El arte del amor, según Óscar Collazos

A nueve años de su muerte, Diners recuerda al escritor colombiano con su visión sobre las complejidades de la vida amorosa moderna.
 
El arte del amor, según Óscar Collazos
Foto: corey oconnell en Unsplash
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Óscar Collazos

Óscar Collazos se reveló como un erudito del amor. De ese mundo inescrutable y fascinante dejó a los lectores de Diners su visión y memoria de batallas placenteras, donde no se busca la derrota de uno sino el triunfo de dos. Un grato recuerdo del escritor colombianos a nueve años de su fallecimiento el 17 de mayo de 2015.

Los hombres, ese genérico que excluye a pocos e incluye a muchos, tenemos la viciosa costumbre de alardear sobre lo que deseamos como si lo hubiéramos tenido y de magnificar lo poseído como si fuéramos héroes. El hombre es un ser deseoso que convierte en realidad sus ficciones.

¿Cómo hablar de mis batallas en el Monte de Venus?

La mejor manera de hacerla es desde la humildad. Si no se es Giacomo Casanova, que llevó la contabilidad exacta de sus polvos y las consignó en sus magníficas memorias, salvadas para la posteridad no tanto en razón de las mujeres conquistadas como en la alta calidad de su prosa; si no se es casanova, repito, hay que referirse a esas batallas desde la ironía y la auto compasión.

Soy lo que los franceses llaman un homme ti femmes, un hombre de mujeres: viví desde mi adolescencia rodeado de ellas, procuré seguir estando rodeado de mujeres más que de hombres, feminicé con el tiempo mi carácter sin afeminarme, convertí en obsesión cotidiana la seducción, pero nada de esto me ha salvado de perder batallas y conseguir triunfos apenas decorosos.

Si algunas lectoras de Batallas en el Monte de Venus se sorprenden de la manera como me acerco y profundizo en la mentalidad, la sensibilidad y el comportamiento de “las” mujeres, no es por haberlas conocido sino por haber vivido desde siempre haciendo el esfuerzo de conocerlas.

Una novela para recordar a Óscar Collazos

Si la sexualidad de adolescentes y maduras mujeres se revela en esta novela en su dimensión real y verosímil, no es tanto porque conozca en profundidad la compleja sexualidad femenina sino porque la curiosidad y el diálogo permanente con mujeres me ha llevado a intuir que en la complejidad de los sentimientos y la sexualidad es que las mujeres se distinguen mejor de los hombres. Un hombre que escucha a una mujer es un hombre que aprende. Que escucha y reflexiona sobre su conducta de hombre.

No basta pues escalar con eficiencia las alturas que conducen al Monte de Venus sino saber que el paso siguiente, la entrada a la “gruta” que Venus ofrece a Tanhausser, es más accidentada de lo que parece. Para entrar a esa cálida morada hay que sentirla antes cálida, para moverse en sus rincones hay que tener la más grande paciencia y el tacto más sutil del explorador. Nada está donde pensamos que está sino donde aparece.

El arte de seducir al estilo Óscar Collazos

Las batallas en el Monte de Venus no las gana la erecta espada en ristre o la ofensiva del ariete viril sino la obediencia al comportamiento femenino que pide esperar el instante oportuno, que siempre exige avanzar con extrema cautela. En esa guerra de contrarios, el “enemigo” propone tácticas y estrategias para que la batalla sea placentera. No se trata de la derrota de uno sino del triunfo de dos.

He aprendido de los fracasos pero sobre todo del fracaso desalentador de haber llegado solo a la meta. No hay peor fracaso masculino que el de saber que la respuesta femenina es a veces una mentira piadosa.

La asumen por igual las prostitutas que saben del cliente para hacerse en breve tiempo con la paga; lo saben las esposas aburridas de la rutina conyugal sin gratificación; lo saben menos los hombres para quienes un halago fingido (”Estuviste fantástico”) toca las fibras más sensibles de su ego.

El fracaso en el amor

En estas batallas, a las que se asiste con todas las armas –con las del instinto guerrero y las de la inteligencia receptiva – sólo hay una actitud honrosa: sentido del humor e ironía en los fracasos, silenciosa humildad en los triunfos. Si fracasas, no llores: haz el esfuerzo de ser mejor. Si triunfas, no alardees: lo conseguido no fue obra tuya sino esfuerzo de dos.

Se ha dicho que no hay mujeres frígidas sino hombres que no saben. La apariencia de frigidez deja indiferentes a muchos hombres. Mientras hagan lo suyo, mientras puedan extender la manguera y regar el jardín, nada hay de calamitoso, piensan. Pero la calamidad está ahí: el sexo femenino es el único jardín que al instante de regado hace florecer el capullo. Si el capullo sigue cerrado y yermo, el hombre debería tomarse muy en serio su labor de jardinero. El problema no era la manguera ni la intensidad del chorro.

Amantes con respuestas oportunas

Sospecho, con razones, que no hay buenos amantes sino amantes que encuentran respuestas oportunas en la mujer. Un buen amante sin respuestas femeninas no pasa de ser un arrogante que batalla solo contra molinos de viento. Los hay que se asustan cuando la respuesta desborda sus expectativas, cuando las iniciativas del combate vienen de ella. Los acomete un raro y súbito sentimiento de inferioridad.

Van camino del fracaso, a menos que inviertan las reglas del juego: déjela hacer, déjese hacer… si tiene ganas y con qué. No crea que activo es sinónimo de hombre y pasivo sinónimo de mujer. No hay roles definidos. Si usted no encuentra, que busque ella, pues ella se conoce y usted no ha sido capaz de conocerla. Déjese conducir: ella sabe a dónde lo lleva.

Usar todas las herramientas del amor

“Perdón, no sé qué me pasa hoy’ es una excusa patética. Válgase de otros medios para salir al menos dignamente: vuelva sexo manos y boca. Converse. Recuerde siempre que la caricia es al amor lo que la paciencia es al genio: un camino largo que se recorre lentamente. Chi va piano va Iontano: quien va despacio, va lejos.

Si no hubiera observado el comportamiento femenino, si no hubiera escuchado sus quejas contra sus amantes ni hubiera tratado de comprender que la insatisfacción femenina es una consecuencia de la alta fiebre de satisfacción masculina, las mujeres de mis Batallas en el Monte de Venus serían apenas arquetipos, mujeres “creadas” por la imaginación de los hombres y no por sí mismas. Para crear personajes femeninos hay que convertirse en mujer.

Aprendí a reírme de mí mismo cuando supe que la mujer es, en las batallas del amor, el ser más generoso del mundo: siempre concede una segunda oportunidad en la Tierra. Pero no hay que abusar de esa generosidad: cambie su estrategia o deponga las armas con humildad.

¿Qué le parecen las palabras del escritor Óscar Collazos? Escríbanos a nuestras redes sociales @dinersrevista

         

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mayo
17 / 2024