¿Cómo apreciar el arte en Nueva York?

Ana Sokoloff y Luis Roldán son dos colombianos que llegaron a New York hace más de una década y han construido y consolidado su carrera. Los reunimos para hablar del arte en esa ciudad.
 
¿Cómo apreciar el arte en Nueva York?
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POR: 
Pilar Calderón

Publicado originalmente en Revista Diners de agosto 2011

Ella es consultora de arte y fue directora del departamento de arte latinoamericano de Christie’s. Él, un artista contemporáneo con econocimiento internacional.

No es la primera vez que se reúnen para hablar del tema. Se conocían mucho antes de llegar a la meca del arte contemporáneo, la ciudad soñada e imaginada de miles de artistas de todo el mundo, para quienes aquello de “If you can make it there, you can make it anywhere” (si lo logras allí, lo lograrás en cualquier parte) que reza la canción de Nueva York, Nueva York, inmortalizada por Frank Sinatra es mucho más que un credo. Es una religión.

El encuentro es en el apartamento de Ana Sokoloff en Long Island City al otro lado del East River, a solo una estación de tren de Manhattan. “Estaba buscando terraza, espacio, techos altos y buen precio”, señala Ana. “Y aquí los encontré”.

Como muchos otros habitantes de Manhattan, Ana decidió salirse de la isla en busca de más espacio a mejor precio. Su loft construido hace apenas unos años y con una amplia vista sobre midtown Manhattan, es fiel reflejo de ella misma. En amplios estantes ubicados a lo largo de las paredes reúne una envidiable biblioteca de arte, cuidadosamente clasificada monográficamente y por autores. “Quiero donarla después”, anota. “Mi propósito es que termine en una biblioteca pública en Colombia”.

Sencillos muebles de Ikea se entremezclan con pequeñas piezas de arte, cuidadosamente seleccionadas. “Este Richard Serra lo compré por unos pocos cientos de dólares cuando llegué a Nueva York en 1991”, relata.

Más allá, una silla negra de la diseñadora danesa Louise Campbell y unas pequeñas mesas redondas en forma de pétalos del norteamericano Richard Schultz, complementan la sala.

En el comedor, una mesa de mármol del finlandés Eero Saarinen – diseñador de la Terminal de TWA (hoy Delta) en el aeropuerto JF Kennedy- se convierte en el escenario de una conversación que se inicia en tono más bien de reproche.

 

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“Cuando me dijo que quería hablar del arte latinoamericano en Nueva York, me fruncí”, dice Ana con una franqueza que me genera gran simpatía. “Soy Sokoloff y, a diferencia de mi hermano (José Miguel, publicista) que es encantador, siempre digo de frente lo que pienso”, recalca a manera de advertencia. “No es que desconozca mis raíces, lo que pasa es que en Nueva York, el arte hay que verlo de una manera global.

Nueva York es una ciudad culturalmente muy diversa dentro de la misma ciudad”, subraya, e inicia un recorrido en el que va describiendo, de la mano de Luis, cómo cada área representa un espacio diferente para el arte.

“Todo va de la mano de cada zona y lo que se mueve alrededor de ella”, anota Ana. En el Upper East Side, donde está la gente más pudiente económicamente, rodeadas por las tiendas de marca y los restaurantes de lujo están las galerías más tradicionales, las de Madison Avenue, donde se encuentran las obras más costosas de arte moderno o antiguo.

 

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En Chelsea, donde también hay dinero pero menos formalismo, las galerías se dedican más al arte contemporáneo. En el Lower East Side hay más creatividad, las galerías son más recientes y pertenecen a gente más joven que está apostando a artistas también jóvenes que ya están logrando introducirse dentro de colecciones importantes, mientras Brooklyn se ha convertido en una zona donde convergen innumerables expresiones en artes, música y cultura.

