Leidi: Paisaje con niña y dos plátanos
Pedro Adrián Zuluaga
Entre el 14 y el 17 de enero de este año, un pequeño grupo técnico y creativo rodó Leidi, en un sector conocido como Picacho, en el barrio 12 de octubre. Se trata de las mismas laderas occidentales de Medellín, que de noche parecen pesebres sembrados en la montaña. Allí surgió la poesía de Helí Ramírez, las pinturas de Fredy Serna y el histrionismo de Ramiro Meneses.
Leidi es un corto de 15 minutos sobre la jornada de una adolescente que cuida a su hijo, que busca a su novio, que compra dos plátanos para su madre, y que al final de su pequeña odisea no tiene la plata para un bus que la devuelva a casa. El corto, financiado en parte por el Instituto Distrital de las Artes-Idartes de Bogotá, es el trabajo de grado de Simón Mesa Soto, un paisa egresado de la Universidad de Antioquia al que, en años anteriores y gracias a sus primeros cortos, se le nombró como el “nuevo Víctor Gaviria”. Leidi es su trabajo de grado en The London Film School, a donde llegó a expensas de una beca de Proimágenes Colombia y Colfuturo.
El sábado pasado el nombre de este joven de 28 años se volvió “viral” en las redes sociales que empezaron a celebrar la inesperada Palma de Oro a Mejor Cortometraje en Cannes, el Festival más prestigioso del mundo. El único norte y propósito de Leidi es encontrar una forma narrativa que le haga justicia a su personaje y a su entorno. Es un cine realista pero no una denuncia. Quiere ser arte y no declaración política.
Simón responde esta entrevista vía Skype desde Londres, pocas horas después de su regreso de Cannes y aún bajo el embrujo de un premio que él deseaba sin creerlo del todo posible.
PEDRO ADRIÁN ZULUAGA: ¿Cómo fue el momento del premio? ¿Tenía alguna intuición? ¿Se filtró algo previamente?
SIMÓN MESA SOTO: Es algo muy sorprendente. Los organizadores saben desde el día anterior. Antes de la ceremonia nos explicaron a los nueve directores con cortos en concurso el protocolo en caso de ser ganadores; entonces uno busca alguna señal, algún gesto que los delate. Pero son muy profesionales. Había en la competencia un corto francés, Aissa, que me parecía muy interesante y pensaba que sería la Palma de Oro. En el momento en que Abbas Kiarostami, presidente del jurado de cortos, leyó la mención especial para Aissa, yo pensé de todo. Y cuando nombró a Leidi fue una locura… tuve que volver a ver el video para recordar cómo había reaccionado. Kiarostami me habló de que le había gustado mucho el retrato del personaje y la escena en que Leidi se recuesta en el hombro de su novio.
¿Cómo fue la celebración?
La celebración terminó con nuestro equipo y el equipo del corto francés con los trajes de la ceremonia nadando a las siete de la mañana en las playas de Cannes.
¿Cómo cree que va a ser utilizado este premio por Proimágenes y el Ministerio de Cultura, en un momento en que hay tanta polémica respecto a las convocatorias del Fondo para el Desarrollo Cinematográfico-FDC?
El corto fue rechazado en las convocatorias del FDC pero ganó un premio de Idartes que nos dio la posibilidad de hacerlo como quisimos. Pero yo soy muy ajeno a todo lo que está pasando. Leidi es un trabajo de estudiante de una escuela de cine. Nunca me imaginé que esto fuera a crecer de esta manera. Aún no logró entender cómo sucedió.
¿Por qué el nombre de Leidi que se repite también en un corto anterior, Los tiempos muertos?
Siempre me ha interesado ese nombre y la razón de que haya tantas leidis. ¿Quizá por la princesa Diana? Me interesa saber cómo se adaptó a Colombia: creo que es como querer ser parte de algo que no nos pertenece. Además, aunque el nombre a algunos les resulte feo, yo no quería estilizar, quería que todo en mi película fuera “normal”.
LEIDI teaser from Simón Mesa Soto on Vimeo.
La búsqueda de un estilo
Usted terminó comunicación audiovisual y multimedial en la Universidad de Antioquia y después va a estudiar a Londres. ¿Qué ha pasado en su formación y en su visión del cine y del país a partir de esta última experiencia?
Llegué a Londres hace dos años y medio y lo que empezó para mí fue un camino exploratorio: ver cosas y hacer pequeños cortos. Me parece bonito estar acá, no tanto por estudiar cine sino por ver a Colombia desde afuera y tener la oportunidad de comparar puntos de vista sobre el cine y sobre el país. En la Escuela, antes de Leidi, hice otros proyectos académicos, como Beth, un corto de 18 minutos sobre una mujer aislada en su apartamento. Es muy similar a Leidi en algunos aspectos. Allí exploro también una forma de hacer cine que me interesa.
¿Y que ya se insinuaba un poco en Los tiempos muertos?
Sí, en cada trabajo intento llegar a un punto, aunque Los tiempos muertos, que fue mi trabajo de grado en la Universidad de Antioquia, es más ingenuo. Lo que uno buscar es ir puliendo.
Pero se ve una continuidad, la depuración de un estilo. ¿Podría describir ese estilo al que aspira?
Es como un juego de atmósferas y de personajes. Me interesa partir de una línea argumental muy delgada para profundizar en un personaje y su entorno. No se trata de crear historias sorprendentes sino de que en cada cuadro y en cada momento de la historia, se diga mucho a partir de cosas muy pequeñas. Mi base es el seguimiento y la observación del personaje.
