‘La voz de las piedras’, un álbum familiar hecho novela

Diners conversó con la bogotana Nobara Hayakawa sobre su primera novela en la que relata el asombroso pasado de su familia, en la cual figuran una importante mártir del feminismo y el primer dadaísta japonés.
 
‘La voz de las piedras’, un álbum familiar hecho novela
Foto: Nao Coquery
POR: 
Óscar Mena

Nobara Hayakawa tiene una voz afable, casi la misma que me imaginé al leer su primera novela La voz de las piedras, una recopilación de fotos, cartas y datos históricos de su familia. Cinco años tardó en organizar todo en un libro que hoy está disponible como un ejercicio que demuestra que vale la pena conocer el pasado y entender la vida de aquellos que solo podemos conocer por fotos.

Precisamente la autora despeja las incógnitas de sus fotografías familiares con relatos que denotan la humanidad y las vivencias de diferentes personas que en su momento también rieron, sufrieron y disfrutaron de la vida con sus aciertos y desaciertos.

Y es que no se trata de cualquier relato. En esta investigación, Hayakawa relata cómo su mamá descubre que no es la nieta del famoso pintor Yumeji Takehisa, sino de Noe Ito, una importante mártir del feminismo y Jun Tsuji, el primer dadaísta japonés.

Es así como se presenta La voz de las piedras, una novela que viaja en el tiempo a la época en la que antiguos miembros de la familia de la autora se encuentran en asesinatos dirigidos por la policía imperial de la época, persecuciones anarquistas y relaciones poliamorosas de principios del siglo XX. Todo esto entretejido por relatos de sus ancestros en cartas y apartados fotográficos, que llevan a una serie de vidas que rompieron con el status quo para encontrar formas de vivir consistentes con sus ideales y principios.

La escritora se presentará en la Feria Internacional del Libro de Bogotá el domingo 28 de abril en Talleres 3 a las 4 p. m. en una conversación con Christopher Tibble, editor de Grupo Planeta. A continuación, lea la entrevista con Nobara Hayakawa sobre su proceso creativo y de investigación sobre La voz de las piedras:

¿Qué se siente venir de la escritura y la ilustración de cuentos y libros infantiles a presentar su primera novela?

Siempre he escrito para mi misma, pero es la primera vez que me atrevo a salir a la luz como escritora para lectores adultos. 

La literatura infantil es un área lúdica y divertida donde uno puede pensar en imágenes, hacer canciones y poemas, lo que implica cierta libertad y otra relación con los lectores. Es probable que los libros para niños me hayan ayudado a confiar más en lo que estaba haciendo. Todos los procesos creativos se nutren entre sí.

No es nada fácil hacer literatura infantil…

Hay una noción generalizada de que la literatura infantil es fácil, por lo breve, quizás, pero no hay nada más exigente que un niño, y no hay nada más difícil que llegar a lo simple. Se requiere mucho tiempo y trabajo para alcanzar la simplicidad.

La lectura de una novela es, por otro lado, un asunto diferente, porque requiere más atención y tiempo por parte del lector, mientras que los libros para niños propician no solo aperturas al mundo, sino vínculos con quienes los acompañan a leer, así que evidentemente son experiencias muy diferentes.

Nobara Hayakawa, Planeta, La voz de las piedras,

¿Qué fue lo que más le llamó la atención de esta investigación familiar?

Lo más extraordinario de indagar acerca de estos ancestros tan lejanos en el tiempo y el espacio fue llegar a la comprensión de que eran personas como uno, con dolores y anhelos. Humanizar, de algún modo, esas imágenes idealizadas de los antepasados operó como un ejercicio de compasión, hacia ellos y hacia mi misma.

Exponer estas historias familiares implicó ponerme en un lugar vulnerable, pero solo desde ahí fue posible acercarme a ellas. De cualquier modo entendí también que cada vez que uno cuenta algo se lo inventa de nuevo, así que me resguardo en la idea tranquilizadora de que todo, al final, es una ficción.

¿Qué fue lo más difícil de “conversar” con su pasado en La voz de las piedras?

