Cuatro décadas de arte moderno en Medellín

Este año, el Museo de Arte Moderno de Medellín cumple su aniversario número 40. Diners conversó con su directora, María Mercedes González, quien dirige el museo desde septiembre de 2012, y ha presenciado su transformación y consolidación en América Latina.
 
Cuatro décadas de arte moderno en Medellín
Foto: Mónica Barreneche
POR: 
Johnny R. Quintero

La estación del metro más cercana al Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) es Industriales; lleva su nombre por la antigua vocación de este sector. Así también lo anuncia la fachada del museo, que ocupa el edificio que algún día albergó Talleres Robledo, un galpón de techos altos que guardaba una fundición de hierro y acero y que desde 2009 custodia una colección de más de dos mil piezas de arte.

Adentro se exhibe El arte en Antioquia y la década de los setenta. Una interpretación, que estará abierta hasta el próximo 4 de junio, y que recupera algunas de las obras que fueron expuestas cuando el museo abrió sus puertas en el salón comunal del barrio Carlos E. Restrepo. Su primer curador, Alberto Sierra, que falleció el año pasado, fue el organizador. Y esta exposición también es una manera de rendirle un homenaje a su labor cultural.

El MAMM se fundó en 1978 en la galería La Oficina, de Sierra, quien animado por el entusiasmo que habían generado las bienales de Coltejer de años anteriores, se empeñó, junto con varios artistas más, en la titánica labor de abrir un museo. Sin embargo, solo el 22 de abril de 1980 pudo tener una sede física y comenzar con las exposiciones.

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El edificio donde se encuentra el MAMM antes era un galpón que guardaba una fundición de hierro y acero. Foto: Carlos Tobón

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“Es un ejercicio de arqueología institucional, de autoconocimiento, importante por todo lo que implica hacer un montaje de nuevo en un espacio totalmente distinto, muchos años después, sin tener un archivo ni memoria y muy poca información de lo que realmente sucedió”, explica María Mercedes González, directora del museo desde 2012.

Las obras no se limitan a un salón específico. Al igual que la original, desbordan los espacios y se extienden por pasillos, escaleras y rincones del edificio. Obras de Ethel Gilmour, Débora Arango, Álvaro Barrios, Gregorio Cuartas, Rodrigo Arenas Betancourt, entre otros, aparecen por todo el lugar. Y representan, como en la original, artistas antioqueños que han marcado el arte nacional del siglo XX y no solo la década de 1970.

Como parte de la celebración de estos cuarenta años, hay otras tres exposiciones más. Vale la pena destacar la escultura performática Stop. Repair, Prepare: Variations on ‘Ode to Joy’ for a Prepared Piano, del dúo artístico conformado por la estadounidense Jennifer Allora y el cubano Guillermo Calzadilla, referentes en el mundo del arte contemporáneo y quienes realizan su primera exposición en América Latina.

Su escultura consiste en un piano de cola Bechstein, muy distinto de los demás. El instrumento tiene un hueco en la caja de resonancia. Allí, en ese hueco, cada hora se instala un pianista y desde adentro interpreta el cuarto movimiento de la Novena sinfonía de Beethoven, La oda a la alegría. Suena diferente, pausada, interrumpida. La partitura tuvo que ser cambiada para tocarse desde adentro, y alcanzar todas las teclas. Pero, al fin y al cabo, el sonido envuelve a los espectadores para adentrarse en este inigualable espacio de arte.

Diners conversó con su directora, la santandereana María Mercedes González, a propósito de los cuarenta años de esta institución, y quien, además, es la única colombiana invitada al Cuarto Coloquio Global de Líderes de Museos (GMLC), organizado por el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York entre el 16 y el 25 de abril próximo.

¿Cree que el MAMM está entre los tres museos más importantes de Colombia?

Es una pregunta difícil de contestar porque cuando uno habla de museos es un universo muy diverso. Según los registros del Sistema de Museos del Ministerio de Cultura hay más de 600, de distinta magnitud y diversos temas. Lo que sí creo es que en este momento, en el mundo del arte, el MAMM es un referente aquí y en América Latina.

¿Qué lo hace un referente?

