Las mujeres que hacen revistas para sanar heridas de la guerra con palabras en Arauca

Una red de mujeres de Arauca encontró en la escritura una herramienta vital para construir paz en ese territorio. Con la producción de tres revistas literarias, ellas cuentan sus propias vivencias en medio del conflicto armado.
 
Las mujeres que hacen revistas para sanar heridas de la guerra con palabras en Arauca
Foto: Foto de Camilo Medina
POR: 
Revista Diners

Después del encierro a causa de la pandemia, que provocó serios problemas de salud mental a la población, un llamado a participar en un proyecto para mujeres en Arauca fue el
augurio de un proceso de sanación sin precedentes en ese departamento del país. En un principio, en 2021, la apuesta se enfiló solo como un taller narrativo de fortalecimiento femenino en las comisarías de familia de Saravena, Tame y Arauquita. 

Consignado como una convocatoria abierta y sin gran revuelo, este laboratorio social no tuvo el eco esperado por los responsables del curso, así que se abrieron los cupos. Tras varios llamados sin respuesta, asistieron pocas madres al módulo de aprendizaje, las cuales ni siquiera estaban invitadas. Este nuevo grupo de lideresas —en su mayoría, amas de casa y artesanas— se presentó “de relleno”, y ante lo novedoso del asunto, escucharon al joven profesor que les pedía algo que para ellas era casi imposible de realizar. 

—Ustedes van a ser las periodistas del barrio. Van a recoger las pruebas de la violencia de género.

—¿Cómo así, profe?

Sabedoras del contexto, ellas refutaron la propuesta.

—Sí, recogen la información y la llevan a las comisarías de familia; van a ser reporteras…

El joven profesor insistió, pero desde el sentido común de las mujeres de esas zonas araucanas —donde se registran más de 300 homicidios al año, según la Defensoría del Pueblo—, el método reporteril en campo no era viable. El taller se formuló desde una Bogotá lejana y carecía de esa “teoría darwiniana” de adaptación a la realidad local, explican ellas ahora que lo recuerdan en una casa taller en Tame. 

Las mujeres solo giraban la cabeza al unísono. No podían hacer entrevistas en las calles ni hurgar en las casas sin llamar la atención de grupos armados como el ELN —que lleva décadas de presencia constante en esa región— o las disidencias de las FARC, o incluso poner en riesgo sus propios hogares. De alguna manera, usar una grabadora les podía afectar la seguridad de sus cercanos —como ya les ha ocurrido—, al hacer un tipo de periodismo noticioso que publica hechos ciertos de la realidad. 

—No nos gusta así, profe —le dijeron para no ofender su ímpetu pedagógico.

Cortesía Revista Sarareñas
Cortesía Revista Sarareñas

No se quedaron en una idea al aire, así que desde ese instante, justo en el arranque del proyecto editorial, en Saravena, Arauquita y Tame este grupo de mujeres planteó otro camino, más enfocado en resolver sus asuntos pendientes y sus vivencias personales. Por algo en la mayoría de sus voces se habla de un proceso de sanación en esos talleres de escritura que comenzaron de manera casi involuntaria y que hoy tienen como resultado las revistas Sarareñas de Saravena, Soy Mujer de Arauquita y Lideresa de Tame.

Ese nuevo enfoque que tomaron las letras se expresa como un medio de comunicación con un fragor femenino. “La revista es una medicina sanadora, que sirve para exteriorizar las violencias que vivimos; gracias a la revista hemos ayudado a muchas mujeres a darse cuenta de que son sobrevivientes de gran magnitud”, dice una de ellas.

Sin un manual de estilo ni una rotativa detrás, llegaron al consenso de poder cambiar las narrativas de odio de esos lugares y empezar a mirarse desde lo colectivo. “Queríamos contar historias nuestras”, explica otra de las escritoras. Pero como ocurre muchas veces en este tipo de procesos, las revistas tuvieron un ciclo de vida corto, de no más de un año, pese al esfuerzo de estas primeras escritoras por prolongar las palabras, los relatos íntimos y la poesía de las tres publicaciones. 

Solo hasta este año volvieron a flote con la segunda edición, en el marco de los proyectos de vías terciarias, dotaciones y mejoramientos en centros de salud y la construcción de colegios en las áreas rurales del departamento, por parte del gobierno nacional. Los responsables son el Fondo de Programas Especiales para la Paz (Fondo Paz), que financia estas obras, y la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad), que las ejecuta. “La voz de estas mujeres es un ejemplo real de lo que debemos hacer en temas de transformación de paz en los territorios”, explica Pablo Pardo, director de Fondo Paz.

Incluso para dimensionar el trabajo de estas escritoras se puede rescatar uno de sus relatos, cuya autora es Edy Patricia Granados, la editora de Lideresa:

Foto de Camilo Medina.
Foto de Camilo Medina.

Nuestros pasos, nuestra voz

De nuestras piernas brota la energía, energía que camina, aquella que anda y desanda en la maraña de un sistema social que nos violenta y nos oprime. Ese mismo sistema que nos exige ser discretas y castas, mientras nos desnuda y desgarra el cuerpo, el alma y en trofeo de guerra convierte nuestra dignidad sublime.

