124 años del maestro Pedro Nel Gómez

Revista Diners
Pedro Nel Gómez nació en Anorí, un pueblo antioqueño que, según dicen las leyendas, fue dominado por el cacique Nori. Pero no se consideraba únicamente hijo de esa tierra, que era como un caserío indígena; también se sentía hijo de las selvas de la América tropical, del mar Caribe, de la Colombia andina, de los ríos Porce, Bagre, Henchí y Cauca.
Fue el sexto hijo de María Luisa Agudelo García y Jesús Gómez González y nació unos meses antes del estallido de la guerra de los Mil Días, por lo que su familia se vio obligada a abandonar su natal Anorí para radicarse en Medellín. Allí, en la capital antioqueña, su historia sigue palpitando, sigue contándose y leyéndose, pues su casa ahora no solo es un muestrario de su vida y de su obra, sino que es un centro cultural de la comuna de Aranjuez.

Pedro Nel Gómez (1899-1984), aquel nativo de Anorí, se convirtió en una figura fundamental del arte plástico colombiano, uno de los primeros “modernos” que desarrolló una obra prolífica que transitó desde los dibujos hasta los murales. Sus piezas aún hoy tienen esa capacidad de reflexionar sobre la sociedad contemporánea.
Un libro de lujo
Para celebrar la trascendencia de la obra de Gómez, el Banco Davivienda y Seguros Bolívar publican un libro de lujo, editado por Ediciones Gamma, que se suma a su colección sobre esas figuras fundacionales del arte nacional.
Carolina Zuluaga, directora editorial de este proyecto, recuerda que hace unos años un amigo suyo la llevó a conocer la Casa Museo de Gómez en Medellín, y en ese lugar tuvo la grata experiencia de apreciar la magnitud de la obra del artista. “La intención (con este libro) es que la gente tenga esa misma oportunidad de adentrarse en la obra y en ese legado tan maravilloso que dejó el maestro Pedro Nel Gómez y que no se había recogido en un gran libro, si bien es cierto que existían unas publicaciones muy puntuales”, explica.
El primer paso de esta publicación fue el contacto con la Casa Museo, que le dio acceso al equipo editorial a los archivos del maestro y además le proporcionó toda la guía y la información para navegar por su vida y su obra. Zuluaga cuenta que en este espacio, además de la colección y de la gran mayoría de las obras del artista, también están su biblioteca, sus documentos, sus investigaciones y los planos de su obra arquitectónica.

“Si bien en el momento en que la construyeron era una casa semirrural, en el desarrollo de Medellín quedó en medio de la Comuna Cuatro, que es Aranjuez. Se convirtió entonces en un centro cultural muy interesante, que tiene incidencia en todos estos barrios y la gente se ha apropiado del museo, por lo que tiene una relación muy especial con la comunidad”, añade.
A partir de esa investigación se decidió la estructura del libro, que invita al lector a descubrir todas las capas de significado de la estética de Gómez gracias a las reproducciones de su trabajo en diversos formatos: dibujos, acuarelas y pasteles, óleos, murales y esculturas. El objetivo de esta distribución fue darles algo especial a las personas que tienen cercanía y conocían bien la obra del artista, y también que aquellos que no son cercanos a ella puedan conocerla de una manera universal. “Ir de esos bocetos y esos pequeños dibujos hasta la monumentalidad de los murales fue el camino que encontramos para hacer ese tránsito y para dimensionar su obra. También teníamos la meta de mostrar mucha obra inédita, que en su caso existía porque él fue muy prolífico y consideramos que este era el momento de exhibirla”, comenta Zuluaga.
Ese recorrido por las imágenes de la obra de Gómez se complementa con una serie de textos que destacan la dimensión humanista del artista, la representación de las mujeres en su obra y su trabajo como muralista. Incluso hay una autobiografía y una línea cronológica que se trabajó de la mano del Centro de Documentación de la Casa Museo. El objetivo, según Zuluaga, fue encontrar plumas que aportaran una mirada mucho más contemporánea a la figura y la obra de Gómez.
El texto principal lo escribió Álvaro Morales Ríos, director del Museo Pedro Nel Gómez, quien profundiza en ese mito de origen a partir del cual se formó intelectual y artísticamente el maestro antioqueño. Morales Ríos relata que Pedro Nel Gómez fue heredero de mitos y leyendas, de historias y relatos de la tradición oral y también fue un ávido lector y gran conversador.

