Delcy Morelos, Doris Salcedo y Miguel Ángel Rojas: Arte para leer
Miguel Ángel Rojas, Doris Salcedo y Delcy Morelos son nombres fundamentales en la historia del arte contemporáneo colombiano. Representan tres generaciones distintas, tres voces, tres formas de mirar el mundo. Por esta razón, la nueva entrega de la colección de arte de Seguros Bolívar decidió reunir lo más destacado de la obra de cada uno de estos artistas.
Bajo la dirección editorial de José Roca, director artístico de FLORA ars+natura, y Alejandro Martín, curador del Museo de Arte Moderno La Tertulia, de Cali, cada uno de los tres libros –exquisitamente diseñados por la Editorial Tangrama– reúne, sin un orden cronológico, la esencia de cada artista, para sorprender tanto a los expertos como a los que se inician en el complejo mundo del arte contemporáneo.
Cada uno de los libros tiene su propia personalidad, un sello único, sin perder el sentido de unidad de la colección. “Es importante resaltar que no existen las jerarquías”, aclara Silvia Martínez, la coordinadora general de esta colección. Ninguno es mejor que otro y como en las dos entregas anteriores, los artistas participaron activamente en la elaboración del libro. “Los conozco muy bien a los tres, he trabajado en muchas ocasiones con ellos. Así que es fundamental discutir diferentes estrategias y llegar a alguna forma de organización del contenido. Al fin y al cabo, es su libro, es una pequeña retrospectiva de su trabajo”, explica Roca.
Aunque no hay una relación temática entre libro y libro, sí hubo una generacional y una afortunada coincidencia en este encuentro: Miguel Ángel Rojas fue maestro en la Universidad Nacional de Doris Salcedo y Morelos fue influenciada por los talleres de ambos cuando era una estudiante de arte en Cartagena. Los tres, desde distintas generaciones, y a través de diferentes formatos, hacen reflexiones sobre temáticas nacionales, como la violencia, el narcotráfico y la identidad, lo que los ha convertido en referentes indispensables de la escena artística contemporánea colombiana.
Rojas (1946) se destaca por sus obras sobre temas antes inexplorados como el homosexualismo. Series fotográficas como Faenza son un referente en el arte del país; Doris Salcedo (1958) es creadora de impactantes instalaciones que giran en torno a la violencia, el duelo y la memoria. Quizás, una de las de mayor repercusión internacional fue Shibboleth, una instalación radical que, literalmente, generó una grieta en el suelo en la Tate Modern, de Londres. Y Delcy Morelos (1967), quien también explora temas como la violencia, la raza y la tierra y, a través de la pintura, crea obras cargadas de gran intensidad.
Sustrato
Miguel Ángel Rojas decidió recrear, para la portada de este libro, un fragmento de su instalación Broadway, compuesta por unas hormigas que transportan hojas de coca y que representan el conflicto social de los campesinos colombianos. Esto, justamente, devela una constante en su trabajo: lo importante que resulta para el artista el material con el que realiza sus obras. De ahí se deriva el título del libro: sustrato. Elementos diversos como oro, arena, coca, fluidos corporales y dólares hacen parte activa en su carrera como artista.
“Su obra ha sido pionera en el contexto artístico colombiano en tratar cuestiones de diferencia sexual, de clase y de raza. Siempre experimental, múltiple en formatos y medios, su trabajo muestra un interés constante por las problemáticas de su contexto, que nunca le son externas, sino que se expresan como algo propio, como parte de un autorretrato o una autobiografía”, asegura Roca en el texto introductorio del libro.
La reflexión internacional está a cargo del curador brasileño Moacir dos Anjos, quien se enfoca en examinar la serie de fotografías en blanco y negro que Rojas realizó en la década de 1970 en tres salas de cine del centro de Bogotá: Imperio, Mogador y Faenza, porque, según sus palabras, es el conjunto de trabajos que mejor sintetiza la singularidad ético-estética del artista. El ensayo gráfico, por su parte, está dividido en tres partes: deseo, que explora sus obras sobre la sexualidad; herencia, en la que la raza, el origen, los indígenas y los mitos son la temática central. Y, finalmente, consumo, obras que reflexionan en torno al narcotráfico y la compleja situación colombiana.
Trauma y memoria
Para Doris Salcedo (1958), una de las artistas colombianas con mayor reconocimiento internacional, el libro fue un proceso complejo, porque la relación que tiene con las fotografías de su obra nunca ha sido sencilla. “Al suplir las obras con imágenes bidimensionales, se pierde el volumen, el tiempo, la dimensión de la experiencia, pero por eso colocamos detalles precisos de sus instalaciones”, explica Roca. Adicionalmente, para una mayor comprensión, el ensayo gráfico está acompañado de múltiples testimonios de la artista, referencias literarias cercanas a los temas que trabaja y descripciones de curadores y críticos.
