El Reino de Kensuke: una película animada con lecciones importantes sobre la familia y la naturaleza
Juan Andrés Serrano Sánchez
El Reino de Kensuke es una película que narra la historia de Michael, un niño que parte con su familia desde Inglaterra para navegar por el mundo en un velero. Una serie de eventos desafortunados culmina con Michael naufragando en una isla desierta, acompañado por su mascota, Stella. Allí, Michael conoce a Kensuke, un militar japonés de la Segunda Guerra Mundial que naufragó en la isla hace muchos años y que ha construido un estilo de vida especial en medio de un paraíso natural.
Esta obra de los directores Neil Boyle y Kirk Hendry combina de manera espectacular animaciones en 2D y fotografías reales, camuflando varios mensajes y lecciones tanto para los niños como para los adultos que los acompañan, lo que la convierte en una excelente opción para disfrutar en familia.
El primero de estos mensajes es la importancia de las mascotas dentro de la unidad familiar. Al inicio de la película, Michael finge tristeza porque sus padres decidieron dejar a Stella bajo el cuidado de otros familiares en Inglaterra. Sin embargo, lo que nadie sabe a bordo es que Michael ha ocultado a Stella en uno de los compartimentos traseros del velero.
A diferencia de la alegría de Becky, la hermana de Michael, al reencontrarse con la mascota, los padres de Michael se muestran muy molestos cuando escuchan los ladridos de Stella en alta mar. Ambos están decididos a dejarla en el primer albergue que encuentren en el próximo puerto de la travesía, pero el padre de Michael tiene un momento muy emotivo con Stella, lo que le hace darse cuenta de que abandonar a su mascota en un país desconocido sería inaceptable.
Este evento mejora la relación entre Michael y sus padres, ya que, al ser el menor de la tripulación, no le permitían realizar tareas importantes de navegación, más allá de documentar en una bitácora los hallazgos y la ruta del viaje.
Aquella bitácora es otra de las lecciones importantes de la película. Al principio, Michael la subestima y se molesta con su madre por asignarle una tarea que considera sin propósito alguno en la travesía. Pero, estando en alta mar, sin internet y lejos de cualquier ciudad cosmopolita con innumerables actividades, Michael encuentra en el dibujo y la documentación de la fauna y flora marítima su mejor pasatiempo. Tanto así que, gracias a esta bitácora, tiempo después, Michael logra mostrarle a Kensuke su familia y saber exactamente el lugar donde había naufragado.
“El viaje de Michael en la película es pasar de ser un niño urbano desconectado del medio ambiente a transformarse y comprender cómo funciona la naturaleza y por qué es importante protegerla”, afirma su co-director, Neil Boyle.
Cuando Michael y Stella quedan varados en la isla desierta del Océano Índico, se enfrentan a la angustia de cómo sobrevivir. Pasan días difíciles, con cada vez menos alimentos y escasez de agua dulce. La situación empeora, y aunque Michael está un poco molesto con Stella por haber causado su caída de la embarcación, nunca la reprime ni la abandona, lo que refuerza el mensaje de unidad y conexión intrapersonal entre humanos y animales que se resalta en la película.
La playa donde naufragó Michael tiene una entrada directa hacia las profundidades de la selva, y es de ese lugar misterioso e incierto de donde aparece Kensuke, quien salva la vida de Michael y Stella al proporcionarles comida y agua. Al principio, la relación no es nada cordial, pues Kensuke se enfada con Michael por encender un fuego en la playa, lo que provoca el rechazo del japonés hacia el niño.
Desesperado por el hambre, Michael se adentra en el mar en busca de comida, sin saber que la zona que ha escogido es un cementerio de medusas, que lo pican tan pronto como tienen la oportunidad. Kensuke vuelve a intervenir, rescatando a Michael del agua y curándolo en su majestuosa casa en medio de la selva.
A partir de ahí, la relación mejora. Kensuke muestra empatía y, a través de Michael, se permite soñar con lo que hubiera sido su vida si hubiese podido tener una relación más profunda con su hijo, quien murió junto a su madre en el bombardeo nuclear a Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta convivencia busca mostrar un cambio de paradigma en las películas de naufragios. El guionista, Frank Cottrell-Boyce, comenta al respecto: “Lo realmente sorprendente de esta historia es que muchas historias ambientadas en islas desiertas tratan de gente que se desmorona, se matan unos a otros, se comen unos a otros. Fortnight, Treasure Island, Lord of the Flies. El reino de Kensuke es una historia de personas que consiguen comprenderse”.
En ese momento, la película entra en una nueva fase: se cierra el capítulo de la aventura en barco y la llegada de Michael a la isla tras el naufragio, y comienza la convivencia con la naturaleza y el descubrimiento de un paraíso natural perdido en medio del Océano Índico.
Hay dos enseñanzas clave en esta parte de la cinta. La primera es la maravillosa conexión entre los animales y Kensuke, la cual transmite a Michael a través de sus enseñanzas. Neil Boyle, co-director, añade que “lo que hacen el libro y la película es enseñarte que una persona puede marcar la diferencia, y Kensuke marca la diferencia en esta isla. Es un mensaje estupendo del que todos podemos aprender: que una sola persona, con solo hacer pequeñas cosas aquí y allá, puede ayudar realmente a proteger nuestro medio ambiente”.
La otra enseñanza, que es más una crítica, se dirige hacia la caza y el secuestro ilegal de estos animales para traficar con ellos. La razón por la cual Kensuke reprendió a Michael al inicio de su estadía en la isla por encender un fuego en la playa es que eso atrae la atención de estos traficantes ilegales. Un día, de manera inesperada, los traficantes irrumpen en la isla, con jaulas y escopetas, y comienzan a disparar contra todos los animales que encuentran.
Durante el asedio de estos cazad ores, Kensuke es herido de gravedad y uno de los líderes de la manada de monos muere por salvar a su hijo, lo que busca dejar en la audiencia un mensaje de rechazo hacia estas prácticas ilegales.
Dibujos 2D y fotografías reales en la animación
El lanzamiento de esta obra de los directores británicos Neil Boyle y Kirk Hendry está nominado a Mejor Película en el Festival de Annecy, un certamen conocido como el “Festival de Cannes” de la animación. La película mezcla durante toda su proyección animaciones en 2D y fotografías reales, estas últimas visibles en los fragmentos con planos panorámicos y generales.
Las animaciones en 2D de esta película, razón por la cual es considerada una obra de arte, fueron dibujadas a mano por 200 artistas que se tomaron dos años para realizar los 80 minutos de la entrega.
“El mayor reto es conseguir que todo se mezcle en un estilo que parezca que ha sido animado por la misma persona durante todo el proceso. Hacer un largometraje de animación 2D dibujado a mano es muy complicado y requiere de muchas personas con talento durante un largo periodo de tiempo”, explica Camilla Deakin, productora de la película. “Durante ese tiempo, contamos con artistas de storyboard, artistas de capas, artistas de fondo, animadores, coloristas y compositores. Tenemos gente que ha estado trabajando meses y meses en esto, porque cada aspecto se hace a mano con un enorme cuidado, lo que resulta en el fantástico resultado final”.
Finalmente, se estima que cada fragmento de la película requirió, en promedio, 12 dibujos, cada uno compuesto por encuadres y personajes diferentes, donde fue fundamental la sinergia entre el proceso de dibujo y el equipo de animación para darle vida sin perder fluidez ni calidad en los dibujos.