“La gran transformación, sin embargo, es que el arte ahora se involucra mucho más con la sociedad”, anota Ana. “Hay performances, lecturas de poesías, conciertos, happenings, conferencias”… “Un grupo chocoano se presentó hace poco en Central Park y uno de cumbia en el MOMA (Museo de Arte Moderno)”, destaca Luis.

 

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“…Celestial activity explored for the first time. The planets furtively drew near and gloomy silences thronged the stars. The hills gather round them the least delays. On the marshes remain only the memories of flights. My eyes belong to me alone and I pin them up on my cheeks so fresh and so ravaged by the wind of your words.” –Excerpts from André Breton’s “Les Champs Magnétiques” (1920) … Explore the profound influence of avant-garde poetry on #JoanMiró’s visual language: mo.ma/joanmiro … [Credit: Joan Miró. “The Beautiful Bird Revealing the Unknown to a Pair of Lovers (Le Bel oiseau déchiffrant l’inconnu au couple d’amoureux) (from the Constellation series)” (detail). 1941. Gouache, oil wash, and charcoal on paper Acquired through the Lillie P. Bliss Bequest (by exchange). © 2019 Successió Miró / Artists Rights Society (ARS), New York / ADAGP, Paris]

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Y para reforzar su argumento, hacen un recuento de los múltiples escenarios donde se entremezclan arte y gente: El New Museum of Contemporary Art en Bowery donde tuvo lugar un festival de culturas en el cual inmigrantes de diversos orígenes hicieron exhibiciones de arte, música y gastronomía; la Bienal de Arte Latinoamericano del Bronx y The (S) Files del Museo del Barrio en Harlem, dedicada al arte en las calles.

“Cada sector tiene su museo”, destaca Luis, consolidando la tesis de la multiculturalidad y la determinación geográfica. “The Harlem Museum se concentra en artistas afroamericanos, el Museo del Barrio en latinos y el del Bronx, por estar en una zona más heterogénea, tiene mayor diversidad en sus muestras.

Lo mismo sucede con Queens Museum of Art”. “La gran transformación que se ha dado en el arte es que ahora se involucra mucho más con la sociedad. Hay performances, conciertos, happenings, conferencias…”

—El New Museum es también heterogéneo y contemporáneo —agrega Ana.
—Y está el Hispanic Society —agrega Luis.

La mañana avanza. Ana se disculpa por no habernos ofrecido un café y se levanta a prepararlo. Luis, en tono de reflexión afirma:

—Esta ciudad ha cambiado de color. Es menos gris, menos fría. Se han creado áreas sociales importantes que facilitan que la gente se entremezcle en la ciudad e interactúen las distintas culturas. La ciclorruta alrededor de Manhattan, a punto de terminarse, es un ejemplo de ello.

—O el High Line Park… —sigue Ana—. Sus áreas sociales son anfiteatros creados para promover presentaciones gratuitas y espontáneas, respondiendo a la tendencia de las artes a ser performáticas.

Este tipo de arte no necesita un espacio en un museo.

Se puede hacer en muchas partes, es más participativo y da una libertad enorme para representarse… Y eso es lo que aprovechó el High Line.

En efecto, la ciudad ha creado y adaptado espacios institucionales que generan vínculos entre las artes y la sociedad. El propio Lincoln Center transformó su legendaria plaza y la convirtió en un escenario en el cual se encuentran artistas y público.

 

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#LincolnCenter60 || This illustration from a 1966 souvenir book captures the essence of the Lincoln Center experiment: a campus where all genres of performing arts come together, fostering an interchange of culture and ideas. Sixty years on and we’re still endlessly inspired by @MetOpera, @NYPhilharmonic, @NYCBallet, @SAB_NYC, @JuilliardSchool, @ChamberMusicSociety, @JazzDotOrg, @FilmLinc, @LCTheater, @NYPL_LPA, the artists, audience members, and visitors who infuse our halls and plazas with life. ❤️❤️❤️ . Over the next several months, we’ll be sharing a treasure trove of archival images to celebrate the 60th anniversary of Lincoln Center’s groundbreaking (May 14, 1959). We hope you’ll join us May 4 & 5 for a festive weekend kicking off the next 60 years of culture + community! Learn more >> LincolnCenter.org/60 . . . #tbt #flashbackfriday #archives #goodtype #architecture #design #illustration #art #aerial #souvenir #nyc #upperwestside #landmark #history #nychistory #1960s #Vintage #Archive #PerformingArts #Culture #ClassicalMusic #Ballet #Opera #NYPhil #LCTheater #chambermusic #graphicdesign #drawing #artwork

