Patricio Wills, el exportador de telenovelas
Revista Diners
Llegó a RTI hace 36 años, de la mano de Fernando Gómez Agudelo, su mentor y amigo y quien lo convenció de que era el tipo perfecto para la entonces naciente producción en televisión. Alumno no muy aventajado en el colegio y arquitecto frustrado, inteligente, sagaz, apasionado, ingenioso, acelerado, pragmático y competitivo –corría karts en la adolescencia–, Patricio Wills es la cabeza del equipo que con Fernando Restrepo, Hugo León y Eduardo Flórez ha llevado a feliz puerto a RTI, una de las más antiguas programadoras del país, tras una historia fascinante, llena de éxitos y también de obstáculos.
Artífice de producciones inolvidables como Don Chinche, Los cuervos y Pasión de Gavilanes, su futuro se tornó incierto con la llegada de los canales privados. Fue ese el momento en que Patricio decidió salir a buscar horizontes y empezar a tocar puertas afuera para mostrar la calidad de la producción colombiana. Así logró asociarse primero con Telemundo y ahora con Televisa, en alianzas que le dieron a RTI el oxígeno que necesitaba para reinventarse y llegar a los 50 años como una de las más sólidas productoras de contenidos televisivos en español.
–¿Dónde arranca su pasión por la TV?
Fernando Gómez Agudelo, a quien conocí desde que tenía 11 años, me dijo: “Estoy buscando a alguien que no tenga ni idea de televisión y puede ser usted”. “¡Yo no sé, ni siquiera prenderla!”, le contesté. “Entonces es el hombre perfecto”, me respondió y ahí –sin entrenamiento de ninguna clase– llegué a RTI para reemplazar a Bernardo Romero Pereiro, en ese momento el dios de la televisión en Colombia, que se retiraba para escribir. Al principio fue difícil, pero me pasó lo que a todos los que tocan la televisión: nunca me pude devolver.
–¿Siempre ha sido productor?
Desde el primer día. Soy un presidente particular, mi foco no es la administración ni las finanzas. Mi día a día es la generación de ideas, de proyectos y de contenidos, que es en lo que estamos.
–¿Cómo era Fernando Gómez Agudelo?
Fuerte, confrontacional y lo suficientemente irresponsable para hacer lo que se le daba la gana. No entendía de cifras y era capaz de hacer locuras que casi quiebran RTI. Era terco, con un tesón violento. Fue mi figura paterna, mi papá murió en un accidente cuando yo tenía dos meses, y quien me enseñó de la manera más brutal –podía ser duro y cruel– lo que sé hoy. De él aprendí la honestidad, a no tener ambigüedades, la transparencia, la fortaleza y las bolas para decir las cosas que la gente no quiere oír.
–¿Qué tenía esa época que no tiene esta?
La competencia entre las empresas era diferente, las concesiones del Estado tenían sus límites y dentro de eso uno se podía mover. Hoy, sin importar el lugar del mundo, no siempre gana el mejor, sino el que más dinero tenga. Es un juego absolutamente distinto, que funciona bajo el amparo de un canal que te contrate y hay que ser parte de una organización internacional.
–¿Cómo vio la controversia sobre Los tres Caínes, producida por ustedes?
RCN tuvo el valor de mantenerse ante el boicot comercial, un chantaje inaceptable. La serie era fuerte y directa, pero no imprecisa. Quizás el país aún no estaba preparado para verse en el espejo. Eran retratos demasiado recientes de la política colombiana. A diferencia de la serie de Pablo Escobar, la mayoría de la gente está viva. La enseñanza, que nos deja es que hay que tomar un poco más de distancia, y que aunque la clase dirigente y los anunciadores no estaban preparados, la audiencia sí. La serie tuvo la sintonía más alta del canal en cuatro años.
–Una de las grandes preocupaciones de la industria es el bajo rating en los programas. ¿Qué está pasando?
