¿Que está pasando en cuanto a arte en Medellín?
Claudia Arias
La capital de Antioquia está en plena revolución artística. Mientras el Museo de Arte Moderno de Medellín –MAMM– promueve las nueve exposiciones que tiene para la apertura de su nuevo edificio, el Museo de Antioquia empieza a recibir algunos de los más de setenta artistas que estarán presentes en el MDE15, la tercera edición del encuentro internacional de arte. Paralelamente, al menos una docena de proyectos de autogestión que trabajan de forma continua desde hace varios años, se integran cada vez más a la ciudad, demostrando que hay arte más allá de las instituciones.
El buen momento también se percibe en las calles. Basta tomar la línea B del metro para recorrer los barrios de la comuna 13, donde los grafitis dan cuenta de un movimiento artístico importante, reunido en el proyecto Casa Kolacho. En el barrio Independencias 1 hay un muro con figuras fantasiosas, que parece ser un gran mar azul, un universo sin lógica. Se trata de uno de los tantos muros pintados en este sector, donde los artistas urbanos se abren camino, ganándole espacio a la violencia. Y existe algo especial en él, es un símbolo de cómo el trabajo colaborativo da frutos: fue una iniciativa de la Alcaldía con el programa “Medellín se pinta de vida”, patrocinado por la empresa privada, que donó las pinturas, pintado por artistas de la zona y con asesoría del pintor Aníbal Gil. Algo está pasando en la escena artística de Medellín: ¿Uno pone, todos ponen?
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“Zeta Fuerte”, uno de los artistas de Casa Kolacho.
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Herencia y esfuerzo
Los caminos del arte en Medellín tienen hoy un tinte femenino. La directora del Museo de Antioquia, Ana Piedad Jaramillo, una local que vivió muchos años por fuera, y Nidia Gutiérrez, curadora, venezolana, trotamundos que hoy apuesta por esta ciudad, llevan trabajando juntas casi cuatro años. La pregunta obligada para ambas es: ¿Qué pasa en el ámbito artístico en la Medellín de hoy?
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Nidia Guriérrez y Ana Piedad Jaramillo, curadora y directora del Museo de Antioquia.
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“En las últimas tres administraciones, Medellín le empezó a apostar a la cultura. Incluso, durante las épocas más duras, había una resistencia, porque en medio del narcotráfico puede que no hubiera artistas visibilizados, pero en las comunidades había núcleos trabajando (…) Creo que lo más importante es la unión de las personas, que ha permitido desarrollar proyectos colectivos; también es muy significativo que el presupuesto de la cultura aquí sea mayor que el del Ministerio de Cultura. Cuando regresé, pensé que era un boom, pero luego vi que las dinámicas que había desde pequeños grupos en el arte y la cultura, eran fundamentales”, explica Jaramillo.
Nidia Gutiérrez llama la atención sobre la multicausalidad del asunto: “La transformación de Medellín se basa en el equilibrio de lo que hacen los hip hopers en las comunas, más lo que hacen los museos, más lo que hacen los arquitectos, que son fundamentales, más lo que hacen las asociaciones de activistas de todo tipo, en respuesta a esos estímulos culturales. Es una dinámica fascinante que debe mantenerse. Pero como ante todo logro humano, el peligro es dormirse en los laureles”.
La mirada de ambas coincide con la de María Mercedes González, directora del MAMM, que lleva el mismo tiempo en la ciudad: “Yo no estoy de acuerdo con la palabra boom con la que se ha querido explicar la situación actual del arte en Colombia, lo que creo es que hoy hay más visibilidad, pero esto no se hizo de la noche a la mañana, es un trabajo de generaciones. Es gracias al trabajo de muchos artistas colombianos, que ya tienen una trayectoria nacional e internacional destacada, que recogemos los frutos”.
Los logros se evidencian en el campo de las instituciones y de la autogestión, pero el mercado es aún incipiente. “En Medellín, y creo que es un problema de la oferta y la demanda del mercado, hay unos hábitos de consumo distintos a los que hay en Bogotá, entonces el mercado del arte no resulta tan dinámico. No hay tantas galerías, es una escena pequeña y les toca muy duro, no solo frente al mercado interno, sino hasta para participar en una feria; y al no haber muchas galerías, los artistas tampoco tienen representación comercial que los mueva en esos circuitos. Distinta es la situación con los espacios autogestionados, hay muy buenos intentos y desde hace muchos años, con proyectos perseverantes; pero sin duda faltaría más, sobre todo por la cantidad de estudiantes”, explica González.
El panorama lo resume Adriana Pineda, artista plástica y una de las gestoras de Taller 7: “Teniendo en cuenta que en Medellín no hay un ejercicio crítico ni un mercado de arte contemporáneo, y que las políticas públicas culturales condicionan la producción artística a ser una herramienta de trabajo comunitario, hay mucho aún por hacer en la ciudad”.