Una de las grandes dificultades fue el lenguaje, porque gran cantidad del material que encontré acerca de la familia está en japonés, y el mío es bueno hablando coloquialmente, pero para leer no me alcanza. Para poder conversar con mis ancestros mediaron entonces las herramientas de traducción, las fotos como detonantes de la imaginación, y los recuerdos de mi mamá.

El estilo de escritura, en ciertas partes, se parece al de los evangelios, porque es un relato fraccionado que se complementa leyendo los cuatro…

Qué bueno que lo dices, porque así es un poco la familia: cada uno tiene una visión diferente del otro, y nuestros vínculos son únicos, entonces es realmente difícil lograr un solo relato. El resultado, entonces, es más un tejido de visiones fracturadas, y de diferentes voces que se van entrelazando para completar un todo.

¿Qué tan placentero fue escribir sobre la familia?

Escribir, en general, me produce placer, y mi problema es que no tengo más tiempo para hacerlo. Es casi un acto furtivo, en el que le robo tiempo a las tareas cotidianas. Escribir sobre la familia, en particular, más que placentero podría decir que fue liberador, porque pude darle cierta forma y sentido a unas vidas que estaban desarticuladas y olvidadas en la memoria, y en ese proceso de verlas pude experimentar una especie de levedad o alivio.

¿Qué papel juega el feminismo en La voz de las piedras?

Cuando empecé a escribir sobre mi bisabuela Noe Ito, que fue una feminista notable, me di cuenta de que nunca había pensado en el feminismo, porque soy de una generación que nació con unos privilegios y terrenos ganados como mujer. Leer los textos de mi bisabuela me hizo preguntarme por mi existencia como mujer, e inevitablemente terminé revisando mi propia experiencia y desperté a una consciencia de todo lo que aún falta por hacer. Entendí también que lo que estaba haciendo, es decir, contar un trozo de mi vida, era exactamente lo que promulgaba mi bisabuela, quien afirmaba que es necesario narrar el mundo desde la propia voz.

Toda una familia de artistas y personalidades prominentes en todo el mundo, ¿pesa ese pasado familiar?

Tuve la suerte de nacer en Colombia y crecer acá, así que no sentí ninguna carga, porque no conocí la naturaleza de mis antepasados. Cuando fui a Japón y me di cuenta de que había tres museos del bisabuelo Yumeji Takehisa, pude dimensionar su importancia y entender por qué mi mamá decidió irse de Japón y hacer carrera de artista en Colombia. El emigrante tiene eso, que puede reinventarse cuando se traslada, y creo que la distancia puede ser muy liberadora.

¿Cambió algo en usted después de terminar el libro y conocer sus orígenes?

Siento gratitud con los fantasmas que me visitaron porque pude entender muchas cosas. Entre ellas, que no es tan importante el pasado: uno es quien es mientras está vivo, y lo que pasó antes, aunque de algún modo quede vibrando en nuestro interior, no es tan definitivo. Uno hace su propio camino.

¿Y qué tal el proceso de edición?

Mi editora fue Alejandra Algorta, quien, como un samurai de sable afilado logró ayudarme, con claridad y respeto, a acotar un manuscrito que se desbordaba. Estoy muy agradecida por nuestro encuentro.

¿Algún consejo para los que quieren invocar a sus fantasmas?

Nuestros fantasmas están ahí para contarnos cosas importantes: de dónde venimos, qué errores podemos evitar o qué clase de vida queremos. Gracias a su existencia estamos habitando este mundo, y algún día nos uniremos a ellos, pero también es importante dejarlos descansar. Un amigo publicó recientemente en su Instagram un fragmento del escritor franco senegalés Mohamed Mbougar Sarr, en el que dice que quizás somos nosotros los que visitamos a nuestros antepasados, y no al contrario: somos los fantasmas de nuestra propia historia, somos los fantasmas de nuestros fantasmas.

También le puede interesar: Colombia cautiva a Japón con sus artistas contemporáneos

         

INSCRÍBASE AL NEWSLETTER

TODA LA EXPERIENCIA DINERS EN SU EMAIL
marzo
21 / 2024