Lenguaje, memoria y medioambiente en la colección de arte de Seguros Bolívar

Sandra Martínez
Un viaje a través del tiempo; la cama oxidada de un hospital público; cien hongos de psilocibina en cartón reciclado. Tres obras distintas, con intereses y formatos diversos, pero atravesadas por la necesidad de expresar sus poderosas ideas a través del arte.
Los curadores de esta colección, José Roca y Sylvia Suárez, seleccionan cuidadosamente los artistas que forman parte de cada edición, que ya completa dieciocho volúmenes. Esta no es la excepción. Dos mujeres, la caleña Alicia Barney (1952) y la bogotana –nacida en Londres– María Elvira Escallón (1954), más el sanjuanero Gabriel Sierra (1975), conforman esta edición, que continúa el viaje por el arte contemporáneo nacional desde finales de 1950 hasta nuestros días, y que, además, cuenta con el sello en el diseño del colectivo Tangrama.
Las primeras impresiones de 2018 (en los primeros días de 2017). Vista de la instalación, Secession, Viena. Foto: Oliver Ottenschläger.
“Este proyecto se ha consolidado con el paso de los años hasta convertirse en un referente y una herramienta para artistas, teóricos, estudiantes, coleccionistas y para quienes buscan iniciarse en la historia del arte contemporáneo”, afirma Miguel Cortés, presidente del Grupo Bolívar, en la introducción del libro.
UN VIAJE A TRAVÉS DEL TIEMPO
Comienzos de 2017, Viena, piso inferior del edificio de Seccesion. Un cuarto oscuro, iluminado por unas pequeñas ventanas, en una construcción vacía, de madera. Nombre de la instalación: Las primeras impresiones del 2018 (en los primeros días de 2017). Gabriel Sierra fue su creador. “Esta exposición funciona como un evento de ficción en el que el espacio interior de la galería contiene, en sentido metafórico, los primeros días del año 2018, mientras que el resto del museo y el mundo exterior están en el presente, que para entonces era 2017”, explica en el libro este artista, nacido en San Juan Nepomuceno, Bolívar, diseñador industrial de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y enfocado en jugar con la percepción del espacio y el sentido del tiempo. El lenguaje, la arquitectura y la relación con el espectador son vitales para su trabajo artístico.
Este libro, llamado a ie ie a, por las vocales presentes en el nombre del artista, cuenta con un ensayo central escrito por el suizo Anthony Huberman, director y curador del CCA Wattis Institute, de San Francisco. Quizás es uno de los textos más interesantes de esta colección, porque logra contar de una manera clara y simpática el trabajo del joven colombiano. “Sí, es cierto. Es un texto precioso, que casi genera una relación complementaria con la obra del artista”, afirma Sylvia Suárez.
Huberman asegura que “para Sierra todas y cada una de sus muestras son rituales. Son ceremonias diseñadas para enmarcar o delimitar una experiencia específica de conciencia que constituye un momento en el tiempo”. Como su muestra en The Renaissance Society, de la Universidad de Chicago, en la que cambiaba de títulos cada hora y daba instrucciones a los visitantes para que reflexionaran sobre actividades singulares, como “Área para una siesta de quince minutos, dentro de la casa, al estilo siglo XV” o “Área para pensar en los lunes, cuando el museo está cerrado”.
El ensayo fotográfico fue, en cambio, un doble reto, porque gran parte de su trabajo, instalaciones e intervenciones físicas en un lugar, también tiene muchas cosas inmateriales, vitales. Sin embargo, varias de las imágenes contienen textos y extractos de los diarios de Sierra, que explican el concepto de sus obras y dejan percibir al lector la intensidad de sus creaciones.
“Gabriel Sierra es un mago del lenguaje y va más allá de cómo nos relacionamos cotidianamente con este; nos abre a esos abismos a través del espacio y del tiempo. Su obra es bellísima, vuelve a lo básico, y nos hace reflexionar sobre el lenguaje como un invento humano para explicar el mundo y lo que en realidad somos”, asegura Suárez.
UNA CAMA OXIDADA DE UN HOSPITAL
Un piso desvencijado, agua estancada, una cama con un colchón roto, silencio absoluto en uno de los cuartos del hospital San Juan de Dios. La imagen forma parte de En estado de coma (2004-2007), proyecto que inició la artista María Elvira Escallón sobre los hospitales públicos en Colombia.
