El cómic ya hace parte de la industria cultural
Paola Páez
Tendría unos diez años cuando mi padre puso en mis manos mi primer libro de cómics. Fueron Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito, Guille y Mafalda, pioneros en despertar cierto interés por leer, a mis ganas vacías y ese estado por divagar sobre nada que de niña me caracterizó.
Recuerdo que él guardaba una colección completa de la creación de Quino, y aquel que me regaló, era su favorito. Sin embargo, la charla que tuvo al entregarme el libro, tuvo un aire de nostalgia y fue más o menos así:
– “Cuando yo tenía ocho años, había tiendas en las que podía comprar muchos libros de comics. Leía Mandrake y su amigo Lotario, Superman, El Fantasma y mi favorito, Kaliman y su pequeño amigo Solín. Cuando terminábamos de leerlas, mis amigos y yo íbamos a cambiarlas en las mismas tiendas, a costo extra, pero barato. Eso ya no se consigue así”-.
Curiosamente, años más tarde sus palabras habrían sido las mismas que hoy día estarán diciendo muchos fieles seguidores, admiradores y creadores de cómics en nuestro país.
El cómic en Colombia
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¿En qué momento encontrar variedad en ediciones de cómics se convirtió en privilegio de pocos y ya no se encuentran en esas tiendas “baratas” de las que hablaba mi padre?
La explicación no es tan sencilla. El 22 de diciembre de 1993, en Colombia se dio la Ley de la Democratización y Fomento del Libro Colombiano. Inicialmente, con el fin de proclamar la transmisión del conocimiento y la cultura en la ciudadanía, fiel herramienta del desarrollo íntegro de la persona en sus diversos rangos de edad.
Pero en el artículo segundo se decreta lo siguiente: “Para los fines de la presente Ley se consideran libros, revistas, folletos, coleccionables seriados, o publicaciones de carácter científico o cultural, los editados, producidos e impresos en la República de Colombia, de autor nacional o extranjero, en base papel o publicaciones en medios electro-magnéticos. Se exceptúan de la definición anterior los horóscopos, fotonovelas, modas, publicaciones pornográficas, tiras cómicas o historietas gráficas y juegos de azar”.
Una estocada a la cultura
En otras palabras, la Ley excluía en términos de producción y distribución publicaciones como tiras cómicas e historietas, al generar rangos de categorías que delimitan su carácter significativo a nivel cultural.
Bajo esta medida se mostraba al cómic como una industria, más no como producción artística que permite una manera distinta y dinámica de hacer literatura. El término de “considerar” en este caso particular se refiere al hecho de incluir determinados seriados o publicaciones en el conjunto de beneficiarios a quienes no se les cobra un 16 por ciento de IVA en costos de venta al público.
Imagino entonces la nostalgia de mi padre, y de tantos como pudiesen tener cierto criterio y valor sobre la fabricación y utilidad cultural del cómic, al ver los costos elevados bajo los cuales deben ser comercializados a causa de la restricción legal.
Cuando se producían estos libros de nivel cultural, hay que pagar IVA en todos los insumos y la producción impacto de venta al público equivalente a un 15 o 20 por ciento. A pesar de los altos impuestos, persisten en Colombia editoriales que los producen. Sin embargo, ha sido esa restricción la que impide de manera silenciosa que los intereses de quienes pudiesen apreciar el sentido de la publicación sean de carácter masivo.
¿Cómo se transformó la ley para hacer florecer al cómic?
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Algunos de esos creativos, artistas e ilustradores que han sabido preservar la producción del cómic son por ejemplo, la artista plástica Paola Gaviria con su proyecto denominado “Powerpaola”, que nace a raíz de una curiosa experiencia personal en el metro de París y es ahora, muestra de su trabajo como artista, historietista e ilustradora.
Tiene un blog en el que publica piezas de su trabajo con una variedad de temáticas y tonalidades abiertas a distintos públicos. Sin embargo, comenta abrumada, -“Es ridículo que por culpa de esta Ley las historietas hayan tenido un precio final más alto del que deberían; ya de por sí los libros son caros en Colombia y es muy difícil acceder a ellos. Así es muy difícil que la gente lea y cuando hablo de lectura, cada uno escoge lo que quiere leer y el mundo de la historieta es igual de amplio que la literatura”-.
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José Rosero, artista visual y uno de los organizadores del Congreso Internacional de Ilustración Fig.02 en Bogotá, ha sido precursor del desarrollo artístico en términos de aprendizaje, aplicación y ejecución de proyectos de ilustración y dibujo artístico.
-“Si este asunto se mide en términos de industrias, así mismo debería aplicarse como una forma de crear los espacios para su desarrollo. Es necesario ver cifras de costos en otros países que muestren los índices de ventas que dan éxito a la producción del cómic”-, opina al respecto.
La lucha valió la pena
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Organizaciones como la Revista Larva, editada por Daniel Jiménez y la Agencia de Diseño y Editorial R+N Rey Naranjo, dirigida por John Naranjo y en conjunto con otras personas interesadas, crearon una iniciativa denominada: “Dile a las autoridades que terminen la discriminación en la Ley del Libro de Colombia”.
Fueron 20 años en los que en nuestro país, muchos han sido objeto del olvido por falta de atención y movimientos que permitan modificar las restricciones de la Ley. Quizás una visión algo romántica del asunto, pero también una de las principales causas del desperdicio de talentos que existe en la actualidad, señalan los precursores de este movimiento.
Esa fue una de las razones que llevó a este grupo de personas a divulgar y convocar al público en pro de alguna solución que pudiese abrir las puertas del desarrollo editorial, en este tipo de publicaciones.
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“La Ley del Libro no excluía al cómic por ser cómic, sino por cuestiones prácticas que fueron vistas hace casi 40 años por Colcultura, como un beneficio económico, incluido para que hubiese una protección a los productores nacionales de papel; es tiempo de un cambio”, dice John Naranjo.
Pablo Francisco Arrieta, profesor de cátedra universitaria en la Universidad Javeriana y la Universidad de Los Andes también estuvo a favor de la iniciativa. Fiel admirador y conocedor de lo que significa el cómic y su historia, opina al respecto:
“Fue importante dar cuenta del problema. Podría verse como un bloqueo de expresión cultural; al cómic no se le estaba tomando como en otros lugares del mundo. Más bien se estaba viendo como industria, más no como el arte que es. Y en ello vemos una curiosa paradoja, el cómic no clasificaba como producción cultural y sin embargo, está en las bibliotecas”.
¿En qué consistió la iniciativa?
La Ley del Libro fue establecida en 1993, para que tuviese una duración de 20 años. Según ello, tendría una fecha de caducidad para el año 2013. Pero un acto legislativo determinó que la Ley no debía refrendarse cada 20 años, sino tenía que permanecer según lo establecido años atrás.
La iniciativa para reformarla es promovida por la Agencia de Diseño y Editorial R+N Rey Naranjo, Revista Larva entre otros actores interesados. Pero el 5 de diciembre de 2012, la demanda a esa ley surtió el resultado esperado por sus promotores. Desde enero de 2013 no se le agrava con impuestos, lo que hará más barata su producción y, por supuesto, el precio al público.
“El cómic es una forma natural de acercarse a la lectura”, John Naranjo.
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El artículo El cómic ya hace parte de la industria cultural fue publicado originalmente en Revista Diners de diciembre de 2012