Editoriales independientes en Colombia que debería conocer

Revista Diners
En la escena literaria colombiana se ha formado una tormenta perfecta, conformada por autores con visiones refrescantes, editoriales independientes que corren riesgos, librerías que exhiben en primer plano esos riesgos y lectores con ansias de encontrar nuevas voces en el panorama nacional.
Es una tormenta que ha tomado varios años en desarrollarse y que ya se puede considerar mucho más que una simple opción en el mercado literario nacional, dominado por los grandes sellos. El primer eslabón de esa cadena es el talento de los escritores colombianos, seguido por una serie de pasos en los que ha sido determinante el aporte de editoriales independientes, esas que se la suelen jugar por autores que nunca han publicado un libro.
“Si uno se acerca a la programación cultural de la mayoría de eventos como festivales literarios y ferias del libro, probablemente se encontrará muchos nombres que forman parte de una editorial independiente o que han pasado por esta”, asegura Pedro Carlos Lemus, editor de narrativa de Laguna Libros.
Laguna, fundada en 2007, es uno de esos sellos de larga trayectoria que, junto a otros como Rey Naranjo, Luna y Tragaluz, han sido determinantes para consolidar este camino que ha recorrido la edición independiente en Colombia.
Es un trabajo que va más allá de la novela, el cuento, la poesía y la no ficción —los géneros más tradicionales—, y que también apuesta por la publicación de dramaturgia, ensayo y novela gráfica. Laguna, por ejemplo, tiene un sello especializado en este último género: Cohete Cómics.
Rey Naranjo, por su parte, tiene en su catálogo una línea dedicada a publicaciones infantiles con ilustraciones, con libros como Bisiestos, de Dipacho, y La niña más veloz que el viento, con textos de Gabriela Cordero e ilustraciones de Luisa Martínez, mientras que en Tragaluz hay colecciones como Deus ex Machina, enfocada en textos teatrales con grandes clásicos de la dramaturgia colombiana, como La siempreviva, de Miguel Torres.
En esa apuesta sostenida por darles una salida a nuevas plumas, Laguna es la editorial que publica a la ganadora del Premio Nacional de Narrativa Elisa Mújica. Gracias a esta iniciativa, que nació en el año 2018 en alianza con el Instituto Distrital de las Artes (Idartes), se han editado libros que han tenido una buena acogida, como Sofoco, de Laura Ortiz Gómez.
Para Lemus, otro de los principales aportes de Laguna ha sido un trabajo muy consciente con los autores que conforman su catálogo. “Esos nuevos libros y esas nuevas miradas han sido muy bien recibidos en el círculo literario, aparte de que también han generado una conversación con una comunidad de lectores”, añade.
Los procesos de estas editoriales con un catálogo consolidado van más allá de mover las novedades inmediatas. Lemus explica que Laguna, por ejemplo, trabaja con una lógica a largo plazo, y en ese sentido, la editorial ha tenido libros cuyo año de mayor venta no fue el primero en que se publicó, sino el segundo o el tercero. “Hay una conciencia de publicar cierto número de libros que permite también hacerle ese acompañamiento al catálogo”, agrega.
Geográficamente, Bogotá y Medellín son los epicentros de la mayoría de estas casas literarias, que acogen plumas de todo el país. En la capital antioqueña, por ejemplo, además de Tragaluz está Angosta, la editorial fundada en 2016 por el escritor Héctor Abad Faciolince y la editora Alexandra Pareja.
El propósito de Angosta desde el primer momento ha sido apoyar a esos nuevos talentos que, por lo general, tienen que tocar muchas puertas antes de lograr que alguna editorial publique sus textos. “Eso lo hacemos desde una doble óptica: que tengan una gran calidad literaria y una frescura y una naturalidad muy especiales. Si esto está presente en un texto que nos mande un autor, vamos adelante y nos la jugamos toda”, explica Pareja.
Gracias a esa filosofía, Angosta ha publicado libros como Esta herida llena de peces, de Lorena Salazar Masso, y Cómo maté a mi padre, la primera novela de Sara Jaramillo Klinkert, que ya lleva diez ediciones.
Según Pareja, todos estos resultados se explican por un movimiento en el que al talento de los escritores se suma el interés de los lectores. “Hay gente que no sabe del tema y dice: ‘La gente ya no lee’ o ‘La gente no compra libros porque prefiere comprar ropa’, y a mí me toca siempre desmentir eso porque los lectores han sido los más fieles, han sido un apoyo impresionante”, precisa.
Los esfuerzos de las editoriales independientes
Al trabajo de estas editoriales se suman esfuerzos como los de Himpar Editores, que está por cumplir su primera década y ya ha editado más de quince libros; Casatinta, sello del laboratorio de ilustración del mismo nombre, y Animal Extinto, empresa de edición y publicación fundada en 2015 y que forma parte del colectivo Huracán, integrado por más de quince editoriales independientes.
“Ha habido esfuerzos importantes, como el pabellón de editoriales independientes en la FILBo, que lleva algunos años y permite que uno llegue a la feria y encuentre una apuesta organizada. Es una suma de esfuerzos entre editores independientes que han logrado conseguir este pabellón”, argumenta Lemus.
Este editor de Laguna destaca otras iniciativas, como la página Leo Independiente, un trabajo colaborativo que agrupa los catálogos de varias editoriales. “Es sorprendente ver la cantidad de proyectos que hay; están las editoriales que publican fanzines o un solo libro al año, hasta las que publican diez o quince. Están todos los tamaños y las formas de pensar el libro de cada uno de estos proyectos”, añade.
Además de su presencia en los eventos claves en el calendario editorial, como la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo) o la Feria Popular Días del Libro de Medellín, estos sellos también han impulsado encuentros como La Vuelta, Feria Nacional de Editoriales Independientes, que en diciembre pasado realizó su segunda edición en Bogotá, con la participación de 67 editoriales independientes del país.
Para Pareja, este prolífico momento editorial genera resultados tan positivos como que las editoriales de una trayectoria de seis o siete años ya hayan logrado que sus catálogos tengan una identidad. “Nos ha convenido mucho que la gente joven, que es nuestro público objetivo, se haya volcado a apoyar el talento local. Antes, éramos muy dados a pensar más en las cosas que pasaban en Estados Unidos, en Argentina o en Europa, pero de pronto empezamos a mirarnos para adentro”, finaliza Pareja.
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