La basura en el cine contemporáneo

Aunque sea algo que la sociedad insista en no querer ver, la basura se va instalando como un asunto importante del cine contemporáneo.
 
La basura en el cine contemporáneo
Foto: Jordan Beltran on Unsplash
POR: 
Pedro Adrián Zuluaga

El artículo La basura en el cine contemporáneo fue publicado originalmente en Revista Diners de agosto de 2013

En una zona de bosques al norte de Helsinki, un grupo de científicos e ingenieros construye Onkalo, un complejo “funerario” destinado a enterrar residuos nucleares. Onkalo significa oculto en finés, pero los pormenores de este faraónico proyecto son revelados por Into Eternity (Michael Madsen, 2010), un documental del cine contemporáneo donde el tema de la basura, que asociamos a aquella producción de desechos que no queremos ver y que hacemos lo posible por mantener oculta, se convierte, además, en aquello que, por su materia sutil, no podemos ver: el fuego radioactivo.

El cine contemporáneo que muestra basura

Y revelar fue lo que hizo el periodista italiano Roberto Saviano en Gomorra, adaptada al cine con una cínica frialdad por Matteo Garrone en 2008. En este reportaje, que le costó una amenaza de muerte grotescamente parecida a la sufrida por Salman Rushdie, Saviano enfureció al dios del capitalismo al trazar la ruta de distintos tipos de mercancías que hoy son el negocio de la camorra italiana, entre ellas las mercancías muertas (la basura) que van a parar a los alrededores de Nápoles. El lujo efímero no puede existir sin la producción de un enorme arsenal de basura que permanece.

Aunque sea algo que la sociedad insista en no querer ver, la basura se va instalando como un asunto importante del cine contemporáneo. Primero fue en una serie de documentales que les dieron rostro a las personas que trabajan entre desechos y que suelen ser miradas, a su vez, como desperdicios.

Dos de ellos son ya viejos referentes: Boca de lixo (Brasil, Eduardo Coutinho, 1992) acompaña a un grupo de trabajadores del basurero de Itaóca, en São Gonçalo, a cuarenta kilómetros de Río de Janeiro.

Mientras tanto, Jorge Furtado, en Isla de las flores (Brasil, 1988), hace un documental, hoy de culto por su retórica de devastadora ironía (“el ser humano se caracteriza por tener el telencéfalo altamente desarrollado y el pulgar oponible”), en el cual muestra uno de los vertederos de Porto Alegre donde hay pocas flores y mucha basura.

De la basura a los premios Óscar

También de Brasil, pero más reciente es Aterro/Vertedero (Marcelo Reis, 2012) que sigue a siete mujeres que entonan su oración de agradecimiento a lo que la basura les dio. Y Waste Land (2010), dirigido por la británica Lucy Walker, pero rodado en el basurero de Jardim Gramacho (Río de Janeiro).

En este documental, candidato a un Óscar, se muestra el trabajo de los recolectores y del reconocido artista brasileño Vik Muniz en la creación de una obra conjunta. En esta misma línea, más optimista que apocalíptica, se ubica Los espigadores y la espigadora (Francia, 2000), un conmovedor trabajo de Agnès Varda sobre hombres y mujeres que han convertido el reciclaje en una acción ética y estética.

El cine contemporáneo con basura en Colombia

Pero la imagen de un mundo amenazado por montañas cataclísmicas de basura es irresistible. En Colombia, la obra del director caleño Óscar Campo ha ido madurando una poética de la ruina y el desecho, con alusiones explícitas a la ciencia ficción.

Tanto sus documentales como su largo de ficción, Yo soy otro (2008), hacen referencias permanentes a las alcantarillas y las cloacas como la contracara subterránea del arrogante e irreflexivo consumismo de los habitantes de arriba.

En Informe sobre un mundo ciego (2001), los registros audiovisuales del presente son recuperados de un archivo que sobrevivió a la hecatombe de una sociedad de mediados del siglo XX. Ese tesoro encontrado, a pesar de haber sido producido para convertirse rápidamente en basura (son imágenes televisivas), es lo que les permite a los hombres del futuro sentir la nostalgia de los placeres banales de sus antepasados, es decir, nosotros.

En las ficciones sobre el fin del mundo como La carretera (John Hillcoat, 2009)Los niños del hombre (Alfonso Cuarón, 2006) o El tiempo del lobo (Michael Haneke, 2003), hay una clara conciencia del paisaje que nos sobrevivirá y de la basura como la última imagen del universo. Porque la basura, al parecer, está hecha de un material más perdurable que el de la vida.

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