¿Por qué es tan importante el legado de Oliver Sacks?
Andrea Bernal
Oliver Sacks murió el 30 de agosto de 2015 en su casa de Nueva York. Tenía 82 años. El cáncer de hígado que en febrero pasado anunció en su columna en el New York Times. Una de las columnas más conmovedoras que he leído en mucho tiempo, pues en ella, la declaración de Sacks es más que inspiradora. Su espíritu revela una enorme gratitud ante una vida bien vivida. ¿Cómo es posible tener semejante actitud ante una muerte inminente?
Oliver Sacks le debe en gran parte su carácter y su espíritu a una mujer increíble. A pocas horas de su muerte, me parece apenas justo recordar al niño y a la mujer que lo hizo convertirse en el hombre, en el escritor y claro, en el espíritu impresionante detrás de un neurólogo brillante. Todos hablarán de sus hazañas, de su brillante capacidad como escritor, de sus películas. Yo, quiero alabar a una heroína silenciosa, a su tía Lennie.
Como lo cuenta en su autobiografía, Oliver fue despreciado por su madre, quien lo rechazaba constantemente por ser homosexual. Lennie, quien dirigía en Londres un hogar para niños con dificultades cognitivas, fue quien se encargó de tomar a Oliver y guiarlo de manera incondicional.
Ella, en palabras de Sacks, se encargó de guiarlo hasta la escritura y apoyó desde los primeros años todas sus aventuras creativas, pero más que nada, fue instrumental con un ejemplo impresionante. De ella aprendió la generosidad del cuidador y fue Lennie quien inspiró en Sacks una vida de servicio a través de la medicina.
Ella lo llamaba “Boliver”, y frecuentemente, le decía “mi querido Bol”. Sus primeros artículos en los años sesenta para la revista Seed fueron siempre felicitados por ella, en cartas que constantemente le enviaba para seguir apoyando su habilidad. Lennie siempre felicitaba su inteligencia, su criterio, su buen gusto y su capacidad para contar historias. Con su mudanza a Canadá, el intercambio de cartas se hizo cada vez más frecuente, y su cariño y apoyo, más firme.
Curiosamente, años después, una nueva revista llamada Seed, publicó una reseña de Sacks basada en una fotografía de su escritorio.
Legado
Como una imagen protectora, vemos en una pequeña repisa una fotografía sonriente de Lennie, cuidadosamente ubicada al nivel de sus ojos, justo en frente de las hojas en blanco y su colección de iridio.
Todo escritor necesita un editor, que lo apoye y le entregue certeza. Y Lennie era siempre la primera opción de su querido Bol. Y claro, sus respuestas explican exactamente la relación de amor incondicional entre ellos: “Parece que has encontrado una salida muy satisfactoria para tu espíritu inquieto y curioso. He leído tus artículos y encuentro todos tus temas simplemente impresionantes. Me descubro físicamente sin aliento al leerlos. Te extraño.”
Oliver solía llamarla Len. Cuando cayó enferma viajó a Londres y pasó sus últimos días a su lado. Ella, a sus 86 años, siempre estuvo lúcida, siempre fue ella misma a pesar de su enfermedad. También fue cáncer. Ella decidió dejar de comer. Su hermano, padre de Oliver, pidió una intervención psiquiátrica. El psiquiatra afirmó que Lennie era la mujer más sensata que había visto y que la familia debía respetar su decisión. Ella decidió controlar la cuestión más difícil de todas: cómo morir.
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Fueron días que sin duda lo inspiraron y le dieron el ejemplo necesario para escribir esa feliz y al tiempo difícil columna, en la que agradece haber vivido siendo un escritor. “Tengo que vivir de la forma más rica, profunda y productiva que pueda. He sido un ser consciente, un animal pensante, en este planeta hermoso, y eso en sí mismo ha sido un privilegio y una gran aventura”, escribió a dos semanas de enterarse de la metástasis en el hígado.
Su legado en la neurociencia no morirá. Miles de estudiantes de medicina, psicología, y todas las ciencias humanas, incluyendo la música, leen hoy sus textos como palabras preciosas llenas de sentido ante el reto de ser terapeuta y comprender un poco más el mundo detrás de las neuronas. Pero mi admiración profunda está en el espíritu de un hombre que superó el rechazo de su propia familia, hizo de sus pasiones una aventura que recorrió todo tipo de intereses, desde la natación en aguas heladas hasta el motociclismo, para finalmente detenerse en la escritura de historias en una época en la que la medicina solo documentaba síntomas sin pensar en personajes, contextos o significados. Paz en su tumba. Seguiremos su legado desde la escritura, desde la gente que él inspiró y desde los millones de terapeutas que hoy trabajan con sus ideas para ayudar a aliviar el alma de los que sufren.