“Desde los inicios de su carrera, en los años ochenta, Salcedo ha utilizado la escultura y la instalación como medios privilegiados que involucran al espectador visual y corporalmente. En su obra recurre a camas, sillas, mesas, armarios, camisas, zapatos, entre otros objetos cotidianos, al igual que elementos arquitectónicos, para alterarlos por medio de acciones que sugieren desplazamiento y violencia sobre elementos que guardan la memoria de los cuerpos ausentes”, afirma en la introducción Roca.
La venezolana Julieta González, curadora en jefe y directora interina del Museo Jumex, es la encargada de realizar un extenso ensayo de la artista, en el que revisa sus instalaciones más destacadas, como es el caso de Atrabiliarios (1992-2004), una serie de obras que trata sobre las desapariciones forzadas; Unland (1995-1998) y La casa viuda (1992-1995), que exploran las muertes en las zonas de conflicto y la difícil situación de los desplazados. El ensayo gráfico indaga, además, en sus más recientes trabajos, como A flor de piel (2014) y Plegaria muda (2008-2010). De igual forma, exhibe varias imágenes de quizás uno de los performances que más han calado en la memoria colectiva de este país: Noviembre 6 y 7 (2002), en el que sillas de madera vacías se descolgaban en la fachada del Palacio de Justicia durante 53 horas, las mismas horas que duró la toma de la guerrilla del M-19 y, posteriormente, la retoma por parte del ejército y la policía del Palacio de Justicia en 1985.
Color que soy
El título del libro de Delcy Morelos (1967) corresponde a uno de sus trabajos más conocidos, expuesto en 2002 en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia. La artista cubrió las paredes de este lugar con pinturas de ataúdes, de tonalidades diferentes, que aluden al color de la piel y que llevó a pensar a la artista sobre la igualdad de los seres humanos cuando ya están muertos. Esta obra representa su fuerza pictórica, su trabajo paciente y simbólico sobre la raza, el cuerpo, la tierra y la violencia, temas constantes a lo largo de su trayectoria.
“Yendo más allá, su obra toda desborda sentidos. A pesar del lenguaje abstracto, que se ha ido incrementando a lo largo de la evolución de la artista, su trabajo siempre invoca experiencias personales y sociales, pulsiones sicológicas y una visión del mundo. Su labor temprana constituye una reflexión sensible acerca de la violencia a partir de lo vivido en Colombia”, afirma el crítico y curador independiente cubano Gregorio Mosquera en el ensayo central.
Por su parte, el ensayo fotográfico está dividido en tres partes: sangre, piel y tierra, en las que puede captarse la evolución de su trabajo. Desde las fuertes manchas de color sobre lienzos, como la serie Rojos por naturaleza, una investigación que surge de pensar en la compleja capacidad que tiene el ser humano de destrucción, hasta la pieza creada para el Encuentro de Medellín (MDE07) en 2007, en la que el espectador podía recorrer tres mil cuerdas verticales pintadas de rojo o las obras creadas por la incorporación de otros elementos como el yute o la mezcla de tierras, como la instalación La sombra terrestre (2015).
Cuarenta años de historia
Desde 1976, Seguros Bolívar, año tras año, ha publicado un libro sobre un artista colombiano de gran trayectoria. El primero en la lista fue el colombo español Juan Antonio Roda y le siguieron nombres como Alejandro Obregón, Santiago Cárdenas y Beatriz González. Sin embargo, en 2013 Miguel Cortés asumió la presidencia del grupo y decidió dar un giro.
“Decidimos dirigir la mirada hacia el arte contemporáneo, porque hay artistas de gran relevancia que se desconocen en ciertos sectores. Y queríamos llevar esos grandes nombres a la mayor cantidad de lugares posibles en Colombia”, explica Silvia Martínez, coordinadora de la colección.
En una apuesta audaz, eligieron construir una colección y reunir a tres grandes nombres en un solo espacio. En la primera edición, los elegidos fueron María Fernanda Cardoso, Luis Roldán y Óscar Muñoz; en la segunda, Antonio Caro, Johana Calle y Danilo Dueñas, y en esta a Miguel Ángel Rojas, Doris Salcedo y Delcy Morelos. “La intención de la colección es acercar la obra al lector, por eso no tiene una cronología específica, son libros lúdicos, que tienen varios niveles de lectura”, concluye Martínez.
