Leopoldo María Panero: réquiem por el gran loco

Ángela Cruz
Locura es estar ausente
humo es todo lo que queda de mí en la página que no hay
cae al suelo mi figura
y libre de mí se mueve
el papel de pura ausencia.
—Leopoldo María Panero
Las notas de prensa señalan la dulzura de la muerte de Leopoldo María Panero. Antonio Huerga, su editor en Huerga & Fierro, en sus primeras declaraciones para la prensa española, señala que murió en su sueño, al irse a la cama tras cenar. La dulzura, sencillez y calma de esa muerte es consecuente con el temperamento mismo del poeta.
Nacido en 1948, Leopoldo María Panero, miembro de una familia de letras, hijo y hermano de poetas, voz de la vanguardia española, pero sobre todo, voz de su propia ausencia, de su locura, se ha ido a los 65 años, dejando tras de sí una obra en su mayoría autobiográfica, marcada con el signo del malditismo.
La juventud de Leopoldo María Panero
El poeta conoció la cárcel debido a su militancia en contra del régimen franquista, experiencia que lo llevo a considerar el mundo de manera distinta, a reflexionar sobre el verdadero significado de la palabra “libertad”.
Por ese entonces, iniciará su formación académica en Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid y posteriormente en Filología Francesa en la Universidad Central de Barcelona, época en la que como la mayoría de los intelectuales de su generación, se encontrará con todo tipo de drogas que serán parte de sus posteriores escritos y harán parte de sus múltiples muertes poéticas.
En “Heroína y otros poemas” (1992), Panero describe de manera sensualista su experiencia con esta droga y logra darnos un vistazo de ese mundo expandido al que ella le permite acceder al hacer que su cerebro florezca: “cuando el veneno entra en sangre / mi cerebro es una rosa”.
El hereje, rebelde y españolete
Lo anterior es una muestra del carácter rebelde, el tono de herejía de su obra literaria que transgrede cualquier tipo de moralismo y se opone con vehemencia a la glorificación de la virtud en la literatura —característica del Siglo de Oro— tan en boga en tiempos de Franco.
Sin embargo, en Panero no encontramos una oposición en términos de ideología política simplemente, sino en cuanto a la visión total de la realidad. El poeta presenta un entendimiento distinto de lo real, liberado de las cadenas de la tradición y el bien hacer.
Ese espíritu libre que habla a través de la voz poética de Leopoldo María Panero es la voz de la demencia, de la locura aceptada, reconocida en su inexorabilidad y en su sabiduría, en su potencia poética, tal como señala en el “Himno a Satán”:
Sólo la nieve sabe
la grandeza del lobo
la grandeza de Satán
vencedor de la piedra desnuda
de la piedra desnuda que amenaza al hombre
y que invoca en vano a Satán
señor del verso, de ese agujero
en la página
por donde la realidad
cae como agua muerta.
Leopoldo María Panero en el psiquiatra
El primer ingreso de Panero a una institución psiquiátrica será a principios de los 70 y desde entonces su vida transcurrió entre reclusiones periódicas hasta su voluntaria reclusión definitiva, tal vez debida a la muerte de su madre en 1992, en la Unidad Psiquiátrica de Las Palmas de Gran Canaria, donde falleció.
Interesa al lector esta relación con la institución psiquiátrica en la medida en que nutre gran parte de su pensamiento desencantado, descreído de musas e inspiraciones, consciente de su técnica literaria y de la filiación entre sus poemas y la obra de escritores como William Blake y Ezra Pound.
Por otra parte, aún en su reclusión, siempre estaba dado a la gente, a la prensa, y en contra de la imagen de —en sus propias palabras— “poetilla tontiloco”; no creía Panero en la grandilocuencia ni en cantar palabras que no provengan de su propia experiencia del mundo, su experiencia del dolor, y paradójicamente, también descreído de la psiquiatría misma.
Su obra establece a la vida en su radicalidad y fiereza, en la pureza que las experiencias que se viven en los límites, en el afuera. El mundo es más amplio y está más abierto para “El loco”:
He vivido los blancos de la vida,
sus equivocaciones, sus olvidos, su
torpeza incesante y recuerdo su
misterio brutal, y el tentáculo
suyo acariciarme el vientre y las nalgas y los pies
frenéticos de huida.
He vivido su tentación, y he vivido el pecado
del que nadie cabe nunca nos absuelva.
Un eterno poeta de los novísimos
La muerte de Leopoldo María Panero señala la partida de uno de los poetas más prolíficos del siglo XX español y tal vez el representante más importante del llamado grupo de Los Nuevos; trece poemarios, siete libros de relatos y tres de ensayo, gracias y a pesar de paranoia, constituyen el legado literario del último de los Panero.
Gozaba de ser leído, de ser entrevistado, de cualquier espacio que le permitiera describir el infierno de su propia vida y dar testimonio de su libertad. Porque finalmente, no podría pensarse en alguien más libre que Leopoldo María Panero: su energía desbordada y su amplia imaginería no se sirven sino a sí mismas, a su propia experiencia, sin tener en cuenta normas ni productividad.
Adiós al último gran loco de las letras españolas.