Los libros, un negocio no tan verde

Carolina Venegas k
¿Ha medido su huella ecológica? Hay páginas de internet en las que puede hacer un test y medir qué tan dañina es su presencia en el planeta. Le preguntan por sus hábitos alimentarios, si deja las luces prendidas, si tiene carro, si tiene sobrepeso. Todo es determinante para saber el impacto ambiental de su estilo de vida. Lo que no miden estas pruebas es el tamaño de la torre de libros que hay junto a la cama o el número de estanterías de la biblioteca. Y lo cierto es que ser lector no es una actividad muy amigable con el medio ambiente.
Según un estudio de The Book Industry Study Group, en 2008 Estados Unidos usó 30 millones de árboles para producir libros. Esta cifra, entre otras, aterra a cualquiera:
Aunque muchos libros encuentran a su lector y cumplen con su cometido, otros se quedan en bodegas esperando ser rematados o picados. No es que las editoriales estén calculando mal la cantidad que imprimen, sino que es difícil anticipar cómo se comportará cada título en el mercado.
Del papel a la pantalla
La buena noticia es que las cifras cambiaron luego de 2009, más por la crisis económica que por el aumento de los lectores digitales (aunque estos han aumentado, cómo negarlo). De utilizar un 5 % de material reciclado en 2006 se pasó a usar 24 % en 2010, con lo cual se salvaron 5,25 millones de árboles.
También se incrementaron las políticas ecológicas en editoriales: algunas como Penguin, Scholastic, tienen planes de acción claros para trabajar con papel proveniente de bosques gestionados para sostenibilidad ambiental y no bosques primarios.
Por otro lado, en 2004 Greenpeace lanzó en España el proyecto Libros amigos de los bosques, con tan buena acogida que reconocidas casas editoriales implementaron políticas estrictas acerca de la procedencia del papel: en 2007 casi 90 % del papel usado por Random House provenía de fuentes certificadas.
El ejemplo colombiano
En Colombia el cuento es otro. Aunque desde 2011 Carvajal Pulpa y Papel comercializa los papeles Earth Pact, fabricados a partir de 100 % fibra de caña de azúcar y sin blanqueadores, lo cierto es que resulta más costosa para las editoriales, sobre todo las pequeñas que están más preocupadas por reducir costos de impresión.
Entonces, ¿no hay opción verde? No una que dependa del lector. ¿Comprar un Kindle o un iPad? Tal vez, pero el tema del impacto ambiental de los aparatos electrónicos es otro que también se complica y que depende mucho de su relación con la tecnología.
¿Cómo leo y me vuelvo más ecológico?
¿Escojo leer menos? No. Pero sí comprar libros de segunda y donar los que no quiero conservar. Tal vez la solución sea fijarse y preferir los libros producidos con más conciencia ambiental, así como algunos prefieren pollo orgánico.
Pero es que una librería no es un supermercado, aunque muchas se empeñen en serlo, y la oferta no resulta tan amplia. Yo por mi parte evitaré comprar libros que sé que no voy a leer de inmediato, así también me evito ese peso en el alma que causan las lecturas pendientes que en silencio esperan en la biblioteca un turno que tal vez no les llegará.
Y con los medidores de huella de CO2, qué cargo de conciencia.
Lo último que se conoce de la huella que dejan los libros en el mundo
The Book Industry Study Group, reveló a finales de 2020 que los libros electrónico entraron de lleno al mercado y están liderando las principales compras en Europa y en el mundo. Y aunque existan personas que prefieran leer en papel -porque es una idea romántica y vintage- lo cierto es que las categorías de ficción para adultos, novelas románticas y libros populares se están vendiendo más en fortados digitales, seguido de ediciones de bolsillo, libros de tapa blanda y finalmente libros con tapas duras.
Entre tanto, los libros que siguen en papel y se niegan a cambiar su forma física por la digital son los estudiantiles. Por supuesto, escribir sobre el libro y completar las frases de gramática inglesa o francesa aún es muy importante para el aprendizaje. Sin embargo, nuevo público y la pandemia han acelerado el cambio, que los expertos preveían para dentro de 10 años.
Así es como las nuevas tecnologías llegaron para acelerar cambios que creíamos no estar listos para recibir, pero que sin darnos cuenta ya están en transición.
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