La Jauría, un retrato atípico de la violencia en Colombia en el Festival de Cannes
Adrián David Osorio Ramírez
En medio de un caluroso bosque tropical, Eliú pasa sus días de adolescente encarcelado en un centro experimental de menores, al que llegó debido a un asesinato que cometió. Allí, habitando una hacienda abandonada, intenta alejarse de un pasado que lo persigue. Esta es la historia de La Jauría, el primer largometraje del director colombiano Andrés Ramírez Pulido.
Con esta película, el bogotano confirma su obsesión temática con la adolescencia y la incidencia de la figura paterna en esta etapa de la vida. Cuestiones que ya había abordado antes en El Edén y Damiana, sus dos exitosos cortometrajes. El primero se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Berlín (La Berlinale) y recibió el premio a mejor cortometraje en el Festival de Cine de Busan. Mientras que el segundo fue el debut del colombiano en la Selección Oficial del Festival de Cannes en 2017.
Pero el Andrés que regresa a Cannes en 2022 es uno distinto, que se considera más maduro y seguro del trabajo que presenta. “Cannes te pone en el foco del público general pero también en el de los críticos y la industria. El equipo está tranquilo porque tenemos una película fuerte, que conecta al espectador y que propone una búsqueda cinematográfica, que es lo que más nos interesa”, le cuenta a Diners desde su hotel en la Riviera Francesa.
La Semana de la Crítica en Cannes
Con esta seguridad, Ramírez Pulido logró clasificar en la Semana de la Crítica. Esta es una sección paralela del Festival de Cine que, desde su creación en 1962, proyecta el primer y segundo largometraje de cineastas de todo el mundo. Con ese espíritu novel ha elogiado a jóvenes promesas como Gaspar Noé y Alejandro González Iñárritu.
En esta ocasión, el colombiano es el único latinoamericano en la sección, que cada año presenta una programación con sólo siete largometrajes. La Jauría está acompañado por otros seis filmes producidos en Reino Unido, Francia, Bélgica, Irán y Finlandia. Estos compiten por el Gran Premio de la Semana, otorgado por prensa especializada y críticos de cine.
Diners conversó con el cineasta colombiano sobre su película, una coproducción entre Colombia y Francia que, de hecho, terminó su postproducción este año en el país europeo y que espera estrenar próximamente en salas de cine nacionales.
Aunque es su segunda vez en Cannes, es la primera en la Semana de la Crítica ¿Cómo se siente con esto?
Agradecido y feliz. Es un privilegio estar en esta sección dedicada a nuevos talentos. Además, es un muy buen primer paso para La Jauría estrenarse aquí. Hemos trabajado muchísimo por esto. Antes vine a la Selección Oficial, que es más glamour y estrellas. La Semana de la Crítica es más cinéfila, más pequeña, dedicada a los autores. Se siente diferente.
Como antesala a La Jauría usted presentó dos cortometrajes. ¿Cómo fue el camino para decantarse finalmente por un largometraje?
Los dos cortos y el largometraje hacen parte del mismo proceso y de mi búsqueda autoral. Yo llegué al cine no por la cinefilia sino por azares de la vida. Pero siempre me ha gustado el cine que, por un lado, narra historias y conecta con los espectadores, pero también que explora la forma. Y eso ya lo he madurado para La Jauría.
La historia de la película tiene mucho que ver con los cortos porque los tres retratan personajes adolescentes y sus conflictos con sus figuras paternas. Una figura que nunca aparece en la pantalla pero que marca la infancia. Es como una obra de un autor que va en progreso.
Hablemos de Eliú, el protagonista de esta historia…
Es un adolescente que creció con un odio muy fuerte hacia su padre. Eliú tiene una relación con la violencia porque crece en un contexto violento pero no es la clásica historia de adolescente atraído por la violencia, sino que esta vez es heredada. Está en sus genes.
