Woyzeck, la poderosa obra que trae la lluvia al Teatro Colón
Sara Padilla
‘Woyzeck’, ‘Woyzeck’, ‘Woyzeck’, le grita el doctor; le grita María, su mujer; le grita el capitán; le grita un soldado. Woyzeck atiende al llamado, se mueve, hace, va y viene. Woyzeck es un hombre menudo y chaparro, que va desgastando la vitalidad de sus 37 en el lugar común de las armas que se empuñan a nombre de una patria. Woyzeck, que come 17 garbanzos diarios por los caprichos de un experimento científico. Woyzeck, un pobre con la suerte ahogada, es el personaje de la obra que lleva el mismo nombre y que fue escrita por Georg Büchner en 1830.
Esta es la historia de un soldado miserable del siglo XIX tomado por idiota, víctima de su obediencia y de una ingenuidad considerada poco viril, y que termina por asesinar a la mujer del universo circunstancial de su amor y deseo.
En ese hilo argumentativo las decisiones de Woyzeck y las acciones que lo empujan desenrollan una lista de preguntas generales que la historia de la humanidad no cesa de lanzar. Cuestiones sobre el ser, la virtud, la moral, el amor, la muerte o la guerra: preocupaciones antiguas y modernas que, por suerte, cambian de respuesta al azar de las épocas y que, en esta obra, dejan su rasguño en los espectadores.
La versión que se presenta en el Teatro Colón la dirige Jimmy Rangel y cuenta con la escenografía deslumbrante de Laura Villegas. El argumento narrativo, que puede ser un ensayo sobre la condición humana, permite un juego estético y emocional cargado de simbolismos y metáforas, en los que el agua, la voz, el cuerpo y el baile son tan importantes como los diálogos y las acciones.
La versión de Rangel se ocupó de unir los principios de la dramaturgia clásica con las posibilidades del teatro físico. Son casi dos horas en las que la contemplación artística y estética corren a la velocidad del relato.
En esta obra no hay tiempo para quedarse “amañado” con una buena frase, porque a esa le sigue otra y otra, y luego baldados de agua y techos de cuchillos que enuncian algún significado. No hay tiempo para quedarse dormido.
Georg Büchner aprovechó los folios del historial clínico de Johan Christian Woyzeck, un hombre guillotinado por haber matado a su esposa, y considerado un loco, para escribir su propia versión del personaje.
Pero el dramaturgo dejó esta historia inconclusa cuando una fiebre tifoidea acabó con su vida. Lo que se conoce hasta hoy, y lo que se puede ver en los escenarios son 27 escenas escritas entre hojas sueltas y con una caligrafía desordenada, a las que nunca se le halló un final. Por eso, la obra de Rangel, como la de todos los directores que se han arriesgado a hacerla, es única.
Actores como Felipe Botero (Franz Woyzeck), Carolina Ramírez (María), Nicolás Cancino (capitán) y Leonardo Lozano (doctor) hacen parte del elenco de este ícono del expresionismo alemán.
Estará en escena hasta el 5 de julio y tiene un costo entre $35.000 a $70.000 pesos.