Miguel Ángel Rojas, Doris Salcedo y Delcy Morelos son nombres fundamentales en la historia del arte contemporáneo colombiano. Representan tres generaciones distintas, tres voces, tres formas de mirar el mundo. Por esta razón, la nueva entrega de la colección de arte de Seguros Bolívar decidió reunir lo más destacado de la obra de cada uno de estos artistas.
Bajo la dirección editorial de José Roca, director artístico de FLORA ars+natura, y Alejandro Martín, curador del Museo de Arte Moderno La Tertulia, de Cali, cada uno de los tres libros –exquisitamente diseñados por la Editorial Tangrama– reúne, sin un orden cronológico, la esencia de cada artista, para sorprender tanto a los expertos como a los que se inician en el complejo mundo del arte contemporáneo.
Cada uno de los libros tiene su propia personalidad, un sello único, sin perder el sentido de unidad de la colección. “Es importante resaltar que no existen las jerarquías”, aclara Silvia Martínez, la coordinadora general de esta colección. Ninguno es mejor que otro y como en las dos entregas anteriores, los artistas participaron activamente en la elaboración del libro. “Los conozco muy bien a los tres, he trabajado en muchas ocasiones con ellos. Así que es fundamental discutir diferentes estrategias y llegar a alguna forma de organización del contenido. Al fin y al cabo, es su libro, es una pequeña retrospectiva de su trabajo”, explica Roca.
Aunque no hay una relación temática entre libro y libro, sí hubo una generacional y una afortunada coincidencia en este encuentro: Miguel Ángel Rojas fue maestro en la Universidad Nacional de Doris Salcedo y Morelos fue influenciada por los talleres de ambos cuando era una estudiante de arte en Cartagena. Los tres, desde distintas generaciones, y a través de diferentes formatos, hacen reflexiones sobre temáticas nacionales, como la violencia, el narcotráfico y la identidad, lo que los ha convertido en referentes indispensables de la escena artística contemporánea colombiana.
Rojas (1946) se destaca por sus obras sobre temas antes inexplorados como el homosexualismo. Series fotográficas como Faenza son un referente en el arte del país; Doris Salcedo (1958) es creadora de impactantes instalaciones que giran en torno a la violencia, el duelo y la memoria. Quizás, una de las de mayor repercusión internacional fue Shibboleth, una instalación radical que, literalmente, generó una grieta en el suelo en la Tate Modern, de Londres. Y Delcy Morelos (1967), quien también explora temas como la violencia, la raza y la tierra y, a través de la pintura, crea obras cargadas de gran intensidad.
Sustrato
Miguel Ángel Rojas decidió recrear, para la portada de este libro, un fragmento de su instalación Broadway, compuesta por unas hormigas que transportan hojas de coca y que representan el conflicto social de los campesinos colombianos. Esto, justamente, devela una constante en su trabajo: lo importante que resulta para el artista el material con el que realiza sus obras. De ahí se deriva el título del libro: sustrato. Elementos diversos como oro, arena, coca, fluidos corporales y dólares hacen parte activa en su carrera como artista.
“Su obra ha sido pionera en el contexto artístico colombiano en tratar cuestiones de diferencia sexual, de clase y de raza. Siempre experimental, múltiple en formatos y medios, su trabajo muestra un interés constante por las problemáticas de su contexto, que nunca le son externas, sino que se expresan como algo propio, como parte de un autorretrato o una autobiografía”, asegura Roca en el texto introductorio del libro.
La reflexión internacional está a cargo del curador brasileño Moacir dos Anjos, quien se enfoca en examinar la serie de fotografías en blanco y negro que Rojas realizó en la década de 1970 en tres salas de cine del centro de Bogotá: Imperio, Mogador y Faenza, porque, según sus palabras, es el conjunto de trabajos que mejor sintetiza la singularidad ético-estética del artista. El ensayo gráfico, por su parte, está dividido en tres partes: deseo, que explora sus obras sobre la sexualidad; herencia, en la que la raza, el origen, los indígenas y los mitos son la temática central. Y, finalmente, consumo, obras que reflexionan en torno al narcotráfico y la compleja situación colombiana.
Trauma y memoria
Para Doris Salcedo (1958), una de las artistas colombianas con mayor reconocimiento internacional, el libro fue un proceso complejo, porque la relación que tiene con las fotografías de su obra nunca ha sido sencilla. “Al suplir las obras con imágenes bidimensionales, se pierde el volumen, el tiempo, la dimensión de la experiencia, pero por eso colocamos detalles precisos de sus instalaciones”, explica Roca. Adicionalmente, para una mayor comprensión, el ensayo gráfico está acompañado de múltiples testimonios de la artista, referencias literarias cercanas a los temas que trabaja y descripciones de curadores y críticos.
