“Tejer es un espacio de desahogo y risa que cambia la rutina diaria”

El 1 y 2 de junio el municipio de Sutatausa, Cundinamarca, a dos horas de Bogotá, es el escenario del Festival Tejilarte, un evento que resguarda y promueve la tradición del tejido
 
“Tejer es un espacio de desahogo y risa que cambia la rutina diaria”
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POR: 
Andrea Domínguez

A pesar de ser una nativa digital, Susana Rodríguez fue recibida en este mundo hace 28 años por una partera en la vereda Pedregal, del municipio de Sutatausa. La tradición y modernidad que conviven en Susana tal vez sean el motor de su pasión por resaltar el trabajo artesanal de su abuela y de todas las mujeres tejedoras de esa fría, verde y bella región del altiplano cundiboyacense.

El 1 y 2 de junio ese oficio artesanal será el protagonista del Segundo Festival Tejilarte Sutatausa que convoca a artesanos de 13 veredas diferentes, la mayoría de ellas, mujeres que han esquilado, hilado y tejido desde que eran niñas.

El punto de encuentro es un marco de lujo: la histórica plaza del municipio de Sutatausa, uno de los conjuntos doctrineros mejor conservados de Colombia desde la época de la conquista fue declarada Monumento Nacional y Patrimonio Cultural. Entre las muchas gracias de este monumento del siglo XVII están sus paredes, que albergan murales de cuatro siglos de antigüedad, realizados con la técnica del temple: clara de huevo y colores vegetales aglutinados.

“Yo nací y me crié en Sutatausa pero cuando salí del colegio, trabajé un tiempo en Bogotá, allí me gané media beca para estudiar mercadeo. Al graduarme, regresé a mi pueblo y en un trabajo que hice con el censo del Dane tuve la oportunidad de recorrer todas las veredas y de acercarme mucho más a la gente. Ahí fue que quedé impresionada y pensé ¡esto es muy lindo, es un patrimonio inmaterial y no lo conocemos!”, recuerda Susana.

Bueno, Susana sí conocía el arte del tejido muy bien. Su abuela, Sara Rincón de Gúzman, teje desde pequeña y guarda en su memoria más de 60 puntadas diferentes. De ella habla con amor: “no deja su bolso verde tejido por ella, donde carga su plática, el monedero, el celular y su cristo que la acompaña por donde quiera que va. Visita a sus hijas que viven en la capital. Tiene más nietos que arrugas, sus ojos azules le brillan de felicidad cuando le celebran un año más de vida, tiene 83”.

Foto Andrea Domínguez

La vitalidad característica de todas esas mujeres campesinas y tejedoras, que parían sus hijos en el hogar y las únicas “vacaciones” que conocieron fueron las cuarentenas postparto observadas estrictamente y comiendo huevitos de gallina feliz y pollo campesino, es uno de los rasgos de este festival que se centra en el trabajo de los artesanos con la lana. Este año el tema central el es homenaje a las abuelas tejedoras, muchas de las cuales ya están en sus 70 y 80.

La idea del festival, que se realizó por primera vez el año pasado, surgió cuando Luz María Rodríguez, quien lidera la Escuela de Formación de Tejido Artesanal y que por años ha impulsado la cultura del tejido en la región, se encontró con Susana y con una estudiante de la Universidad de Los Andes que en ese momento hacía su tesis sobre los oficios artesanales.

Luz María Rodríguez / Foto Tejilarte Sutatausa

La pasión de las tres por este oficio las llevó a pensar en la importancia de promoverlo. Con apoyo del municipio y de la parroquia lograron hacer la primera versión del festival.

De cierta forma, Tejilarte sirve como la puntada que une los tejidos del pasado y el presente en esa región, pues es en gran medida gracias al trabajo de los jóvenes que se está valorando y difundiendo el oficio artesanal. Susana divulga en su página de Facebook Tejilarte Sutatausa, los detalles del trabajo y de la vida de las tejedoras, mientras otros jóvenes hacen lo propio en la emisora comunitaria (Manantial FM Estéreo) y en el canal comunitario (Zona Full HD).

Observando que la gran mayoría de las mujeres de la región, al terminar sus trabajos en el cultivo o en el hogar se dedican a tejer, las creadoras del festival se dieron cuenta de lo importante que es esta actividad, no solo como pasatiempo sino como terapia individual y de grupo.

“Para las mujeres campesinas reunirse a tejer es como una terapia, es un espacio en el que conversan, se desahogan, se ríen y cambian la rutina diaria”, apunta Susana.

Como lo explica Lilia Ortiz, de 76 años y con toda una vida de experiencia tejedora, dice que esto le sirve para mantener los dedos ágiles y los brazos relajados.

“Empecé a tejer cuando era niña, en la década del 50. En esa época no teníamos acceso a agujas, así que aprendí con dos palos de un árbol que llamamos chiche. Después lo hice con alambres y finalmente conseguí agujas. He hecho de todo, chalecos, sacos, ruanas, gorros. A toda mi familia le he tejido”.

Foto Andrea Domínguez

Quien visite el festival no solo encontrará hermosas y alegres tejedoras ataviadas con sus delantales, sombreros y con las inseparables agujas y lo que ellas llaman “el marido” (es decir, el huso) en la mano. También podrá disfrutar de los productos del mercado campesino y de las delicias gastronómicas de la región.

Sutatausa es una región apacible y de hermosos paisajes. Por ello está creciendo en la región el turismo ecológico, con visitantes que huyen de la contaminación y el ruido de Bogotá para refugiarse en la paz que se respira entre los rocosos farallones que la enmarcan y que también son un paraíso para escaladores.

Además, quien tenga intereses arqueológicos, podrá encontrar muchas de las piedras con pinturas realizadas por los primeros pobladores de estas tierra, los muiscas. Buscando todo esto fue que el fotógrafo Germán Montes, después de haber vivido toda su vida en Bogotá, decidió lanzarse a un cambio absoluto de rumbo y se fue a vivir a Sutatausa.

“La gente aquí es muy tranquila, se vive un ambiente de serenidad y hay muchos atractivos, a pesar de ser un lugar pequeño. El tejido es algo que uno ve por todos lados, algo que realmente une a la comunidad. Son los jóvenes los que están impulsando este oficio y junto a él, también hablando de la importancia de recuperar la vocación agrícola que en alguna época tuvo este sector y que se fue perdiendo por la minería”, explica.

Hoy en día los principales renglones de la economía de Sutatausa son la leche y el carbón.

El reto es seguir preservando esta tradición. Los más pequeños son conscientes de eso y asisten a la Escuela de Formación. Mabel Dayana Torres, de 11 años, dice que “es bueno que los niños aprendamos a tejer y a entretenernos con algo más que la tecnología porque si no se le acortan a uno sus recursos mentales” y su joven compañera de tejido, Lizeth Ortíz, agrega que gracias a este oficio sabe que podrá lograr muchas cosas en la vida: “mientras estoy tejiendo invento canciones y se me ocurren muchas cosas, yo sé que me va a ayudar mucho en la vida”.

Para mayor información visite la página de Facebook del festival.

         

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mayo
30 / 2019