Débora Arango y su denuncia social en el Museo de Arte Moderno de Medellín

Adrián David Osorio Ramírez
En la sala de exposición del Museo de Arte Moderno de Medellín (MAMM) se encuentra un grupo de estudiantes de un colegio femenino de Antioquia. Las adolescentes reflexionan, junto al guía del museo, acerca de las pinturas disruptivas y, sorprendentemente actuales, de la pintora antioqueña Débora Arango.
Unas décadas atrás esta escena hubiera sido impensable, pues algunas de sus obras fueron censuradas y de la artista poco se hablaba. Pero ahora, la pintura de Débora Arango (Medellín, 1907-2005) mantiene una vigencia que permite volver a ella siempre desde una nueva perspectiva.
En este caso, el MAMM presentará hasta el 30 de octubre Débora Arango y la denuncia social 1940-1958, una muestra de veinte pinturas de la artista que recogen la especial importancia que les dio a los problemas de la ciudad.

En una época en la que en Colombia las mujeres estaban destinadas a los bodegones, Arango heredó una pasión ferviente por la pintura en gran formato y pintura al fresco del muralista antioqueño Pedro Nel Gómez. Incluso, fue una de las primeras artistas en el país en pintar desnudos.
“Débora fue controversial y atípica porque, por un lado, era una mujer de una familia tradicional antioqueña, numerosa, católica y conservadora. Pero, al mismo tiempo, concibió esta obra tan potente, crítica y arriesgada –explica María Mercedes González, directora del MAMM–. A pesar de esto, su trabajo lo realizó en solitario. Tuvo reconocimiento mucho después. Precisamente, esta fue una de las primeras instituciones que decidió hacer una exposición individual de su trabajo, en los años ochenta”.
La fuerza admirable de Débora Arango
Débora Arango vivió durante casi todo el siglo XX, a lo largo de su carrera desarrolló un estilo propio de expresionismo que, al igual que una vertiente de la pintura moderna latinoamericana, manifestaba el deseo de retratar la realidad social y de reproducirla sin miedos, tabúes o prejuicios.
Complacer nunca fue lo suyo. Desde muy niña, con ayuda de algunos familiares, se vestía de hombre para poder salir a cabalgar, lo que era impensable para una mujer. Más tarde, tras escandalizar a la sociedad antioqueña con sus desnudos en 1939, recibió el primer premio de la exposición organizada por la Sociedad Amigos del Arte en el Club Unión de Medellín.

En 1940 llegó su primera exposición individual, en el Teatro Colón de Bogotá, organizada por el ministro de Educación del momento, Jorge Eliecer Gaitán. El respaldo de Gaitán no fue suficiente para que, al día siguiente de la inauguración, la exposición fuera cerrada por orden de Laureano Gómez, quien consideraba inmorales sus desnudos.
Además de su obsesión por el cuerpo femenino, la antioqueña plasmó con precisión la injusticia, la violencia y la pobreza. Y más allá de comulgar con una idea política específica, estaba comprometida en relatar con especial detalle lo que ella denominaba “la vida con toda su fuerza admirable”.

En esta mirada específica de su obra se basa la exposición Débora Arango y la denuncia social 1940-1958, pues durante estos 18 años se gestaron las 20 piezas que expone el museo.
“Tenemos alrededor de 250 pinturas de la artista y la idea era mostrar una parte de la obra de ella que no hubiese sido exhibida. En particular, este grupo de obras no ha tenido tanta visibilidad. Sorprende, cuando uno las mira hoy, que poco han cambiado ciertas condiciones en comunidades vulnerables. Y son muy pertinentes ahora por la transición política que vivimos en Colombia”, señala González.
El óleo Esquizofrenia en la cárcel (1940) muestra, por ejemplo, a una mujer privada de la libertad con algunos desnudos colgados en la pared de su celda. Mientras que La caída (sin fecha) alude al poder del patriarcado sobre la mujer y recuerda la obsesión temática de Débora con la prostitución. Y en El almuerzo de los pobres (ca. 1957) la cruel realidad es más evidente, en una mesa con una docena de personas y pocos alimentos frente a ellas.

A la selección se sumaron dos obras que nunca habían sido expuestas desde que la artista las donó en la década de 1980: las acuarelas Paternidad (1948) y Patrimonio (1944).
“Esta exposición también busca darle el lugar que se merece en la historia del arte colombiano, porque el trabajo de este tipo de mujeres despierta un interés de manera tardía. Y artistas como Débora hay en todo el mundo. A la vez, posibilita conversaciones y desarrollo de pensamiento crítico, como sucede con el programa de Visita taller, que acerca al público escolar”, afirma la directora del MAMM.
Esta, además, es la muestra inaugural de la nueva sala de exposiciones del museo, que lleva el nombre de J. Mario Artistizábal. El espacio de 87 metros es un homenaje al ingeniero civil antioqueño que durante más de veinte años formó parte de la junta directiva del museo.
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