“Había en él mucho talento natural y, a la vez, una ansiosa necesidad de aprender todo y aplicarlo a cada una de las creaciones que proponía. De ahí la vastedad de sus temas: el conocimiento, los mitos, los conflictos sociales y económicos, las historias locales y universales, la educación, la salud, la física y las matemáticas, el folclor; también la psicología y la sociología; la vida cotidiana, personajes, ambientes, recuerdos”, agrega Morales Ríos.
La autora del segundo texto, que se convirtió de alguna manera en el centro del libro, es Sylvia Juliana Suárez Segura, historiadora de arte, la encargada de curar la sala del Banco de la República que abarca la generación de artistas de Pedro Nel Gómez. Según la directora editorial del libro, Suárez Segura tenía una mirada muy fresca de esas primeras figuras del arte moderno colombiano y, cuando la contactaron, coincidieron en que era necesario hacer una relectura de la obra de Gómez. La autora sugirió que su texto versara en torno a la representación de la mujer en las creaciones del artista.
“Es una temática absolutamente contemporánea y, además, las obras de Pedro Nel en esos archivos y en el centro de documentación es impresionante el tema de lo femenino, cómo lo trató, cómo la miró a través de esas mujeres lectoras, trabajadoras, obreras, mineras, barequeras. En ese momento en el arte no existía la mujer como protagonista de una cantidad de cosas”, explica Zuluaga.
Según Suárez Segura, la obra de Gómez es plenamente moderna y además dio cuenta de las paradojas de la modernidad en Colombia, pues era un entusiasta de la ideología del progreso y un gran defensor de las tradiciones vernáculas y populares, de los relatos y el saber hacer tradicional y ancestral.
“Dentro de esta mirada, Pedro Nel Gómez inscribió a las mujeres en los imaginarios de la modernidad. En sus obras, ellas no representan únicamente el cuerpo erotizado, sino que son un componente vital de la fuerza del cambio. De hecho, la representación de la mujer como elemento crítico es una de las características más llamativas y originales de la iconografía de Gómez”, argumenta Suárez Segura.
Muralismo y autobiografía de Pedro Nel Gómez
En el libro, el aspecto muralista fue desarrollado por Helena Wiesner, quien escribe que Gómez fue uno de los pioneros de este formato en el siglo XX en Colombia. Wiesner, además, desmenuza el arte mural del maestro antioqueño a partir de los conjuntos de pinturas elaborados entre 1935 y 1969 que están en el antiguo Palacio Municipal, que hoy es el Museo de Antioquia, y la Facultad Nacional de Minas de Medellín.
La autora cuenta que el primer contacto de Pedro Nel Gómez con la pintura mural al fresco fue en Florencia (Italia), cuando visitó la ciudad en 1925 y en la que se conectó con el Renacimiento de aquella ciudad, al recorrer iglesias como Santa Maria del Carmine y su capilla Brancacci, de paredes pintadas por los artistas Masaccio, Masolino y Lippi.

“Con esta experiencia vital imborrable, además de los estudios en arte y arquitectura, y el conocimiento de las vanguardias europeas en Florencia, regresó a Colombia en 1930 a ejercer el muralismo. El primer conjunto mural, denominado La vida y el trabajo, consistió en once pinturas para el nuevo edificio de la Alcaldía y el Concejo de Medellín, de doscientos metros cuadrados, aproximadamente”, escribe Wiesner.
El libro, además, ofrece una aproximación íntima a la vida de Pedro Nel Gómez con su autobiografía, que el artista escribió en 1978 y en la que relata la vida de sus padres, su matrimonio, el traslado forzado de la familia y sus años como estudiante.
Eran épocas difíciles, recordó Gómez en su autobiografía, pues su familia tenía que vivir en poblaciones vecinas de Medellín, por la muy mala situación económica, y a sus 12 años tenía que hacer el recorrido de unos diez kilómetros a pie tres veces por semana para asistir a la Escuela de Bellas Artes. “Dormía en la sala rodeado de estatuas griegas y renacentistas, copias en yeso que algún profesor había logrado traer de Europa, y acompañado por el consabido esqueleto, donde los artistas estudiábamos el cuerpo humano”, escribió este artista, abriéndole una ventana privilegiada al lector.
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