Televisión: la nostalgia vende
Gabriela Sáenz Laverde
Veronica Mars (2004-2007) en cine; Arrested Development (2003-2006) en Netflix; Dallas (1978-1991) en Warner o TNT; una temporada extra de 24 (2001-2010) en Fox. Se dice que se hará un spinoff de Heroes (2006-2010) así como una película basada en Bored to Death (2009-2011). Parece como si la nostalgia se hubiera apoderado de las salas de junta de las grandes compañías productoras de televisión y los escritores se hubieran puesto de acuerdo para lanzar de nuevo series que, aunque terminaron de manera abrupta por su bajo rating, tienen un seguimiento de culto tan poderoso que aguantan plácidamente el mundo de las repeticiones.
¿Qué está pasando? Si el consenso es que la televisión le ha robado al cine sus mejores escritores, creativos, productores y hasta las estrellas, si programas como Mad Men y Game of Thrones son los referentes del espíritu de este tiempo más allá de cualquier película que se esté produciendo en Hollywood, ¿por qué volver al pasado con series que no dieron la talla?
No es la primera vez que esto pasa. Quizás el ejemplo más claro sea Star Trek, el popularísimo Viaje a las estrellas, que murió por primera vez en 1969 y desde entonces parece no dar tregua. En 1979 se estrenó la primera película de Star Trek con el elenco original de la serie y, desde entonces, el mundo ha visto 12 películas y cuatro series (The Next Generation, Enterprise, Deep Space Nine y Voyager) derivadas de la original. Algo parecido sucedió con la serie inglesa Doctor Who, que, después de haberse transmitido ininterrumpidamente entre 1963 y 1987, regresó renovada a las pantallas en 2005 y no solo recuperó el éxito de antaño, sino que ha ganado tantos seguidores que en 2013 el especial de celebración por los cincuenta años de la serie se transmitió en directo a 94 países en teatros de cine. La serie canadiense Degrassi es otro ejemplo con similares características.
Lo que llama la atención en el caso de Arrested Development, Veronica Mars y Heroes, es que, cuando fueron transmitidas originalmente, tuvieron un desempeño bastante mediocre en términos de rating, a pesar de contar con grupos fieles de seguidores y recibir excelentes críticas. Tampoco tuvieron la suficiente cantidad de episodios (para ello se necesitan entre 85 y 100) para garantizarse la inmortalidad de las repeticiones (inmortalidad que, por ejemplo, hace que un televidente promedio haya visto todas las temporadas de Friends unas 14 veces desde que se acabó en 2004).
Así que hay que entender este fenómeno desde otro ángulo: hoy la “torta” está mucho más dividida que hace diez años, y es el nicho el que está mandando la parada. Al haber una oferta mucho más amplia de canales y producciones, las grandes programadoras no pueden soñar hoy con los altísimos ratings que tenían en el pasado. Además, cada día son más populares las plataformas como Netflix y HBO Go, donde los amantes de la televisión pueden ver sus series favoritas sin tener que someterse a los horarios ni cortes comerciales de la televisión tradicional. La estrategia para mercadear un programa o serie cambió.
El poder está hoy en el nicho de los jóvenes adultos, entre 30 y 35 años, que hoy tiene los medios económicos para financiar a través de Kickstarter, la plataforma online de crowdfunding, una película de su difunta serie favorita, como fue el caso de Veronica Mars. No se trata de algo masivo, pero es lo suficientemente notorio para mostrarnos una tendencia. ¿Somos, entonces, la generación de la nostalgia? Diría que sí, si no, ¿de qué otra manera entender la moda de lo vintage por doquier?