“Nosotros, el pueblo”: Walesa, de Andrezej Waida
Pedro Adrián Zuluaga
¿”Qué es un líder?”, le pregunta la periodista italiana Oriana Fallaci a Lech Walesa en una entrevista realizada en 1981. “Un líder es alguien con la determinación para no dejarse doblegar”. Walesa: la esperanza de un pueblo es la película sobre un hombre extraordinario que con su solo coraje y carisma fue capaz de cambiar el destino de Polonia y de Europa del Este. Fascinante y enérgica en sus aspectos formales y narrativos, es, sin embargo, políticamente simple y evasiva.
Andrzej Wajda, su prestigioso director, es más viejo que los hechos y personajes que reconstruye. Por tanto, se esperaría que su punto de vista sobre el líder del sindicato Solidaridad y Premio Nobel de paz, fuera la de un testigo directo capaz de observar la complejidad de la Historia, y no la de un biógrafo que quiere santificar a su biografiado. Y aunque Walesa es presentado como un personaje contradictorio y con arranques de arrogancia, el film cede ante la fascinación acrítica y la nostalgia por un tiempo donde en el seno mismo del totalitarismo surgieron líderes políticos que creyeron en la utopía.
Wajda, con 87 años, es responsable de una obra cinematográfica aclamada mundialmente. En anteriores películas suyas como El hombre de mármol y El hombre de hierro, ya había narrado los años de desgaste del comunismo y las distancias entre la ideología y la realidad histórica. En Walesa: la esperanza de un pueblo, el director utiliza como detonante la mencionada entrevista de Fallaci, antes de la ley marcial y de la proscripción del sindicato Solidaridad. A partir de este material histórico, la película retorna una y otra vez a los momentos decisivos de la vida de Walesa, que son inseparables de los de su país.
El ritmo trepidante, la cámara nerviosa, y el uso frecuente de música rock le dan a la película una apariencia muy contemporánea. Las imágenes, sin embargo, están trabajadas en una excepcional paleta de colores old fashion, sin excluir el blanco y negro. Asimismo, se combina el material de archivo con la reconstrucción didáctica de episodios claves. La película tiene una gran variedad de registros y tonos, mezclados con la libertad de un maestro en el pleno dominio de su lenguaje expresivo.
Walesa es presentado como un hombre del pueblo, con una vida familiar (esposa y seis hijos) amenazada por su voluntad de ir siempre más allá de lo sensato en su lucha a favor de la libertad. La separación entre lo íntimo y lo político, simplemente no existe. Pero al intentar abarcar 20 años de la historia de Polonia pasados por el tamiz de su más importante líder, no puede menos que incurrir en simplificaciones (una de ellas es la timidez con la que aborda el papel de Juan Pablo II y de Occidente en el desenlace de los hechos), en esbozos que no termina de elaborar con suficiente y contundente nitidez.