Dos ejercicios de destreza: ver y mostrar en ArtBO
María Soledad García
Dicen que para el espectador profano transitar una feria de arte puede ser una experiencia desconcertante. Yo agregaría que también lo puede ser para un espectador especializado. Grandes espacios adecuados para hilvanar un stand tras otro, proyectos, conversatorios, ventas, foros y un sinfín de actividades condensadas en tres o cuatro días de agitación, pueden ser una verdadera avalancha para cualquier visitante. Quizá por ello las ferias se promocionan en números y no en promesas como los demás eventos culturales. ArtBO promete algo diferente: ir creciendo paulatinamente de la mano del visitante, sin abandonarlo y orientándolo. Sin tener en cuenta los números y las proyecciones económicas recorramos dos caminos a fin de irnos calentando para la próxima feria de arte de Bogotá que se llevará a cabo del 24 al 28 de octubre.
I. Ver: la mirada estrábica
Parecería evidente que una feria de arte fuese un evento eminentemente visual y sin embargo, la evidencia no es tal. Es posible atravesar la puerta de entrada con lista en mano y comenzar un recorrido que desgrana minuciosamente los grandes nombres y las galerías más importantes. Pero no necesariamente estaríamos viendo lo que la feria nos propone. Este es un ejercicio más lento que muchas veces terminamos en casa tomando un café o en una conversación con amigos. No hay prescripción ni receta para este ejercicio y puede que lo que se vea no concuerde con lo visto por otras personas.
ArtBO se presenta, por su escala y su apuesta, como un espacio privilegiado para ejercitarse en las complejidades de este ejercicio. Manteniendo una oferta selecta, ArtBO se proyecta como una “feria boutique”, como la define su directora María Paz Gaviria. Una feria recorrible y amable en el tránsito por tres espacios diferentes: las galerías, los proyectos individuales y el pabellón de Artecámara.
Galerías
Las galerías dibujan la complejidad de la escena artística contemporánea donde no todo está precedido por los rótulos tradicionales: no todo se resuelve por el color y los materiales y el linde entre aquello denominado moderno y contemporáneo exige nuevas palabras. ArtBO es una buena ocasión para comprobar estas yuxtaposiciones y complejidades: baste con ver las propuestas que presentan Casa Triángulo (Brasil), Annet Gelik Gallery (Holanda) o la galería 80M2 Livia Benavidez (Perú). La selección enfatiza la dinámica de estos cruces entre galerías jóvenes y emergentes y galerías más asentadas en el plano internacional. Sikkema Jenkyns (EE. UU.), Galería de La Oficina (Colombia) o Nogueras Blanchard (España) contribuyen a este diálogo cruzado a través del trabajo de sus artistas.
Sin embargo, ¿qué significa ver una galería? ¿Cómo entender estos entrecruzamientos? ¿Cómo “leer” las complejidades que se dibujan en el campo del arte? Estas preguntas, genuinas en su interés, difícilmente puedan tener una respuesta certera, y no intentaré realizar un decálogo o una guía para visitas exitosas. Por el contrario, me gustaría señalar que si el ejercicio de ver la feria se proyecta de manera casi que retrospectiva, la dinámica de las galerías por la extensión y la cantidad de obra presentada, demanda del visitante una excelente gimnasia visual. Reconocer a primera vista, dice una expresión popular; se trata, en suma, de poder identificar rápidamente el perfil de la galería a través de una muestra sucinta de sus artistas en unos poquísimos metros cuadrados.
Proyectos individuales
ArtBO y las galerías son solo una mirilla. Otras perspectivas se abren a través del espacio para Proyectos Individuales que en esta edición está a cargo del curador José Ignacio Roca. Laboratorium, nombre con el que Roca inaugura su reflexión, invita a una serie de artistas que por su trabajo refieren de una manera u otra al discurso científico, parodiando sus métodos o su forma, o aplicando sus principios, reglas o procesos. Algunos artistas asumen el rol del antropólogo, el botánico o el zoólogo; otros, el del ilustrador científico. En Laboratorium no se trata de velocidad en el ejercicio de ver, sino de detenimiento y detalle. Independientemente de la temática que los articula, los proyectos son eminentemente individuales, es decir, apuestas personales que se abren al universo singular del trabajo artístico.