“Desde los inicios de su carrera, en los años ochenta, Salcedo ha utilizado la escultura y la instalación como medios privilegiados que involucran al espectador visual y corporalmente. En su obra recurre a camas, sillas, mesas, armarios, camisas, zapatos, entre otros objetos cotidianos, al igual que elementos arquitectónicos, para alterarlos por medio de acciones que sugieren desplazamiento y violencia sobre elementos que guardan la memoria de los cuerpos ausentes”, afirma en la introducción Roca.
La venezolana Julieta González, curadora en jefe y directora interina del Museo Jumex, es la encargada de realizar un extenso ensayo de la artista, en el que revisa sus instalaciones más destacadas, como es el caso de Atrabiliarios (1992-2004), una serie de obras que trata sobre las desapariciones forzadas; Unland (1995-1998) y La casa viuda (1992-1995), que exploran las muertes en las zonas de conflicto y la difícil situación de los desplazados. El ensayo gráfico indaga, además, en sus más recientes trabajos, como A flor de piel (2014) y Plegaria muda (2008-2010). De igual forma, exhibe varias imágenes de quizás uno de los performances que más han calado en la memoria colectiva de este país: Noviembre 6 y 7 (2002), en el que sillas de madera vacías se descolgaban en la fachada del Palacio de Justicia durante 53 horas, las mismas horas que duró la toma de la guerrilla del M-19 y, posteriormente, la retoma por parte del ejército y la policía del Palacio de Justicia en 1985.
Color que soy
El título del libro de Delcy Morelos (1967) corresponde a uno de sus trabajos más conocidos, expuesto en 2002 en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia. La artista cubrió las paredes de este lugar con pinturas de ataúdes, de tonalidades diferentes, que aluden al color de la piel y que llevó a pensar a la artista sobre la igualdad de los seres humanos cuando ya están muertos. Esta obra representa su fuerza pictórica, su trabajo paciente y simbólico sobre la raza, el cuerpo, la tierra y la violencia, temas constantes a lo largo de su trayectoria.
“Yendo más allá, su obra toda desborda sentidos. A pesar del lenguaje abstracto, que se ha ido incrementando a lo largo de la evolución de la artista, su trabajo siempre invoca experiencias personales y sociales, pulsiones sicológicas y una visión del mundo. Su labor temprana constituye una reflexión sensible acerca de la violencia a partir de lo vivido en Colombia”, afirma el crítico y curador independiente cubano Gregorio Mosquera en el ensayo central.
Por su parte, el ensayo fotográfico está dividido en tres partes: sangre, piel y tierra, en las que puede captarse la evolución de su trabajo. Desde las fuertes manchas de color sobre lienzos, como la serie Rojos por naturaleza, una investigación que surge de pensar en la compleja capacidad que tiene el ser humano de destrucción, hasta la pieza creada para el Encuentro de Medellín (MDE07) en 2007, en la que el espectador podía recorrer tres mil cuerdas verticales pintadas de rojo o las obras creadas por la incorporación de otros elementos como el yute o la mezcla de tierras, como la instalación La sombra terrestre (2015).
Cuarenta años de historia
Desde 1976, Seguros Bolívar, año tras año, ha publicado un libro sobre un artista colombiano de gran trayectoria. El primero en la lista fue el colombo español Juan Antonio Roda y le siguieron nombres como Alejandro Obregón, Santiago Cárdenas y Beatriz González. Sin embargo, en 2013 Miguel Cortés asumió la presidencia del grupo y decidió dar un giro.
“Decidimos dirigir la mirada hacia el arte contemporáneo, porque hay artistas de gran relevancia que se desconocen en ciertos sectores. Y queríamos llevar esos grandes nombres a la mayor cantidad de lugares posibles en Colombia”, explica Silvia Martínez, coordinadora de la colección.
En una apuesta audaz, eligieron construir una colección y reunir a tres grandes nombres en un solo espacio. En la primera edición, los elegidos fueron María Fernanda Cardoso, Luis Roldán y Óscar Muñoz; en la segunda, Antonio Caro, Johana Calle y Danilo Dueñas, y en esta a Miguel Ángel Rojas, Doris Salcedo y Delcy Morelos. “La intención de la colección es acercar la obra al lector, por eso no tiene una cronología específica, son libros lúdicos, que tienen varios niveles de lectura”, concluye Martínez.