Girls: A gatas

Instintos, siempre están ahí y a veces surgen de modo grotesco para recordarnos lo humanos que somos, cosa que se demuestra en este penúltimo episodio de la temporada.
 
POR: 
Paola Páez S.

Ajustar repetidamente la ropa interior en medio de su entrepierna ocho veces. Ocho parpadeos seguidos, ocho movimientos de todo para sentir un vago equilibrio; Hannah está fuera de control, se ha vuelto tóxica incluso para ella misma.

Adam y Natalia. Ella, una mujer hermosa, alegre, sencilla, vivaz. Él, un hombre depresivo, de poca expectativa, aburrido, compulsivo y que vive en un apartamento a punto de caerse de mugre. Luego de conocerse las cosas fluyen bien, de forma saludable. Las conversaciones son cHay comodidad en sus conversaciones, pueden decirse cualquier cosa. Luego de salir un par de veces, Natalie se siente preparada para tener sexo con Adam: “tomo la píldora pero, ¿te vendrías por fuera por si acaso? Y no me gusta mucho estar encima ni las caricias porque me hacen cosquillas y me distraen pero todo lo demás está bien”, dice ella. Cómodas conversaciones.

¿Trastorno obsesivo compulsivo o falta de criterios para tener control de su vida? Hannah tiene una cita con su editor. Lleva dos semanas escribiendo un libro virtual, dos semanas en el intento. Al parecer, sus historias no son lo suficientemente atractivas para el ojo del lector, en este caso su jefe, quien no ha terminado de leer lo que ella le envió porque según él es aburrido. “Faltan las grandes historias sobre tu himen y tu rostro “gordito” untado de semen luego de un encuentro sexual fallido”, le dice. O algún otro fracaso que ayude a construir una buena historia. El exhibicionismo de Hannah no es lo suficientemente taquillero, el editor quiere más.

En su casa, Hannah intenta arrastrarse por su cocina y se lastima una nalga con una astilla de madera. Busca en su botiquín curas, desinfectantes y demás para limpiar la herida y cuando lo logra, toma un copito de oídos y para contar debidamente sus ocho movimientos habituales, hasta cuando el copo está tan adentro que no lo puede sacar. Está sola. Llama a sus padres y les pide que la acompañen al hospital, cosa que no funciona y en últimas decide ir sola, cuestión de urgencia domiciliar.
Shoshanna, por su parte, se siente culpable por haberle sido infiel a Ray e intenta compensar el daño siendo amorosa con él, en exceso. Marnie sigue con la idea de hacer su sueño realidad: ser cantante. Ray la apoya porque de alguna manera siente que fue él quien la impulsó en el asunto y le dice repetidas veces lo agradable que suena su voz. En teoría. Marnie intenta de cualquier forma acercarse a Charlie y lo invita a almorzar, lo visita en su oficina… Para su última cita él olvida su almuerzo, la deja plantada y al verla indignada la invita a una fiesta que habrá en su oficina esa noche. Marnie claramente acepta.

Una fiesta casual: mujeres mostrando sus nuevos implantes de silicona a compañeros que no dan espera para tocarlos, música de vanguardia, faldas cortas y cabellos lisos desfilando por el presuntuoso lugar. El ideal de ser adulto. Marnie, Ray y Shoshanna llegan al evento. Charlie es una persona completamente distinta, se viste bien y tiene un estilo en su pelo y barba que lo hacen absolutamente deseable. Marnie tiene una sorpresa preparada para los asistentes: se acerca al dj, le pide que pare la música para colocar su reproductor musical., toma el micrófono y… comienza a cantar “Stronger” de Kanye West. La mujer más blanca del mundo tratando de rapear, por supuesto, hace el ridículo. Charlie, visiblemente afectado, la lleva a una de las oficinas y le pregunta qué demonios hace. Marnie, más perdida que Hannah, le asegura que ella está andando un camino, aunque sea difícil. Ella sabe que ha hecho el ridículo, que está perdida, y que Charlie le tiene lástima. Lo que no espera ni ella ni nosotros es que Charlie, acto seguido, la besa y le hace el amor sobre el escritorio.

Natalia invita a Adam a la fiesta de una amiga de ella. Las cosas fluyen bien entre los dos. Bailan, sonríen, disfrutan. De pronto Adam sale un momento del lugar y se encuentra con Hannah. Ella viene del hospital, lleva puesta la misma camiseta, nada más. Saluda a Adam, le cuenta su patética anécdota, él le dice que está en ese lugar con su novia y: “Joder, niña, debes tener más cuidado”. “Niña”. Hannah lo observa sorprendida y él vuelve al bar. Está nervioso, dolido, fastidiado. Lleva a Natalia a su apartamento.

En una semana no deja de ser quien es: sucio, desordenado, oscuro. Natalia está aterrada con la vivienda de Adam. Escombros, malos olores, desorden… lo mira con ternura y le sugiere algo de limpieza. Adam la mira fijamente, le pregunta si sus sentimientos han cambiado por ello. Ella responde que no. Él le pide que se ponga en cuatro y que camine a gatas por el corredor hasta la habitación. Ella acepta, aunque incómoda. Quizás es parte de la función. Él la toma con fuerza, la sujeta de la cintura y la pone de nuevo en cuatro sobre la cama. Levanta su vestido, quita bruscamente su ropa interior. Ella respira agitada, sigue incómoda. La toma por detrás y la penetra con fuerza, de forma desaforada y egoísta. Es un animal. Le pregunta si le gusta su apartamento, su aspecto… dura unos cinco minutos y se viene sobre su pecho. Ella corre rápidamente su vestido, “¡no en mi vestido…!
Natalia respira claramente perturbada por lo que acaba de pasar. Le dice que no le ha gustado nada de lo sucedido. ¿Qué es lo que hace Hannah contigo, Adam? Le pide disculpas, le asegura que no sabe qué sucedió. Natalie tiene un animal frente a ella. Ha terminado el show para el cual ella se había prestado.

Sentada en la tina del baño Hannah sostiene el copo de algodón, lista para hurgar la otra oreja.

         

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marzo
18 / 2013