De la serie “Desde adentro”, 2003. Impresión cromogénica, 100 x 70 cm. Foto: María Elvira Escallón.
La autora del ensayo central, la curadora independiente y escritora Karen Cordero, explica que “esta pieza inaugura la investigación visual de Escallón sobre la desaparición del sistema de hospitales públicos en Colombia, al documentar y reflexionar de manera poética sobre las circunstancias del hospital San Juan de Dios en Bogotá, una institución clave para la educación médica y los servicios médicos, que fue cerrada como resultado de la privatización del sector de la salud. La etapa inicial del proyecto consistió en un inventario visual de los espacios totalmente equipados y abandonados del hospital; las imágenes se distribuyeron en tarjetas postales que denunciaban silenciosamente las políticas absurdas que atestiguaban…”.
De la serie “Desde adentro”, 2003. Impresión cromogénica, 100 x 70 cm. Foto: María Elvira Escallón.
Suárez explica que “Escallón, más que realizar obras hace proyectos de corto y largo aliento, en diversos formatos, siempre cargados de una poética y de mucha intuición”.
El ensayo fotográfico está dividido en dos grandes partes. Por un lado, los proyectos que de alguna manera están marcados por la coyuntura, como el de los hospitales, o Desde adentro (2003), una estremecedora serie de fotos y videos sobre la bomba del club El Nogal, en las que “capturó en imágenes abstractas y gestuales, caracterizadas por un juego sutil con la luz, la sombra y la textura, las huellas que dejaron los objetos, los cuerpos y el fuego”, explica Cordero.
En estado de coma, de la serie “Postales” (Hospital San Juan de Dios), 2005. Impresión litográfica, 17 x 11,5 cm. Foto: María Elvira Escallón.
Por el otro lado, reúne los proyectos que la artista realiza sobre materia viva y los reelabora, como Nuevas Floras (2003-presente), uno de los más reconocidos y en el que lleva más tiempo de trabajo. Básicamente, hace tallas ornamentales, de estilos importados, que hacen referencia al colonialismo y la migración, que inserta en árboles vivos; Escallón incluye fotos y el monitoreo continuo sobre la reacción de la naturaleza a esas intervenciones.
CIEN HONGOS DE PSILOCIBINA
Parque Ibirapuera, Bienal de São Paulo, 2016. Cien hongos de psilocibina, hechos de cartón reciclado, de tallo rosado y sombrero café, forman parte de El valle de Alicia, un conjunto escultórico elaborado por la artista caleña Alicia Barney, inspirado en un viaje que experimentó en los años ochenta después de beber té de hongos. “La lección de su trabajo es que solo a través de nuestra fragilidad podemos pasar a nuevos mundos. De esta idea depende mucho más que el arte, pero, tal vez, el poder ir más allá de nosotros mismos se logre, tenga efecto, por medio del arte”, asegura el danés Lars Bang Larsen, curador del Moderna Museet y autor del ensayo central de la artista.
El Valle de Alicias, 2016. Intervención en el Parque Ibirapuera, 32 Bienal de Sao Paulo, Brasil. Foto: Alicia Barney.
Barney es una de las pioneras en el país en hablar sobre temas ambientales desde un punto de vista artístico. Y es importante destacar que su concepto sobre la ecología se ha mantenido a lo largo de toda su trayectoria como “una concepción en la que la naturaleza y la cultura son componentes inseparables”, asegura Suárez.
Aves en el cielo 1, 1993. Brea y vidrios, dimensiones variables. Foto: Gonzalo Benavides.
En sus primeras obras de los ochenta, como Yumbo y Río Cauca, se va hasta los sitios a registrar la polución y los problemas que existen, toma datos, examina, observa, anota en sus diarios, tan vitales en su trayectoria. Yumbo, en la versión de 1980, está compuesta por 29 cubos de vidrio sellados, que recogen la contaminación en esa zona industrial. En 2008, la artista realizó una nueva versión con treinta cubos para constatar que todo sigue igual. En Río Cauca (1981-1982) recolectó en probetas agua del río. Son pruebas de la devastación progresiva.
En una segunda etapa abandona un poco el conceptualismo y empieza a desarrollar esculturas, instalaciones e intervenciones de una manera más convencional, pero con las mismas preocupaciones. Como Aves en el cielo I, pájaros moldeados en brea, que muestra otra de las grandes tragedias medioambientales del mundo contemporáneo.
Río Cauca (detalle), 1981-1982. Foto: Guillermo Franco.