Es una mezcla de factores. La fragmentación de audiencias ante la gran oferta de hoy, y la disminución del consumo de televisión abierta porque todo el mundo está viendo series en su celular, o en su tableta. Quizás no han aparecido dentro de los ciclos naturales del péndulo de audiencias, producciones como Betty la fea, o Pasión de Gavilanes, que jale. Las narconovelas son las que han tenido sintonía, pero eso va a generar fatiga y los proyectos tradicionales van a regresar.
–¿Tienen planeado hacer contenidos específicos para medios como la web?
Estamos reenfocando nuestra visión hacia medios distintos de la televisión abierta como la web y el cable. Es generación de contenidos, que es la apuesta de RTI.
–¿Ha subido mucho el costo por capítulo de las producciones?
Una de las ventajas de Colombia es que éramos más baratos que cualquier producción de un buen estándar. Pero todo el mundo se vino a producir en el país –Telemundo, Televisa, Fox, Disney, Sony– y eso ha hecho que los costos de producción se suban. Hoy el precio no es un diferenciador. Colombia es el segundo centro de producción de América Latina después de México, por razones como el componente geográfico, neutralidad de idioma, buen talento creativo y una diversidad de escenarios naturales difícil de encontrar a pocas horas de distancia en otra parte del mundo.
–¿Quiénes son los talentos de hoy?
Escritores como Gustavo Bolívar, Julio Jiménez o Ximena Romero, la hija de Bernardo, son de primerísimo nivel internacionalmente y tienen gran demanda. Los actores tienen un estilo de actuación un poco más neutro y ya es muy usual encontrar en el prime time de cadenas como Univisión, algún protagonista colombiano, como Dana García. A nivel medio también hay muchos actores que están haciendo parte de los elencos internacionales y siendo parte además del mercado mundial.
–Usted decía “uno tiene que aprender a meterse a los buses por la puerta de atrás”. ¿Qué quería decir con eso ?
Que hay que aprender a buscarle la comba al palo, acomodarse a las circunstancias. Si las de la televisión cambiaron, nosotros tenemos que acomodarnos y reinventarnos. De hecho somos la única compañía de las líderes fundadoras de la televisión en Colombia que sigue viva.
–Sus hijos mayores han seguido sus pasos en la televisión…
Sí. Mi hija Laura (30) trabaja en la competencia, con Teleset–Sony desarrollando proyectos. Entiendo que le va muy bien, pero tenemos un código implícito de no hablar de nuestros oficios. Lorenzo (26) también es un hombre de medios, pero Laura lo que quisiera es llegar a ser una escritora y generadora de ideas, mientras que Lorenzo quiere ser el dueño de los canales.
–Después de tres décadas, ¿no quisiera hacer otra cosa?
Lo he pensado varias veces, pero eso es como un río en el cual uno ya no puede devolverse. Mi esposa Adriana (Santos) me dice, “¿no hay manera de que le des un poco más despacio?”. Me acuerda de mi mamá cuando yo corría karts y le daba miedo que me fuera a pasar algo: “Ay mijito –me decía–, no corra mucho”. Yo no sé darle más despacio, me gusta estar con la adrenalina a millón, no me puedo estar quieto.
–¿Se arrepiente de algo en la vida?
Quizá hubiera podido ir más rápido. Me tardé varios años en llevar la compañía a donde está. Con mi socio Fernando Restrepo decidimos ser quienes controláramos la compañía y eso casi nos quiebra. RTI podría ser hoy el tercer canal, pero no seríamos nosotros los dueños.
–¿Su momento más difícil?
Sin duda hace diez años cuando la televisión privada entró, y nos tocó reinventarnos como productores.
–¿Qué quisiera ver en su epitafio?
Quizás “sigo pedaleando”. Les digo a mis hijos que uno se puede caer cien veces y cien veces tiene que levantarse, seguir trabajando y disfrutando lo que hace.
–¿Le tiene miedo a algo?
Antes le tenía miedo a lo que pase cuando esto se acabe, pero ya no.
–¿Y a la muerte?
Como decía Fernando Gómez, “yo no le tengo miedo a la muerte, sino a la morida” .