todas las disciplinas artísticas, un éxito de este porte en la actuación no es asegurado ni por el talento en sí mismo ni por la apariencia física.
Juana asume su profesión con particular seriedad. Por eso, por medírseles con éxito a retos como los descritos y por tener una relación amable con su público, Acosta está hoy en la lista de primer nivel de directores y agentes de casting en España.
Además, los lentes de las revistas de moda la enfocan con avidez cada vez que pisa una alfombra roja.
Otras producciones
“El año entrante tengo otras dos películas. Una de ellas es una coproducción canadiense, española y colombiana que se llama La fianza, de un director novel bogotano”, asevera cuando se le interroga sobre el futuro inmediato.
“La otra es de una directora ecuatoriana, y en ella voy a trabajar con uno de mis actores favoritos, Daniel Giménez Cacho”. Además, en octubre de 2016 estrenará su cuarta obra de teatro en París, inspirada en el Moulin Rouge.
Al levantarse de su silla para pedir un taxi, Juana se mueve con la misma abrumadora seguridad en sí misma que ha mostrado a lo largo de las fotos y la entrevista.
Valentina, desde el otro lado del mundo, explica luego la actitud de su hermana mayor, comparándola con la canción Sin miedo, de la española Rosana, que reza:
“Sin miedo sientes que la suerte está contigo. Jugando con los duendes abrigándote el camino. Haciendo a cada paso lo mejor de lo vivido. Mejor vivir sin miedo”.
El Madrid de Juana Acosta

Juana vive en La Latina, un barrio multicultural y dinámico al oriente del centro de Madrid. Cuatro de sus sitios predilectos son:
El Delic, “un barcito chiquito donde se comen las mejores tostas y se beben unos jugos riquísimos”, en la Plaza de la Paja.
El restaurante Camoatí, argentino, adonde acude con su familia albiceleste en búsqueda de grandes dosis de carne
Café Berlín, tradicional, recién remodelado y ubicado en la central zona de Callao
Bar Chicote, en plena Gran Vía.
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