Lo que nadie quiso decir sobre Rayuela, de Julio Cortázar
Ángela Cruz
Muchos portales de internet, e incluso medios impresos, se dedicaron con gozo y algarabía a celebrar el cincuentenario de la publicación de Rayuela del escritor argentino Julio Cortázar. Muchos otros medios, por su parte, corrieron a desmentir el falso aniversario corrigiendo esta fecha por la del 28 de junio de 1963, como consta en la edición crítica de la obra coordinada por Saúl Yurkievich para la UNESCO, publicada en 1996.
A partir de esta renovada popularidad, la obra inmortal y emblemática del boom latinoamericano retorna a las bocas y los dedos de todo el mundo, y con ella el debate sobre la relevancia de esta novela o “anti-novela” o “meta-novela” o cuánto nombre hayan querido ponerle críticos y lectores durante los últimos cincuenta años.
Una oda a Rayuela
Sería deshonesto de mi parte decir que Rayuela es mi obra preferida de Cortázar, más teniendo en cuenta que hablar de “mi obra preferida de un autor” siempre me ha parecido una limitación innecesaria.
De hecho, empezaré este texto hablando de lo problemático que me resultó acercarme por primera vez a la obra y de las razones por las cuales tal vez esa primera lectura fue tan tardía.
Leí Rayuela por primera vez a los 25 años, luego de más de 10 de escuchar críticas y ver ojos abrirse como platos al confesar que hasta el momento no me había interesado nunca por ella; por supuesto, mentía.
Mi interés por esta obra se inició a la par que mi interés por la figura misma de Cortázar. Cuando tuve que leer para mi clase de español de 8º Todos los fuegos el fuego; siempre he sentido una enorme fascinación por el Cortázar cuentista que revisita lo cotidiano y lo convierte en maravilla sin caer en el tropicalismo ni la postal exótica tercermundista.
Del odio al amor por Cortázar
A pesar de sentir entonces la curiosidad por la que, sin duda, resulta ser la obra más compleja del autor, tuve el infortunio de que Rayuela fuera un libro de moda durante mi adolescencia, al menos entre la gente que frecuentaba.
Es increíble la cantidad de émulos adolescentes de La Maga y Oliveira. La cantidad de cafetines, bares, cine-clubes nombrados en honor a la novela, y la cantidad de voces recitando de memoria los capítulos 7 y 68, o de lágrimas derramadas por la histérica carta del capítulo 32.
Tantas manifestaciones de adoración, que diez años más tarde parecían relacionarse con un conocimiento “de oídas” mas no con una lectura de la obra, fueron suficientes para distanciarme de la misma durante casi toda mi juventud.
De la lectura convencional y otros demonios
Sin embargo, convencida como estoy de que los libros le llegan a uno en el momento menos esperado. Esa misma edición crítica de la que hablaba al principio llegó a mis manos a finales de 2007.
Rayuela, como ya sabía de antemano, se ofrece ante el lector con, inicialmente, dos posibilidades de lectura:
Una de modo convencional, es decir, una lectura lineal, que abarca los capítulos 1 a 56 —que a su vez está dividida en dos libros, “Del lado de allá” (1-36) y “Del lado de acá” (37-56)—.
Y una segunda lectura propuesta por el autor en un tablero de lectura dentro del cual se incluyen, sin seguir un orden lineal. Los 99 capítulos prescindibles de la obra, agrupados bajo el nombre “De otros lados”.
Esta subversión de la estructura tradicional de la novela ya en sí misma. Es suficiente para ubicar a la obra como un ejercicio de escritura vanguardista. Una propuesta novedosa de lectura que exige a quien la acepta una disposición distinta a la de quien sólo busca entretenimiento en los libros.
Una estructura jamás recreada
Mucho se ha comentado sobre la presunción de este ejercicio estilístico. Y sobre alguna posible desmesura en cuanto al sinnúmero de referencias e intricados juegos del lenguaje por parte del autor en esta novela.
Sin embargo, cabe anotar que precisamente es en esos capítulos prescindibles, en esos “otros lados” en que todo este aparato narrativo cobra sentido. La historia lineal relata, de manera desordenada y polifónica, la travesía en busca del “Cielo” —una alegoría de la sabiduría, el crecimiento espiritual, o una realidad más allá de lo real, más humana—.
De Horacio Oliveira y su relación con Lucía (La Maga). Y los miembros de una cierta bohemia instalada en París, llamada el Club de la Serpiente. Posteriormente el regreso del mismo a Buenos Aires, su relación casi especular con su amigo Traveller y su esposa Talita, en quien encuentra, o cree encontrar una pervivencia de La Maga.
Como complemento a lo anterior, aparecen entonces, como parte de un proceso de bricolaje, esos capítulos prescindibles dentro de los cuales el lector no solamente llena los vacíos del relato anterior, sino que acude a la enunciación de la poética del autor.
La eternidad de Rayuela
Esa propuesta de una teoría literaria se logra en “De otros lados”. A partir del novelista ingeniado por Cortázar y admirado por todos los miembros del Club, Morelli.
La postura de este novelista imaginario coincide con la propuesta del mismo Cortázar no sólo en torno a la búsqueda de ese “Cielo” de la rayuela anhelado por Oliveira. Sino a la búsqueda de la expresión estética a través del lenguaje más pura y —paradójicamente en medio de este cúmulo de juegos referencias— menos engolada:
Realidad y lenguaje vienen dados al hombre dentro de un aparto cultural que los convierte en artificiales. En ese sentido la ruptura de sus lógicas tradicionales, la problematización de su continuidad, su reescritura en el proceso de vivir y de leer, es el objetivo máximo de Rayuela.
Mucho se ha dicho sobre ese lector-macho, lector -cómplice, buscado por Cortázar —. El mismo autor lo señala a través de Morelli y en posteriores entrevistas cerca de la novela—. Y tal vez esta renovada atención sobre la construcción de esta obra sirva no para resucitar a las imitaciones de los intelectuales emigrados a París de aquella época, sino para invitarnos como lectores a experimentar la inadecuación de coescribir una novela en la medida en que se la va leyendo.
Tal vez esto sea lo más jubiloso del cincuentenario de la publicación de Rayuela, que el libro llegue cuando ya no se le espera.
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