La Otra alternativa para el arte
Juliana Muñoz Toro
Lona verde, calles desarmadas, desvíos. Puro y llano caos. Justo ahí, donde se unen las avenidas Eldorado y la Caracas, en el centro de Bogotá, reposa en una esquina el antiguo edificio Panauto, antigua vitrina de Ford, pintado de amarillo ocre y grafitis aleatorios, con algunos vidrios rotos y un cercado de obras viales inacabadas. Nadie se imagina que en menos de dos semanas este lugar solemne de 5.000 metros cuadrados y donde queda todo por hacer vaya a convertirse en “pura energía colectiva y creativa”.
Así lo dice la nueva directora de La Otra, Elisabeth Vollert. El lema va de la mano con el nuevo enfoque de este certamen anual que se lleva a cabo desde 2007, el cual –más que una feria– ha pasado a ser un espacio para procesos de creación contemporánea.
Qué mejor que este edificio abandonado en el que un piso sin baldosas, una pared derribada, la pintura vencida por la humedad o los desechos de las palomas son oportunidades para engendrar obras contemporáneas. Así es: este gigante erigido en la década de 1940 es el que va a sugerir el arte. Los artistas lo van a descubrir detrás del polvo invasor y lo habitarán con sus propuestas del primer al sexto piso. Algo que no se había visto, ni siquiera hace dos años, cuando La Otra estrenó este lugar como recinto ferial, pero sólo abarcó hasta el cuarto piso.
Uno de los invitados aprovechará, por ejemplo, un hueco que traspasa los pisos 4, 5 y 6 para hacer una intervención de altura. Otro se centrará en la antigüedad del edificio para contar su historia a través de los protagonistas. También estará un colectivo de jóvenes arquitectos de distintos países que realizará un proyecto in situ a partir del espacio, y el público será testigo de eso. Incluso dictará talleres y charlas como parte de sus actividades alternas.
Abran el Espacio
El cambio de feria a espacio de creación contemporánea empezó a notarse desde el año pasado. No ha sido un salto, sino un proceso concienzudo. De acuerdo con el creador de La Otra, Jairo Valenzuela, el parámetro de feria se estaba quedando corto para lo que en verdad él y su equipo han querido: que el arte contemporáneo sea el protagonista, no el mercado.
Claro, el que quiera comprar una obra podrá hacerlo. “Lo importante es que antes de eso la pueda entender. Queremos que la gente se sienta libre de comprar o no, que el mercado vaya de la mano del arte y que no sea lo principal”, explica Valenzuela.
La dinámica, si es que la hay pues aquí la improvisación será la reina, es que los asistentes caminen intuitivamente. No hay flechas de “siga por aquí”, y ni siquiera será primordial pasar del piso 1 al 2. Cada artista o colectivo ocupará un espacio amplio, a fin de evitar una saturación de obras y que la gente se sienta invitada a sumergirse en un proyecto, interactuar con él, tocarlo a veces. Además, se encontrará de frente con los creadores, se podrán crear vínculos, hacer preguntas, entender, criticar y, dado el caso, comprar. Ese contacto directo ayuda a formar público y a ampliarlo más allá de los coleccionistas, de acuerdo con Valenzuela y Vollert.
La idea de un escenario alternativo empezó a cocinarse hace seis años, cuando Jairo participó en ArtBo, Feria Internacional de Arte de Bogotá, con su galería Valenzuela Klenner. Según dice, allí no encontró una línea clara, pues había de todo. Sintió que el arte contemporáneo merecía su propio espacio y que se estaban quedando por fuera artistas que por dinero o convicción no estaban en la feria mayor. Más allá de la crítica, La Otra lo que busca es impulsar nuevos proyectos que mejoren los espacios existentes.
Siga, genio en creación
La última semana de septiembre, el edificio reservado para La Otra aún se encontraba intacto, con sus escombros y polvo. Apenas estaban llegando los artistas con sus proyectos y “energía creativa”. Hacía un mes se había concretado la disponibilidad de este espacio luego de mucha persistencia y la fecha para abrir las puertas al público ya se hallaba estipulada: del 19 al 26 de octubre.
¿Alcanzarán a estar listos? “Claro que sí”, responde Elisabeth. Jairo sonríe y formula otra propuesta: “Y si no, pues también estará bien. Que la gente entre y vea a los artistas montando su obra”, una iniciativa acorde al nuevo enfoque de este certamen: intervención e improvisación.
No en vano La Otra buscó galerías y artistas arriesgados, con obras críticas y frescas de arte contemporáneo. Se apoyó en cuatro curadores de distintas nacionalidades para elegir cuarenta y cinco proyectos entre los ciento treinta que se presentaron. Países como Colombia, Perú, Ecuador, México, Estados Unidos, Francia y Alemania son algunos de los invitados de honor de este año, y tendrán el reto de reactivar un espacio olvidado y refrescar la memoria arquitectónica de la ciudad.
Después de encontrarse con La Otra, más que llevarse una obra, los asistentes experimentarán una baraja de experiencias. La experiencia del juego con el espacio, de encontrarse a un público variopinto, de arte sonoro y visual, de texturas sin letreros que recen “no tocar”. Serán partícipes del performance, muestras escénicas con factor de improvisación, provocación y sentido de la estética. Finalmente, una experiencia que invita a vivir la ciudad de otra forma, desde sus íconos patrimoniales olvidados, el caos en las obras públicas y un lugar exclusivo para el arte contemporáneo.