Dallas Buyers Club: una lucha heroica por la vida
Ángela Cruz
Mucha curiosidad y revuelo ha causado la radical transformación física de Matthew McConaughey durante la actual temporada de premios. Las reacciones pasan por la tristeza de quienes lo recuerdan como la bronceada y glamorosa imagen de Dolce & Gabbana, el horror de quienes cuestionan la validez de la transformación física como un valor agregado del desempeño actoral, hasta las burlas de quienes lo comparan con un tiranosaurio por lo pequeños que parecen ahora sus brazos.
Sin duda alguna, la transformación de McConaughey en un electricista promiscuo, drogadicto, apostador y homofóbico (Ron Woodroof) se beneficia de los casi 30 kilos perdidos por el actor como parte de su preparación para asumir el rol protagónico en Dallas Buyers Club (dirigida por Jean-Marc Vallée). Sin embargo, tal cambio pasa a un segundo plano cuando consideramos otra transformación, más profunda, la que presenciamos a lo largo del filme en la interpretación de McConaughey.
Recordamos al actor por un sinnúmero de roles protagónicos en comedias románticas en las que la tendencia era ver a mujeres exitosas e inteligentes caer ante el dorado torso y la sonrisa perfecta de un personaje masculino irresponsable, desubicado y lleno de defectos. Difícilmente la imagen atlética de McConaughey en tales películas permite que recordemos alguna de sus líneas, pronunciadas con una voz ligera, pasiva y jovial concordante con los clichés del género. En Dallas Buyers Club, por el contrario, la voz profunda y tosca que el actor le proporciona a Ron Woodroof lidera la acción, conduce al espectador a lo largo de la historia y da cuenta de los conflictos internos del personaje. Una voz audible, es tal vez uno de los grandes logros del actor en esta cinta.
Ron Woodroof, el homofóbico vaquero, sufre un accidente de trabajo a raíz del cual le realizan exámenes de sangre en los que los médicos detectan que está contagiado con VIH desde hace mucho tiempo y se encuentra en la fase terminal del SIDA, lo que le da máximo 30 días para arreglar sus asuntos y morir. Rechazado y señalado por sus amigos que en una época de ignorancia, temor y estigmatización consideran, al igual que el propio Woodroof, que el SIDA es una enfermedad exclusiva de los homosexuales, este hombre se enfrenta al vacío de los que pueden ser sus últimos días en medio de síntomas dolorosos y chocantes.
En ese momento, la FDA (Agencia de Alimentos y Medicamentos, por sus siglas en inglés) ha permitido un estudio farmacéutico para comprobar la efectividad del AZT en el tratamiento de la enfermedad; al no ser candidato para el estudio, Woodroof se ve avocado a conseguir medicinas por sí mismo.
Es así como conoce a Rayon (Jared Leto), un paciente travesti que participa del estudio y que se convertirá en su socio en la fundación de un club de compradores de medicinas traídas desde México, que establecen en un motel de Dallas.
En un esfuerzo por conocer su enfermedad, Woodroof estará al día de las investigaciones de modo que con la ayuda de un médico radicado en México descubre que el AZT es una droga tóxica y encontrará un nuevo cóctel de proteínas y vitaminas que mejorará de manera sustancial la calidad de vida de los portadores del virus; su club de compradores se convertirá en una alternativa al dañino tratamiento con AZT e inmediatamente el número de membresías será cada vez mayor. Basada en la historia real de Ron Woodroof y su enfrentamiento con la FDA para defender el club y poder tratarse a sí mismo, la película nos muestra todas las artimañas utilizadas por el personaje para combatir contra los intereses económicos de la industria farmacéutica y la propia FDA.
A lo largo del proceso, y gracias a su amistad con Rayon y la doctora Eve Saks (Jennifer Garner), Woodroof poco a poco se va transformando espiritualmente y lucha por una vida que en sus propias palabras, no tiene tiempo para vivir, procurando darle algún sentido y sin proponérselo, ayudando a otros a hacerlo.
Gracias a ello, finalmente logra vivir durante 7 años más luego de su diagnóstico a causa de sus autogestionadas medicinas, y sentar un precedente en el tratamiento del SIDA.
Resulta memorable este retrato de la enfermedad que si bien es dramático y cuenta con grandes momentos de tensión emocional, no cae en la semblanza lastimera sino que resalta el carácter casi heroico de la lucha de Woodroof por su vida y la empatía que termina por lograr hacia aquellos que antes despreciaba.
Merece una mención especial la interpretación de Jared Leto, alejado por tanto tiempo de las pantallas, que logra darle a su personaje gran cantidad de matices y lo aleja de la caricatura con gran sutileza. Rayon resulta una combinación poderosa de fragilidad y resistencia que conmueve al espectador al declarar que no quiere morir.
Dallas Buyers Club funciona como semblanza de una época de desconocimiento sobre el SIDA, y también como reflejo de los vínculos perversos entre la industria farmacéutica, los gobiernos y la medicina, pero principalmente, plantea una reflexión sobre la consideración del otro y el valor que esta puede otorgarle a nuestra propia vida. Difícilmente alguien logrará salir intacto después de verla.