El boom del arte colombiano que seguirá creciendo

No es un fenómeno incipiente. La producción de arte colombiano ha logrado inscribirse en los circuitos internacionales, genera interés en los coleccionistas y tiene denominación de origen.
 
El boom del arte colombiano que seguirá creciendo
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Daniela Silva Astorga

La pareja de loros juega en su percha. Están cortejándose. Esperan que el otro ceda. Es una escena cuidada y de tintes pictóricos, hasta que oímos a los pájaros. Dicen una y otra vez “guerra y pa”. Lo hacen de forma alternada, en un diálogo sin frutos, y, con eso, el video se transforma en una obra de arte de gran elocuencia. Una que hace sentir el peso de la negociación, el tira y afloja persistente de un país con nutrido historial de violencia, narcotráfico, guerrillas. Es la marca de Colombia, entre la guerra y la paz, sin embargo, tratada en ese video de Juan Manuel Echavarría remece a cualquiera. No importa de dónde venga es arte colombiano.

No todo el arte contemporáneo tiene esa virtud. No en todos los países se puede decir que varios de sus artistas, realmente, raptan miradas y suscitan reflexiones profundas. Pero Colombia sí está en condiciones de, incluso, gritarlo.

Quizá en los últimos veinte años, el arte colombiano –así como parte del latinoamericano– se ha inscrito en la escena internacional, ha recibido todas las miradas que las generaciones anteriores no obtuvieron, ha abierto el apetito de grandes coleccionistas.

El boom del arte colombiano

 

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Eso se hace evidente al recorrer una exposición como Cantos cuentos colombianos, presentada en Río de Janeiro, con piezas que la Colección Daros eligió para inaugurar su sede brasileña. Allí se vieron los trabajos de Echavarría, Doris Salcedo, José Alejandro Restrepo, Nadín Ospina, entre otros creadores de primera línea. Y esa exhibición no hizo otra cosa que reafirmar que la producción colombiana pasa por un gran momento. Que está de moda, que les interesa a los coleccionistas, y que tiene denominación de origen, pero no solo por límites territoriales.

Algo de eso habla el curador José Roca en el libro Art cities of the future, de Phaidon, en donde Bogotá es una de esas ciudades. Y Gerardo Mosquera, respetado teórico y curador cubano, lo grafica con números:

“Hoy, el arte hecho en Colombia está entre los tres más interesantes dentro de América Latina, junto a Brasil y México. Tengo una opinión muy alta de su producción. La escena está renovada. Veo inquietud, rigor, densidad conceptual, instituciones serias, galerías de peso, y, en fin, también existe ArtBo”. El arte está hecho con tanta fuerza, delicadeza y elocuencia, que la problemática abandona su localidad.

¿Por qué es tan apetecido en el mundo?

“Si te acercas a la vida a través de tu compromiso y comprensión del contexto, naturalmente tu trabajo va a tener una resonancia en el resto del mundo.

Es una de las razones por las que el arte colombiano está en alta estima”, comenta el curador Gilbert Vicario, quien trabajó en el Museo de Bellas Artes de Houston, junto a Maricarmen Ramírez, en un período crucial: cuando la creación del continente –y, por ende, la colombiana– comenzó a capturar el interés de museos o colecciones extranjeras. Allí el arte de la región comenzó a llamarse latinoamericano.

Las obras de Latinoamérica

 

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De esa buena racha ya son, depende de donde se mire, más de diez años. Y no pocos casos de ejemplo. Aún se exhibe con éxito parte de la Colección Patricia Phelps de Cisneros, en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Y hace unos trece años la Tate Modern de Londres hacía un llamado de atención: quería obtener, de sus coleccionistas y filántropos socios, más presupuesto para comprar obras latinoamericanas.

De allí surgió también la figura del “curador de arte latinoamericano” que por años fue el mexicano Cuauhtémoc Medina y que hoy ocupa el colombiano José Roca. Junto a eso, poco antes había nacido la Colección Daros, bajo la curatoría de Hans-Michael Herzog y el presupuesto de Ruth Schmidheiny.