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—La bienal más importante que se realiza hoy en día en NY es de performance —recalca Ana, refiriéndose a Performa, que reunirá en noviembre durante tres semanas a algunos de los más destacados artistas contemporáneos que participarán en más de cien performances, películas, conciertos y eventos.

—Los espacios ya no son para verlos sino para usarlos y disfrutarlos —complementa Luis.

Michael Bloomberg, alcalde de la ciudad, ha tenido mucho que ver en estos cambios. Amante del arte y coleccionista, se ha preocupado por generar espacios para el arte y le dio un nuevo impulso a Creative Time, un programa que patrocina artistas para que creen obras especialmente para espacios públicos.

Hoy es frecuente ver en las calles de Nueva York obras de artistas de la talla de Ai Weiwei, uno de los diseñadores del Estadio Olímpico de Beijing.

 

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Esculturas suyas fueron durante varias semanas el centro de atención de los transeúntes de la Plaza de la Calle 59, frente a Central Park, mientras permanecía encarcelado por ser uno de los más encarnizados críticos del Partido Comunista Chino.

Pero no todo es por amor al arte. Se mueve mucho dinero. Los artistas demandan insumos, comida, lugares para vivir, mano de obra que los asista… Con ellos empiezan a llegar las galerías, los turistas, los restaurantes, y zonas que antes estaban al alcance de muchos empiezan a convertirse en barrios exclusivos y costosos. Sucedió con SoHo, Chelsea y ahora la fiebre ha llegado a Williamsburg en Brooklyn.

Indudablemente, estas transformaciones han enriquecido el mundo del arte. “La gente se siente menos ajena a las manifestaciones artísticas contemporáneas”, dice Ana, fundadora y socia de Sokoloff y Asociados, donde asesora a coleccionistas de arte contemporáneo y latinoamericano.

“Estos cambios han potenciado y enriquecido actividades como la nuestra”.

Desde la perspectiva de un artista plástico que trabaja sistemáticamente en explorar nuevas posibilidades, como Luis, “esto genera en el mercado un interés que antes estaba circunscrito a unos pocos y estar más cerca del público y más informados, nos obliga a los artistas a ser más dinámicos”.

A través del enorme ventanal se alcanza a divisar a lo lejos la zona donde una vez estuvieron las Torres Gemelas. Nueva York ya no es la misma. El terrorismo y la crisis sacudieron la forma de actuar y de vivir de millones de habitantes que la vieron derrumbarse y ahora —entre el temor y la esperanza— la ven reinventarse.

— ¿Cómo afectó la crisis el mercado del arte? —pregunto.

—Los precios bajaron alrededor de un 30%, pero ya se están recuperando… Picasso es el único que no bajó. Es un verdadero blue chip —anota Ana—. En cuanto a los artistas jóvenes, algunos empezaron a llamar la atención de los coleccionistas cuando ya no había tanto dinero para comprar.

—Los compradores son quienes tienen la sartén por el mango —interpela Luis—. Hay coleccionistas que, como saben que no hay dinero, piden hasta 30% de descuento en las obras.

Algunas galerías lo dan, pero las serias tienen una ética en sus prácticas comerciales y no lo aceptan.

Como muchos otros artistas, Luis llegó a Nueva York hace más de una década, en busca de sí mismo. Y su vida en Nueva York lo ha llevado a replantearse y reinventarse constantemente.