¿Y por eso el espacio y los lugares son tan importantes?
Sí, es un tipo de realismo. Yo veo que hay un realismo que busca elementos muy sociales y políticos, pero también hay un realismo poético que permite la introspección del personaje. Aquí el paisaje y la forma hablan de la interioridad del personaje. En Leidi yo no pretendía hacer una historia social, pero es que estos son los personajes de Colombia, uno no puede taparlos. Yo no estoy haciendo una crítica o una denuncia, estoy haciendo una historia, estoy narrando un personaje.
Pero son personajes y lugares muy visitados en el cine colombiano, y es inevitable que se vinculen a referentes como Víctor Gaviria.
Claro, pero yo no llegué a esos personajes desde un lado social. Me interesan como posibilidades narrativas, no como tipos sociales. Lo que pasa es que la población colombiana en buena parte es como Leidi y tiene sus mismos problemas. Yo crecí en un barrio de Medellín, en Belén Rincón, y esos problemas de embarazos adolescentes siempre estuvieron ahí. Y la visión católica de ser madre joven y aceptarlo. Cuando estábamos aproximándonos a estas niñas, a través de la Fundación Buen Comienzo –un programa de la Alcaldía de Medellín que ayuda a las madres jóvenes– veía adolescentes con cuatro hijos. Pero más allá de la problemática está la mentalidad. Leidi tiene un trasfondo social, pero no deja de ser cine.
Y necesitaba un contexto realista porque ese es el cine que le interesa hacer.
Me interesa la forma realista, sin que eso me impida llegar a lo poético. Nosotros intervenimos el contexto de Leidi, intervenimos los cuadros y les quitamos muchos elementos realistas, a través del silencio, por ejemplo, o de los planos abiertos. Si vas al barrio en el que rodamos –el Picacho –todo es más vívido, más inquietante. La intención nuestra era trabajar con más calma, entrar en el personaje. Utilizamos el paisaje como un reflejo interior del personaje. En el rodaje intentamos que hubiera mucho silencio, apagamos todos los radios.
Se siente en sus trabajos mucha melancolía, y la melancolía es una atmósfera.
Digamos que yo lo hago de forma muy intuitiva, a la hora de poner una cámara o hacer que el personaje haga ciertas acciones.
Es intuitivo pero no parece inocente. Su manera de dirigir me imagino que está llena del cine que usted ha visto. ¿No sé si usted se considera un director cinéfilo?
Creo que uno siempre está influido por el cine que ha visto. Sería muy arrogante decir que uno no tiene una tradición de directores delante, por ejemplo cuando está haciendo un plano.
¿Y en el caso suyo quiénes son esos directores?
Son muchos, cuando yo tenía 18 años me conmovía mucho Mulholland Drive; en ese momento tenía un nivel exploratorio distinto al de hoy. En estos diez años ha cambiado mucho el cine que me interesa. Para mí es un honor haber compartido esta Palma de Oro con un director como el turco Nuri Bilge Ceylan, un autor que siempre ha sido una referencia muy grande para mí.
Muchos encontrarán en Leidi coincidencias estilísticas con otras películas de directores de su misma generación: en el manejo del tiempo, de los planos, de la actuación. Es seguro que dirán que es una fórmula para ganar festivales.
Entiendo a lo que te refieres. Yo no lo veo como una fórmula. Por ejemplo, en realidad el personaje de Leidi le dio forma a la historia. Uno toma influencias pero el personaje y el entorno definen muchas cosas. Estos lugares de Medellín le dan forma a un estilo. Y yo quería que ese estilo fuera nuevo. El cine europeo tiene formas muy definidas, pero al hacer cine en Colombia uno tiene sus propios personajes y sus propios paisajes, y unos y otros son en realidad la forma narrativa de la historia.
¿Cómo fue la selección de los actores y el trabajo de dirección con ellos?
Primero estuvimos por las laderas de Medellín tomando fotos y haciendo una investigación visual. Una vez escogida la locación, nos aproximamos a las niñas, con el apoyo de Buen Comienzo. Yo asistía a las reuniones y hablaba con ellas. Más que buscar a Leidi estábamos buscando cómo la historia se iba a amoldar a una de esas niñas. Que la historia la encontrara a ella, y no que ella se amoldara a la historia. En ese punto fue que dimos con Alejandra, la actriz protagonista. A muchas les preguntábamos cosas personales y les hacíamos pruebas de cámara. Buscaba alguien que reaccionara bien a la cámara, y Alejandra lo hizo bien. No se asustó, a pesar de su timidez.
¿Llegó con un guion muy armado o lo fue escribiendo a medida que iba conociendo a las niñas?
Yo llegué al trabajo de campo en Buen Comienzo con un guion muy básico, con una línea del personaje que busca a su novio. Lo que más cambió en el proceso fue el diálogo, aunque el diálogo que se escribió fue el que se rodó, no hubo improvisación.
¿Todos los actores son del barrio?
Sí, todos son del 12 de octubre, encontrados a través de grupos culturales y de toda la gente que nos apoyó en el barrio.
En ese sentido sí hay muchas afinidades con el método de trabajo de Víctor Gaviria aunque el resultado sea muy distinto.
En realidad no conozco mucho cómo trabaja Gaviria. He partido de mis propias experiencias, a pesar de que uno siendo de Medellín y trabajando esas temáticas tiene inevitablemente su influencia. Pero cuando yo estaba haciendo Leidi él no era una referencia directa; estaba explorando otros caminos que tal vez me llevaron a una forma narrativa parecida.