El Hobbit según una fanática de J.R.R. Tolkien
Luz Adriana Gómez Rincón
El artículo El Hobbit según una fanática de J.R.R. Tolkien fue publicada originalmente en Revista Diners en diciembre de 2012
Desde hace tiempo sabía que diciembre de este año sería un mes de grandes acontecimientos: es el mes en el que me caso y se estrena la primera parte de la película El Hobbit. Eso me dio una idea que no fue tomada en serio por nadie, pero que habría resultado maravillosa, y era casarme en una sala de cine y proyectar El Hobbit para todos los asistentes. Me habría vestido de habitante de la Comarca con pies descalzos y peludos y la marcha nupcial habría podido ser alguna cancioncilla de la Tierra Media.
El Hobbit una película para ver soltero
Como la idea no caló, me tocó ir a ver El Hobbit como cualquier mortal y sin casarme aún. Compramos las boletas en cuanto estuvieron disponibles en preventa y a partir de ahí solo era esperar y contar los días con ansiedad.
La espera fue larga y angustiosa, sobre todo porque duermo poco últimamente gracias a las pesadillas prematrimoniales (en una de ellas, mi prometido es un hobbit que lee poesía erótica en la ceremonia), pero finalmente, el 14 de diciembre, llegó el anhelado día de regresar a la Tierra Media, de volver a ver a Gandalf y de ver a Bilbo Bolsón joven.
Confieso que antes del estreno leí algunas críticas que me dejaron temerosa, pero en este mundo de internet donde todas las voces, incluso la mía, encuentran la luz, es de esperarse que siempre se digan cosas malas hasta de la mejor obra de arte.
Varios críticos del mundo hablaron de los 48 cuadros por segundo, del relleno en la trama, de lo tonto que es Radagast y de por qué querría Peter Jackson hacer una trilogía de un libro que no es tan largo.
El genio de Peter Jackson
Empezó la película y al principio me sentí molesta con la fluidez de los 48 cuadros por segundo. No me sentía en cine, pero a medida que pasaron los minutos y con la primera panorámica y el sobrevuelo del dragón, sentí que Peter Jackson sabía exactamente lo que hacía.
Todo era hermoso y por primera vez el 3D valió la pena. Aparece Bilbo anciano y aparece Frodo. Comienza la historia y vemos cómo Bilbo inicia su transformación de un hobbit tranquilo y “burgués” preocupado por su vajilla, en un aventurero valiente. Desde el principio sabemos que Frodo no es ni la sombra de su tío y que no todos los hobbits son iguales.
Es una historia divertida, light, en comparación con El Señor de los Anillos, por lo que vemos, pero ¡por Dios! es un libro para niños y son dos momentos históricos diferentes en la vida de la Tierra Media.
El tiempo entre las apariciones de Sauron, y la lucha definitiva contra el mal no es lo que vamos a ver aquí. Vamos a ver aventuras, orcos, al nigromante, dragones, pero no es la lucha final y eso es algo que los espectadores deben saber. Los fans de Tolkien lo saben, pero parece que hay mucha gente que lo desconoce.
De todos modos es una historia épica como hace rato no vemos en cine (fans de Batman, no se me vengan encima, por favor) y en calidad la consideré igual a El Señor de los Anillos.
Sin inflar El Hobbit es una buena película
Dicen que Peter Jackson infla las cosas. Que rellena la historia para sacarnos más plata. Si es así, señor Jackson, tome mi dinero de una vez, por favor, porque hizo muy buen trabajo. Es cine, hay que rellenar si se quiere mostrar algo más allá de lo que la imaginación ha podido ver.
Cosas que en el libro tiene un par de líneas en la adaptación de Jackson reciben sus buenos minutos, detalles que hacen parte de los apéndices se usan para contextualizarnos más y conocer mejor a los personajes y lo que hacen. Radagast reviviendo a un puercoespín parece algo inútil, pero es lindo y nos dice que Radagast es un mago que no se interesa en política, que se interesa en sus animalitos, que es un hombre bondadoso.
Es lo mismo que Jackson ha hecho con sus películas anteriores, es lo que hizo con El Señor de los Anillos e incluso lo hizo en su versión de King Kong. Jackson agranda las cosas, las hace más épicas y lo hace con obras clásicas, escritas por un filólogo que dejó mucha mitología en apéndices, en el Silmarillion, en Los Hijos de Hurín y El Libro de los Cuentos Perdidos, así que si de agrandar se trata, con Tolkien hay material de sobra.
Entre magos y enanos
El casting es impecable, como era de esperarse, Martin Freeman es el perfecto Bilbo, un verdadero Bolsón y Tuk, preparado para la aventura; Ian McKellen, como Gandalf, se ganó el cielo cinematográfico, Cate Blanchett es una hermosa Galadriel que siempre place ver y escuchar al igual que los sabios consejos de Lord Elrond en Rivendell.
Christopher Lee y su imponente voz le dan el lugar que corresponde como el mago más poderoso y los enanos excepcionalmente entretenidos y bebedores, destacando entre ellos a Thorin, el terco y heróico rey enano sin reino que ama a su pueblo y a Gloin porque me conmueve pensar que es el padre de Gimli.
Si no se han visto El Hobbit, no se queden con las palabras de los críticos, ni las mías. Vayan a verla y disfruten su belleza. No la comparen con El Señor de los Anillos, más bien únanlas como parte de la misma cronología. Yo seguiré mientras tanto como fan enamorada, lanzando flores a Peter Jackson y soñando con que pase un año y llegue el momento de ver la segunda parte.
También le puede interesar: Tolkien: La verdadera historia del autor de El señor de los anillos