La idea era hacer una película que reflejara ese interés por desprenderse de la violencia que le heredó su papá, intentando que su hermano menor tampoco siga ese ciclo. Eliú es la representación de toda una generación de jóvenes en Colombia que ha heredado la violencia de sus padres.
Usted explica La Jauría como una película que deja de lado el contexto político y social del país ¿cómo ve eso el espectador?
Esta es una ficción. Es un personaje en una dinámica carcelaria, pero es un thriller y es una cárcel un poco extraña, en un bosque tropical del Tolima. Lo que quiero es que el espectador se sumerja en un viaje emocional con el personaje. Estamos muy acostumbrados a películas que narran conflictos puntuales. Esta se despega de eso y no está anclada a un hecho histórico en Colombia. Va más al género.
Es un universo que evidencia las huellas de la violencia, pero no de la mediática del conflicto armado, sino de la violencia generacional. Porque en Colombia la violencia muta, busca nuevos cuerpos, nuevas maneras de expresión. Esta generación vive con las estelas de la violencia de los años 70 y 80.
¿El hecho de ser papá ha influido de alguna manera en su forma de hacer cine? Teniendo en cuenta su obsesión por retratar la relación padre e hijo…
Una de las anclas de mi obra es abordar esa figura paterna. Quizás transitando cosas de mi propia infancia y adolescencia. Esa es una etapa en la vida en la que uno no comprende las decisiones de sus papás y lo que le heredaron. Pero luego vas creciendo y reconciliándote con esas figuras.
Y ahora que soy papá pues todo te viene como en un espejo. Ahora soy yo el que le estoy dejando cosas a mi hijo y me pregunto cómo me va a ver en unos años. Todo este diálogo lo tengo en mi mente y lo mastico y se ve reflejado en la película. No es una influencia directa pero si creo que, de alguna u otra manera, se alcanza a ver.
¿Cómo fueron estos cinco años de producción de La Jauría?
La idea nació después de hacer El Edén. Conocí un lugar de reclusión de menores que están en tratamiento por su adicción a sustancias psicoactivas. Comencé a hilar varias semillas que tenía esparcidas y se cocinó la película, entre 2016 y 2017.
Luego vino el proceso de escritura, de postular a fondos y de obtener el apoyo del Fondo de Desarrollo Cinematográfico FDC. Después conseguimos la coproducción con Francia, con la compañía Altoroca. Ha sido una relación muy bonita porque vemos el cine de manera similar. Por la pandemia tuvimos que parar la pre producción pero ya luego pudimos conseguir los chicos que protagonizan la cinta.
¿Cómo fue el trabajo con ellos, los protagonistas de la historia?
Fue un proceso largo, pero una de las cosas que más me interesa como director es comprometerme con el casting y la preparación de actores. Ahora que las películas son grandes hay gente encargada de eso, pero siento que necesito recorrer las calles para buscar a los niños para las producciones. Intenté buscar un cast arriesgado, con perfiles menos clásicos. Ahora están acá para el estreno.
Entiendo que el hecho de filmar en Tolima se da porque usted se mudó a Ibagué…
Sí. Allí vivo desde hace siete años. Nací en Bogotá y estudié en la escuela de cine de la Universidad Nacional. Pero el amor y la vida me llevaron a Ibagué. Fue una apuesta con mi esposa de vivir del arte en una ciudad como esta. Todos nos decían que era arriesgado, pero ha dado sus frutos. Hemos intentado ser fuertes, rigurosos y autocríticos en lo que hacemos, tanto en el arte como en nuestro enfoque social.
Realizamos talleres de arte para chicos y ahí está la semilla de las historias, el trabajo con adolescentes y el arte. Por eso La Jauría tiene cierta proximidad con los personajes y paisajes de este universo, que no es fruto de ir a visitar un lugar, sino que es consecuencia de habitarlo.
Me hace feliz que la gente de otros países no identifique el lugar de Colombia que se muestra en La Jauría, porque no es Medellín, Cali o Bogotá. Es bello abrir el panorama de la realización audiovisual en el país.
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