Una bienvenida a los jóvenes

El editor Camilo Jiménez reflexiona sobre la llamada Generación Y (los nacidos entre 1981 y 2000), y qué los hace distintos de las generaciones anteriores.
 
Una bienvenida a los jóvenes
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Camilo Jiménez

Desde un extremo de la mesa dice el poeta Jaime Jaramillo Escobar: “la juventud es una fuerza de la naturaleza”; no tan pletórico, Álvaro Mutis le contesta que no se deje encandilar por “esa torpe y engañosa frescura de la juventud”. La conversación no ocurrió sino en mi cabeza, que juntó esas dos citas mientras pensaba en unas líneas sobre la llamada Generación Y, sobre los menores de treinta años que están acomodándose en la vida laboral, social y civil.

Los dos poetas ven a los muchachos casi desde polos opuestos. Es natural. Para hablar de generaciones es necesario caer en generalizaciones. Enmarcar a las decenas de millones de personas que nacieron entre 1981 y 2000 (o en cualquier rango temporal) en una categoría con un nombre obedece más a una necesidad de definir públicos –targets dirán los mercadotecnistas y los cazadores de tendencias– que de describir grandes masas sociales. Toda generación tiene sus iluminados y sus opacos, los que juegan en la A y los que juegan en la B. Y aun entre ellos hay escalas de grises. Ni hablar de los que están en lados opuestos de la ética y del talento. A mi generación pertenecen Guido Nule y Alejandro Gaviria, Suso el Paspi y Carlos Vives.

Doy un paseo breve por páginas que se ocupan de esa generación que viene detrás de la mía y agarro algunas frases al azar: “Tienen más claro lo que quieren”, “son más sensibles al cuidado del medio ambiente”, “son optimistas como sus padres, pero también más pragmáticos”, “detestan perder el tiempo”, “la ubicación del trabajo es un factor fundamental”. Sí y no. Los hay así y los hay asá. También en los que estamos por los cuarenta y los cincuenta hay quienes tienen más claro lo que quieren y los que lo tienen menos claro, los hay pragmáticos y los hay inhábiles.

No obstante, sí creo que hay una diferencia fundamental entre los más jóvenes, entre quienes nacieron entre el 85 y el 2000, y todas las generaciones anteriores. Algo que sí podría definirlos, particularizarlos: cuando ellos llegaron Internet ya estaba aquí. Tanto acceso, tanta exposición, tanta información, tanta inmediatez, tanta autonomía, tanto movimiento como los que trae la red –y a los que tuvimos que adaptarnos los inmigrantes digitales– sin remedio lleva a los nativos digitales a aprehender el mundo de una forma distinta, una forma que las generaciones anteriores no conocimos. A nosotros nos llegó la red, ellos llegaron a ella.

Con todo ese poderío ahí, con las “infinitas posibilidades que ofrece la red” (otro lugar común en publicaciones sobre el tema), habrá unos que se pasen revisando los movimientos de sus seguidores en Twitter o Facebook, que estén calificando videos en Youtube, mientras algunos de sus coetáneos buscan información de calidad y la usan de maneras insospechadas por nosotros, para hacernos ver el mundo de otra forma. Esta revista presentó bastantes; una edición similar publicada dentro de apenas un año seguro mostraría otro montón de jóvenes que están haciendo las cosas bien. Tendría para decirles apenas dos palabras: bienvenidos. Y gracias.

         

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enero
27 / 2012