Cuando la fe se hizo cine
Camilo Sánchez
“¿En perseguirme mundo qué interesas?”, se cuestionaba Sor Juana Inés de la Cruz al comienzo de uno de sus poemas. Los versos vienen a cuento a propósito de una temporada de cine con temática religiosa que se ubica con fuerza en las carteleras. Si bien es cierto que la fe ha sido un recurso del séptimo arte desde sus inicios, es muy posible que en tiempos donde la corrupción, la ignorancia, la injusticia, se pasean a sus anchas, ya sea en la política, el deporte, o la misma Iglesia Católica, los creadores busquen alumbrar el foco de su reflexión sobre temas como la espiritualidad.
Actualmente se presentan en las pantallas de cine colombiano Ida y La Religiosa, una película polaca y otra francesa, respectivamente, que tienen en común a dos novicias adolescentes en proceso de recibir los votos. La película polaca está filmada en blanco y negro y se desarrolla en los años 60. La francesa es una adaptación de una historia del siglo XVIII del filósofo enciclopedista francés Denis Diderot.
En el caso del filme francés Suzanne, la joven protagonista interpretada por Pauline Etienne, resiste el radicalismo clerical, los cilicios, la pederastia, las vejaciones de unas monjas inexpresivas y desangeladas. Conviene reparar en la actuación de Isabelle Huppert (8 mujeres), una retorcida madre superiora entregada a los delirios de la carne y que trata de iniciar en la sexualidad a la joven novicia.
Su director, Guillaume Nicloux (Francia, 1966), sin embargo, se juega la carta de bucear en la introspección, centra la historia en los tormentos de su protagonista, que bascula de un convento a otro sin aceptar el dogmatismo católico de la época. Así pues, se trata también de una cruzada en contra del pensamiento único, a favor de la libertad de discernir sin descartar el aspecto espiritual: Suzanne cree en Dios. Lo que no acepta son los excesos de la iglesia.
De hecho Diderot tuvo motivos suficientes para marcar distancia con la iglesia. A los 30 años fue encerrado a la fuerza en un convento por su padre, de donde logró escapar. Su hermano fue canónigo y su hermana murió enloquecida en un claustro.
En el caso de Ida, primera película dirigida por Pawel Pawlikowski (Polonia, 1957) en su país natal, el tema religioso sirve de trasfondo para una historia cargada de contenido político. Un viaje en busca del pasado de una joven monja que visita a su tía, único pariente vivo que le queda, antes de tomar los votos, y que termina en una suerte de catarsis de dos personajes con personalidades opuestas. La tía, jueza alcohólica y desabrochada, y la novicia recatada y limitada al retirado mundo monacal.
Así mismo, la película reivindica la memoria. El pasado católico y religioso de un país asediado históricamente por sus vecinos alemanes y rusos, protestantes y ortodoxos, y por las políticas de un estado comunista y dogmático. La tragedia y la fe en un film cuyas imágenes con verdaderos retablos para la contemplación.
Para el crítico de cine del diario El País (España) Javier Ocaña el tipo de cine religioso que se hace ahora es menos provocador. Las películas de Buñuel, Passolini, Rosselini o Ingmar Bergman, trataron distintos aspectos de la fe, desde una perspectiva que para la época era rompedor. O pusieron en cuestión los postulados del catolicismo. Basta recordar ciertas escenas de Viridiana, de Buñuel “Ahora lo provocador es hacer una película sobre una monja”, señala por teléfono.
De hecho hace 51 años el director Jacques-Rivette ya escandalizó con una versión de La religiosa que sería primero censurada, y luego seleccionada, tras la presión de Jean Luc Godard, para el Festival de Cannes de 1966.
Así mismo, el crítico recuerda el éxito de la ganadora del premio del jurado del festival francés en 2010 De dioses y hombres, donde el silencio de unos monjes cistercienses “va más allá de las creencias religiosas. Son imágenes que transmiten reposo y dignidad”.
En el mismo sentido el crítico Pedro Adrián Zuluaga afirma que vivimos una época en la que hay un gran reclamo espiritual y en el que la gran industria hollywoodense también se ha valido del momento y ha aportado su parte con películas como Noé o la nominada al Oscar La Pasión de Cristo (2004).
“Y no solo las películas religiosas”, añade Zuluaga, “también otras como Gravedad o el Árbol de la vida tratan esa espiritualidad desde un enfoque más personal”.
Desde los versos de Santa Teresa de Jesús, pasando por obras como Los hermanos Karamazov de Dostoievski, hasta el cine de Ingmar Bergman, quien no se ponía de acuerdo si era creyente o no, o dónde radicaba su espiritualidad, la creación ha mostrado que las palabras o las imágenes han sido un vehículo de reclamo efectivo a un mundo difícil de comprender.