Y aquello, que contribuyó a la escena latinoamericana, fue decisivo para Colombia. “Daros fue la primera institución europea que se interesó por nuestro arte en profundidad. Ahora, que haya decidido abrir su sede de Río con piezas nacionales define dos cosas.

Una, que su interés pasó de estar centrado en autores, a estarlo en una escena. La segunda: la continuada valoración y vigencia de la producción colombiana en la última década”, enfatiza María Paz Gaviria, directora de la feria artBO, que ya va en su novena versión, y tiene buenas perspectivas.

“Varios galeristas pensamos que es una de las tres mejores ferias del continente, por el buen nivel de las obras y porque se vende bien”, dice Cecilia Jurado, directora de Y Gallery, un espacio neoyorquino centrado en el arte latino.

Tirando líneas de futuro

 

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La secuencia es, más o menos, así: un arte con contenido y riquísima factura comienza a conquistar miradas y compras. Se instala en las exhibiciones que viajan por el mundo, pero también en las colecciones que construyen extranjeros –en Daros el arte colombiano ocupa casi un 15 %– y coterráneos.

No solamente protagoniza la feria artBO, también hace que las visitas internacionales se dupliquen en las últimas versiones. Es tan óptimo el panorama, que abre preguntas. ¿Qué sigue? ¿Podría ir aún más en alza el arte hecho en Colombia?

“No estoy tan seguro de ello, si entendemos ese mejor futuro, únicamente, como un aumento en el precio de las obras. No creo que los artistas de la región estén subvalorados. Aunque sí subirán los montos de los autores más rigurosos”, comenta Alejandro Zaia, fundador y director de la feria Pinta –que se realiza en Londres y New York–, la única exclusivamente con artistas latinoamericanos, españoles y portugueses.

Arte colombiano para coleccionar

 

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Al menos ya existen, con certeza, acérrimos coleccionistas colombianos. Si antes se fijaban más en lo internacional, ya no. “Hubo un cambio enorme y profundo en el país. Ahora los artistas jóvenes tienen posibilidades de vender: hay coleccionismo colombiano.

Sus protagonistas incluso compran fotografías y otras cosas que antes jamás habrían adquirido, como las instalaciones”, dice Hans-Michael Herzog. Varios expertos consideran que el mercado colombiano continuará creciendo. “Sin duda –agrega Zaia–, Colombia ocupa una ubicación preferencial si uno busca construir un acervo latinoamericano”.

Pero hay más cartas que jugar y existen desafíos. María Paz Gaviria aborda un punto crucial: “Estar ‘de moda’ siempre conlleva un peligro, que frente al éxito se sucumba a la presión de la espectacularización. Que en la producción solo se reconozca esa ‘colombianidad’”.

Vicario está del otro lado. Para él, uno de los máximos retos que enfrentará la escena local es mantener su autenticidad. “Siento que nos estamos cansando con la noción de lo global. Lo importante es cultivar la subjetividad”.

¿Lo que vemos se está recién sembrando por artistas, curadores y galeristas?

 

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¿Es fruto de un trabajo anterior? Para Gilbert Vicario la respuesta es clara: “Hay que reconocer la historia del arte colombiano, lo que le permite tener un sabor e intención muy distintos al argentino, brasileño o mexicano.

En los últimos años nos hemos distinguido gracias al trabajo de autores como Doris Salcedo y Óscar Muñoz. Pero es primordial reconocer los antepasados contemporáneos, como Antonio Caro, Beatriz González o María Teresa Hincapié, quienes allanaron el camino para esta generación”.

Y Alejandro Zaia ve ahí otro nicho y oportunidad: “Actualmente, pareciera que los autores jóvenes saliesen como de un repollo de un día para otro. No se conoce el importante historial que existe, sobre todo si pensamos en los artistas de los años sesenta y setenta.

El mundo del arte enfrenta claro que existe esa brecha. Pero el mercado aún no”. El arte colombiano todavía enfrenta grandes desafíos.

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El artículo El boom del arte colombiano que seguirá creciendo fue publicado originalmente en Revista Diners de septiembre de 2013

         

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mayo
15 / 2021