No solamente por todo lo que está sucediendo hoy o por todo el proceso reciente de expansión (se agregaron 7.200 metros cuadrados en 2015 con una inversión de 24.000 millones de pesos). Creo que, por ejemplo, en los inicios, a principio de la década de 1980, lo fue también porque, si bien había otros museos de arte moderno que se fundaron en el país (de hecho, el MAMM es uno de los últimos), en ese momento se arriesgó a hacer una cantidad de eventos que eran impensables para la época. Por ejemplo, en 1981 se llevó a cabo el Primer Coloquio de Arte No-Objetual y Arte Urbano. Muchas personas dijeron que había sido una especie de contrabienal a la bienal de arte que hubo ese año. Vinieron, además, artistas e intelectuales como Néstor García Canclini, Nelly Richard, Ana Mendieta, Marta Minujín, inimaginables para tener en un museo pequeño y con una infraestructura modesta.

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En el interior del MAMM hay más de dos mil piezas de arte. Foto: Mónica Barreneche

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¿Y actualmente?

Hablando del capítulo más reciente, el museo es una expresión del proceso de transformación de la ciudad y de la efervescencia de la escena cultural y artística colombiana, que de cierta manera ha tenido epicentro en Bogotá. Sin embargo, los dos museos de arte grandes de Medellín han sido aliados en este nuevo interés que ha despertado el arte colombiano.

¿Cómo hace el MAMM para sostenerse de manera tan efectiva, mientras que otros pares, como el MAMBO, están en crisis?

Obviamente, en cuarenta años de historia, el museo también ha atravesado momentos complicados. Los años difíciles de Medellín los fueron asimismo para el museo, de poca actividad, de poca asistencia. Pero creo que hay una cadena de esfuerzo, compromiso y generosidad, que se ha tejido muy bien. Medellín y Bogotá son dos ciudades muy distintas, no solo en tamaño, culturalmente, sino también en las dinámicas. Esa cadena ha tenido una gran cantidad de actores que han hecho esto posible. También las juntas directivas, equipos de trabajo, y pienso, más recientemente, en el compromiso de la Alcaldía de Medellín, que es un elemento diferenciador. Su rol, cuando lo comparas con otras ciudades, ha sido determinante. El compromiso del sector privado, de empresas que tienen un arraigo muy fuerte en Antioquia, pero que hoy son multilatinas, también nos ha ayudado.

¿Qué retos quedan frente al museo?

Un trabajo de consolidación. De hecho, ese constituye nuestro norte de acción desde 2016. Para nosotros un objetivo prioritario consiste en mantener la calidad en la programación. Lo otro es cómo fortalecer el modelo de sostenibilidad económica, que se considera uno de los frentes importantes para una entidad cultural como esta. Cómo tener una base de recursos propios más alta. Vamos por buen camino. Hoy ese porcentaje de ingresos propios asciende al 32 %, pero quisiéramos que fuera más grande. Y cómo seguir trabajando muy de la mano del sector privado y del Estado. El año pasado cerramos con 110.000 visitantes y Medellín tiene dos millones y medio de habitantes, así que creo que existe un espacio de crecimiento muy grande, porque esa cifra no representa ni siquiera el 10 % de la ciudad. Eso sin pensar en los otros municipios del área metropolitana.

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María Mercedes González dirige el museo desde 2012. Foto: Carlos Tobón

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¿Qué ejemplo seguiría de otros museos?

Estamos en una época de museos. Creo que el entusiasmo es cada vez más creciente. Cuando uno mira a Emiratos Árabes, China o Estados Unidos, la cantidad de estas instituciones resulta sorprendente. Hay unos que tienen un montaje impresionante, otros tienen tiendas increíbles; hay museos que cuentan con una estrategia digital muy buena, y otros tienen publicaciones sofisticadas. Este universo es tan grande que uno queda abrumado.

¿Cómo ayuda el arte, los museos, específicamente el MAMM, a la población?

Esto es un espacio de conocimiento, donde creo que la gente puede entender las diferencias de otra manera, a través del lenguaje artístico. Considero que eso ayuda a hacer ciudadanos más empáticos, personas más solidarias, hoy que se habla de la empatía como un valor tan importante en los procesos de reconciliación. Pienso que es un espacio donde el sentido de humanidad se vive intensamente, donde están involucradas las emociones, la sensibilidad. Se trata de un proceso de largo aliento, pero queda la chispa, la inquietud, la curiosidad, y eso puede derivar en otras cosas. El museo ayuda a conocer el mundo de una manera distinta a como uno lo puede conocer a través de un periódico, el noticiero o la universidad.

         

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abril
27 / 2018