Es posible, entonces, ver en dos direcciones: bajo el orden de lo temático (la cita o referencia al discurso científico) o los proyectos individuales vinculándolos a las galerías que los representa y, así, volver a recorrer desde otro ángulo las propuestas mixtas entre galería-artista. Es el caso, por ejemplo, para detenerse en los trabajos de Minerva Cuevas (Kurimanzutto, México), Tatiana Blass (Johannes Vogt y Galería Millan, EE. UU. y Brasil respectivamente), Tobias Putrih (Galerija Gregor Podnar, Alemania), Monika Bravo (Y Gallery, EE. UU.) o Elias Heim (Galería Jenny Vila, Colombia) entre otros. Artistas y galerías que sin tener una representación extensa en la feria de galerías, encuentran en los proyectos individuales un espacio singular y reflexivo de presentación.
Artecámara
Un tercer espacio se ofrece al visitante. Pabellón Artecámara, desde el año 2005 se abre al circuito de la feria para promocionar y visibilizar el trabajo de jóvenes artistas colombianos, promoviendo a través de este escenario la circulación de sus propuestas en el ámbito internacional y fortaleciendo en simultáneo sus redes de trabajo. Ya no se trata de galerías o de proyectos individuales, sino de un espacio que busca identificar las propuestas de artistas emergentes. A decir verdad, la palabra emergente resulta paradójica: Pabellón Artecámara se presenta como un “semillero de promisorios artistas” y sin embargo, muchos de los artistas seleccionados han cumplido a cabalidad con sus promesas. La combinación de adjetivos “emergente” y “promisorio” circulan con velocidad en los espacios de exposición a lo largo del año, sumándose de manera recurrente al “jóvenes”. Pabellón Artecámara resume a través de la mirada de Juan Sebastián Ramírez –curador a cargo de esta edición– el contenido específico de estas palabras. Así, se trataría, sobre todo, de ver cómo en esta edición Artecámara dibuja el espacio de inserción internacional para sus artistas. Y podría leerse como una vitrina del circuito artístico local donde se mide, se corrige y se armoniza la participación de los artistas en el contexto internacional; una especie de ensayo de galería de artistas sin galería. Desde esta perspectiva, que exige transitar el pabellón sin brújula, es posible ver la proyección de propuestas tales como las del grupo Reproducciones, el colectivo Maski o Mercadito y Mentidero; también, observar con detenimiento los trabajos de Adriana Martínez, Alejandro Mancera o Néstor Andrés Peña, entre otros artistas que se proyectan más allá de los umbrales de las galerías.
II. Mostrar: los ritmos del mercado
Si el ejercicio de ver exige atender a diferentes ritmos lo que muestra la feria de ArtBO, no debería (por justicia con la experiencia de una visita) limitarse a un número de galerías y de artistas. En cada una de sus ediciones es claro que vemos una instantánea del circuito comercial que atraviesa a Colombia. La distinción resulta necesaria: digo que atraviesa a Colombia porque lo excede y no se reduce al circuito local. La feria se mide y se abre a los vaivenes del mercado artístico a una escala más amplia que la coyuntura nacional y, sin embargo, la feria es un fuerte impulso que dinamiza el circuito interno.
La instantánea que se dibuja en cada edición de la feria es efímera; rápidamente, una próxima feria en otro país tomará el pulso del circuito con nuevas aceleraciones. Poco importa que esto sea así, porque de eso se trata, mostrar el ritmo y las dinámicas del circuito comercial internacional: ubicar por un instante mesurable el lugar y la posición que ocupan las galerías, los artistas y sus agentes en el acelerado movimiento de intercambios y transferencias comerciales. Por ejemplo, es suficiente considerar en esta versión de ArtBO la representación de galerías brasileñas para entender el “caso Brasil”: gran dinamizador del mercado latinoamericano y foco de atención de la escena internacional que vuelve su mirada, una vez más, hacia el arte en América Latina.
Percibir esta instantánea no resulta tan sencillo para el visitante de a pie. No se expone, ni se ostenta de manera evidente cuando se recorren los stands de las galerías y se ven los proyectos de los artistas. Paradójicamente, aquello que la feria muestra no es manifiestamente visible. Sin embargo, quedan algunos restos e indicios que permiten vislumbrar los límites y los efectos de estos intercambios: las cifras mudas que atestiguan las agitaciones. Aprender a leer esas cifras y ponerlas en relación con decisiones particulares es, en buena medida, comenzar a comprender la lógica del mercado y del circuito artístico. Y ArtBO es la cita anual para ejercitarnos a escala local e internacional en estos menesteres.