—Acá llegan cada año miles de artistas. Hay por lo menos 30 mil. Unos suben fácilmente y pronto están hot (término usado en la jerga del arte para denominar a quienes están de moda y venden mejor), pero no necesariamente son los mejores. Muchos se vuelven muy comerciales y se dedican a producir lo que saben que vende, recalca Luis.

—La carrera de un artista es como la de cualquier otro, insiste Ana.

Cuando una galería empieza a representar a un artista joven, los precios suben. Cuando alcanza al techo, si es bueno, es posible que se mantenga.

Pero puede que pase de moda y sus precios bajen, lo cual no significa necesariamente que haya dejado de ser bueno.

La conversación gira entonces alrededor de historias de artistas que lograron ser hot en algún momento de su vida, decayeron y volvieron a subir con el tiempo como el norteamericano Cy Twombly.

 

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Cy Twombly was a seminal American artist who came of age immediately following the Abstract Expressionist generation. His iconic large-scale paintings consisted of looping marks scribbled and smeared on raw canvas or linen. Twombly’s practice melded his interest in Roman and Greek mythological stories, including Leda and the Swan, with the frenetic doodling of chalk on a blackboard. “My line is childlike but not childish. It is very difficult to fake,” he once explained. “To get that quality you need to project yourself into the child’s line. It has to be felt.” Born Edwin Parker Twombly Jr. on April 25, 1928 in Lexington, VA, he went on to attend the Art Students League of New York where he met Robert Rauschenberg. It was Rauschenberg who recommended that he enroll at the Black Mountain College. While at the college, Twombly studied under Franz Kline and Robert Motherwell, who introduced him to the work of Paul Klee. From 1960 onward, the artist spent the majority of his time between Rome and the medieval port city of Gaeta, where he steeped himself in thoughts of the Mediterranean Sea and ancient naval battles that had taken place there. He died on July 5, 2011 in Rome, Italy. – – #cardigallery #cardigallerymilano #cardigallerylondon #cytwombly #twombly #artistincardicollection #artwork #contemporaryart #contemporaryartist #artist #art #photography #historyofart

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“A mediados de la década de los cincuenta se hizo amigo de dos artistas jóvenes que estaban en un buen momento, Jasper Johns y Robert Rauschenberg, lo acogió una galería y logró vender todo”, relata Luis. Después viajó a Italia y le fue mal, desapareció por un tiempo y en los años ochenta volvió a ponerse de moda.

Ahora que acaba de morir, un dibujo suyo puede valer 200 mil dólares y sus cuadros ya pasaron la barrera del millón.

Se acaba el tiempo y no puedo irme sin una recomendación. ¿Qué hacer en una Nueva York en la que están pasando tantas cosas? La respuesta es unánime: salirse de lo tradicional y explorar zonas nuevas. Y no dejar de ir al High Line Park, entre Chelsea y el Meatpacking District, y a la exposición del diseñador de moda inglés Alexander Mc-Queen en el Metropolitan Museum.

El primero ya lo había recorrido media docena de veces. Y en cuanto a McQueen, pienso que lo mejor es ir el lunes, cuando no tenga ya el agite del trabajo. Lo intento, pero no llego: los lunes cierran a las 3 y 30 p. m. Así que decido tomar la primera parte de la recomendación y caminar sin rumbo fijo por Bowery donde me encuentro con el inusitado edificio de la Sperone Westwater, una de las galerías más reconocidas de la zona.

 

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Down the rabbit hole. #35mm

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Luego cruzo por Broome hasta llegar a Orchard Street. De las tradicionales tiendas de textiles queda muy poco. Locales de altos techos, recién remodelados, se ofrecen para alquilar o ya han sido ocupados por recién nacidas galerías en las que bisoños artistas tratan, como los miles de Luises que han llegado a Nueva York, de encontrar un espacio y una identidad para que las Anas de la gran ciudad algún día los reconozcan y terminen por incluirlos en alguna gran colección.

         

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abril
21 / 2019