De nuestras piernas surge la fuerza para mantenernos firmes en la utopía de una mejor humanidad. Cansa tanta tristeza, prejuicios vanos, falsos profetas que esconden sus demonios tras la tergiversación de la sagrada palabra.

¡Expresarte es un delito!

¡Amar es pecado!

¡Esclavizan nuestra alegre libertad!

Los roles de la escritura 

En cada punto de la geografía araucana hubo una serie de encuentros de escritura creativa, llevados a cabo en espacios públicos como la biblioteca del pueblo o la Casa de la Mujer del municipio. Robinson Bejarano, líder del proyecto social, explica que además de fortalecer las habilidades de comunicación escrita y pensamiento, se lograron identificar y definir los roles de cada una de las participantes: editoras, reporteras, evaluadoras, formadoras, comunicadoras y articuladoras. Y se conformó el comité editorial, instancia que decide qué se publica y qué no. “Ellas se comprometieron en serio para llegar a terminar la segunda edición con escritos muy profundos e íntimos”, recalca este filósofo bogotano.

Sobrecogidas por la emoción de la narración, cada una de ellas avanzó entonces en un proceso de “asombro” y de la “cocina de la escritura”, con base en un libro del mismo nombre de Daniel Cassany. Es, según Bejarano, una invitación a trabajar a fuego lento la redacción de escritos y a dominar las técnicas literarias, de acuerdo con lo que dice Gianni Rodari en su Gramática de la fantasía. 

La editora de Lideresa, Edy Patricia Granados, cuenta en el patio interior de su casa, revista en mano, que las palabras sirven para liberar el dolor de la violencia. No pasan cinco minutos y se aparece el recuerdo de su hijo, que está en el siniestro listado de los 6.402 jóvenes asesinados en los llamados “falsos positivos”.

Ella sueña con decirle a más mujeres que estas heridas no prevalecen. “Lo que importa es sanar”, sostiene al lado del equipo editorial que abriga a otras mujeres, como Marisol Quintana, quien escribió “Sueños de mariposa” y explica muy bien el significado de dicho ejercicio: “Esta revista le ha traído mucha paz a nuestro corazón”.

Con la misma impronta, pero a unas horas de distancia por una carretera con algunos retenes, Yeimy Suárez se encontró la revista en una comisaría de familia de Saravena. Y buscó, junto con otras lideresas de las cercanías, un espacio para hacer realidad este sueño editorial: la revista Sarareñas.

En el entretanto, hicieron un trabajo de contenidos íntimos, de edición y de corrección de estilo hasta llegar al diseño y, finalmente, tener la revista terminada en las manos. “Lo que más cuesta es el momento en que uno empieza a contar su historia y sacar eso que se quiere decir para ir cicatrizando las heridas”, revela.

Cortesía Revista Lideresa
Cortesía Revista Lideresa

A su lado están las compañeras de este viaje editorial, con el fin de hacer una conspiración de las letras en esa ciudad tantas veces afectada por el terror: la lideresa Laura Patricia Vargas, la abogada feminista Wendy Uribe —que escribió sobre la maternidad en tribu— y la indígena u’wa Ana Vitelvina Uncacia, que logró encontrar luchas femeninas similares en otros mundos; entre todas secundan este medio de comunicación en Saravena.

Ana Vitelvina Uncacia asegura que las mujeres son un pilar fundamental en el resguardo por el arraigo de la cultura, y por eso, es el lugar que se debe fortalecer. “Son pocas las mujeres que apoyan procesos de acuerdo con su cosmovisión”, afirma. Son contadas las que salen a estos espacios de creación. Entonces, como víctima del conflicto, esta escritora está en esa tarea de visibilizar el rol de la mujer indígena en su entorno. “La revista sirve para que plasmemos nuestras vivencias y, además, nos ayuda a sanar”, dice.

La autora Shirley Patricia Daza también expresa su pasado de manera sucinta en su escrito.

Angustia y desesperación

Todo inicia con la muerte de mi madre, con su santa sepultura.

Al novenario no llegaron ni mi padre ni mi hermano. 

Estaban desaparecidos y no los volví a ver.

Al imaginar que vuelven, mi corazón se llena de inspiración, magia, añoranza, mi alma se vuelve inquebrantable ante tanto dolor.

¡Yo solo tenía diecisiete años!

La tarea de ahora es llevar estos escritos a otros lugares donde la población es víctima de diferentes clases de violencia. Creen con mucha fe que contar estas historias sirve para despejar la mirada de otras mujeres. Cuando la revista esté impresa, ellas desean que las palabras viajen como el viento. “Sé que mis palabras no se van a quedar solo en mi teléfono o en el cuaderno”, sentencia una de ellas. En el fondo, esperan que luego de leerlas alguien les diga: “En Arauca, las mujeres no solo sobreviven a la guerra, sino que también construyen paz desde sus palabras”, agrega.

         

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septiembre
4 / 2024